Son tiempos de confinamiento y de reflexión, de retos económicos individuales y familiares, de incertidumbre y sobrecarga de noticias, de cifras, de gráficas y de información sobre el Covid-19, ya sea veraz o no. Vivimos en una época en la que debemos mantener nuestra salud y la de los demás a salvo ante una crisis de dimensiones todavía impredecibles y todo este cúmulo de posibilidades y preocupaciones nos afecta a todos en mayor o menor medida. La situación actual repercute en nosotros en varios niveles y uno de los elementos más importantes es el sueño. Los expertos determinan que dormir mal puede incrementar los síntomas depresivos cuando existe preocupación y estrés. Ante este elemento de vital importancia, surgen algunas cuestiones:

¿Cómo está afectando la crisis del coronavirus a lo que soñamos? ¿De qué manera influye en nuestros hábitos de descanso? Y, sobre todo, ¿cómo podemos mejorar nuestro sueño en momentos de ansiedad?

Hemos hablado con 15 personas que llevan seis días encerradas en sus casas y nos han contado qué han soñado y si lo que sintieron durante sus sueños tiene alguna relación a lo que experimentan mientras están despiertos. No daremos nombres de los participantes, sólo la inicial. También hemos contado con la opinión de un científico experto en neurocienciaJosé Viosca, autor del libro Mentes Prodigiosas, publicado por El País Colecciones. Para llevar a cabo este ejercicio de honestidad y, en muchos casos, vulnerabilidad, tuve que empezar por contar mi propio sueño.

“Estaba en Australia, en una nave industrial plagada de gente. De repente, vi muchísimas arañas apelotonadas en un espacio similar al de una pelota de golf. Había alrededor de una decena, unas encima de otras. La imagen era desagradable, ya que se estaban comiendo entre ellas. Cuando me di cuenta de cómo se engullían, me dio por gritar. En ese instante, todas las personas que tenía a la vista me miraron con ojos juiciosos, claro, en las antípodas, los arácnidos son parte de su día a día. Me sentí ridículo, como si mi reacción hubiera sido exagerada e innecesaria. Esta sensación fue perfectamente extrapolable a la realidad, ya que aquella percepción fue idéntica a la que experimenté durante los momentos de planificación en el hogar familiar ante los diferentes escenarios y logísticas por el confinamiento por el Covid-19”. 

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