Cientos de ciudadanos violaron el toque de queda y por segunda noche consecutiva expresaron su ira en las calles de Kenosha, Wisconsin. Hubo enfrentamientos con la policía e incendios cerca del punto donde fue atacado Jacob Blake, el afroamericano desarmado tiroteado en la espalda por un policía, frente a sus hijos. Blake sobrevivió y está estable tras una intervención quirúrgica.

Kenosha vivió otra noche de violencia.  Furiosos manifestantes salieron a las calles a exigir justicia en el caso de Jacob Blake y tras algunas horas de reclamos pacíficos, la movilización se tornó violenta. Decenas de personas lanzaron botellas y explosivos contra la policía antidisturbios y la Guardia Nacional, que fue desplegada para controlar las movilizaciones. Los uniformados respondieron con gases lacrimógenos y se agruparon para custodiar el Palacio de Justicia de la ciudad.

AL grito de «No hay justicia, no hay paz» fueron incendiados varios edificios y automóviles en el distrito comercial afro, a lo largo de la 22nd Avenue, a pocas cuadras de distancia del lugar donde fue tiroteado Blake, pero manifestantes como Porche Bennett, de 31 años, denunciaron que los daños a la infraestructura los causó “gente de fuera de la ciudad”. “Hemos estado comprando allí desde que éramos niños y le prendieron fuego», agregó.

Los enfrentamientos se mantuvieron hasta la madrugada de este martes, a pesar de un toque de queda impuesto desde las 8 p.m. para controlar las reacciones violentas, en medio de las voces que denunciaron el nuevo episodio de racismo y brutalidad policial.

Más temprano el lunes, 24 de agosto, el alcalde de Kenosha, John Antarmian, ofreció una rueda de prensa sobre el incidente, pero la cita que originalmente iba a celebrarse en un parque, tuvo que ser movida al edificio de seguridad pública de la ciudad y allí una de las puertas fue vandalizada por manifestantes, lo que desató enfrentamientos con la policía, que finalmente dispersó a la multitud con gas pimienta.

Las manifestaciones estallaron por primera vez el domingo por la noche cuando algunas personas iniciaron conflagraciones y arrojaron ladrillos y bombas a la policía, precipitando el despliegue de tropas de la Guardia Nacional en la ciudad por orden del gobernador Tony Evers, quien sin embargo condenó el «uso excesivo de la fuerza» en el tiroteo de Blake y pidió una sesión legislativa especial la próxima semana, para discutir reformas policiales.

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