En la obra de Paul Auster (1947-2024) resuenan, transformados por la ficción, ecos de tragedias familiares que involucraron a su abuela paterna (que mató a su esposo a los tiros), a su padre, Samuel Auster; a su nieta Ruby y a su hijo Daniel (cuya madre es la escritora Lydia Davis). A partir de marzo del año pasado, la escritora Siri Hustvedt, pareja de Auster, informó sobre la salud de su marido, en su cuenta de Instagram, mediante “boletines desde Cancerland”, ilustrados con fotografías de juventud y otras actuales, tomadas por el yerno de los escritores, Spencer Ostrander.

Las noticias sobre la salud del escritor mantuvieron en vilo a lectores de todo el mundo. Auster falleció este martes, a los 77 años; como el protagonista de su novela Brooklyn Follies, Nathan Glass, tenía cáncer de pulmón.

El hijo de Auster y Davis murió a finales de abril de 2022, por sobredosis, luego de que la Justicia lo declaró responsable de la muerte de su hija de diez meses. Una pericia había determinado que la beba había muerto, en noviembre de 2021, por sobredosis de heroína y fentanilo que su padre, de 44 años, habría dejado al alcance de la niña. Ruby fue encontrada inconsciente en su casa después de que el padre llamara a la policía y acudieran los servicios de emergencias. El equipo forense estableció que la niña había fallecido por una “intoxicación aguda” por drogas. Auster admitió que se había inyectado heroína y se había dormido junto a su hija. Al despertar, advirtió que la niña tenía los labios azules y los ojos rígidos.

Daniel Auster aparece mencionado en ensayos como El cuaderno rojo y en la novela en clave “autoficcional” de Auster, La invención de la soledad, que comienza con la muerte repentina del padre del escritor. “La vida se convierte en muerte, y es como si la muerte hubiese sido dueña de la vida durante toda su existencia”, se lee al inicio.

El autor retrata el carácter del padre en diversas escenas; en una, lo hace coincidir con su nieto. “Como era de esperar, mi padre vio a su nieto solo tres o cuatro veces y en ningún momento fue capaz de distinguirlo de la masa impersonal de bebés que nacen cada día en el mundo. Daniel tenía dos semanas cuando lo vio por primera vez. Guardo un recuerdo muy vivido de aquel día: un domingo sofocante a finales de junio con una ola de calor y el aire del campo gris y húmedo. Mi padre aparcó el coche, vio a mi esposa acostando al bebé en su cochecillo y se acercó a saludar. Se inclinó un instante sobre el cochecillo, luego se incorporó y dijo: ‘Hermoso bebé, que tengan buena suerte con él’. Como si se refiriera al bebé de un extraño en la cola del supermercado. Aquel día, durante el resto de su visita, no volvió a mirar a Daniel y ni una sola vez pidió tenerlo en brazos”.

Daniel Auster también aparece en la película Cigarros, de 1995, dirigida por Wayne Chang y con guion de su padre, donde interpreta a un ladrón de libros. En la novela La noche del oráculo, de 2003, el narrador es un escritor que tiene un hijo drogadicto y resentido, Jacob, que con su comportamiento inquieta a la nueva pareja de su padre. “Se habían llevado el marco, pero solo alguien con un antiguo y profundo rencor hacia la persona retratada se habría tomado la molestia de romper la foto en pedazos -se lee en la novela-. Un ladrón profesional la habría dejado intacta. Pero Jacob no era un profesional; era un chico desquiciado, ofuscado por la droga, que se había tomado muchas molestias para perjudicarnos: para hacer daño a su padre atacando a dos de sus más íntimos amigos”.

Hustvedt también llevó a la ficción -en la novela Todo cuanto amé- un episodio similar. La relación de Daniel Auster con su padre y Hustvedt se había roto hacía varios años.

En el alegato contra el uso de armas de fuego en Estados Unidos, Un país bañado en sangre, publicado en 2023 en la Argentina, Auster retoma la impactante revelación que había hecho en La invención de la soledad: su abuela paterna había asesinado a su marido con disparos de pistola. “La verdad se reduce a lo siguiente: el 23 de enero de 1919, exactamente sesenta años antes de que muriera mi padre, su madre disparó y mató a su marido”. En el ensayo se intercalan memorias personales y fotografías de lugares donde ciudadanos estadounidenses llevaron a cabo masacres con armas de fuego, tomadas por Ostrander.

“Es imposible que un niño sufra una experiencia así, sin que su vida de adulto resulte afectada”, sugiere Auster.

No obstante, en Baumgartner, la novela que terminó de escribir en los últimos dos años, Auster rehace el destino de Harry Auster, el abuelo asesinado. Divorciado de su primera mujer, en la novela Harry se casa con Millie Koplan y da luz a la madre del narrador, Ruth Auster. Muere dieciocho meses después, pero no asesinado a los tiros, sino al caer de un andamio que colgaba de la fachada de un edificio, cerca de Washington Square.

“La historia inventada está formada por entero de significados, mientras que la historia de los hechos reales carece de cualquier significación más allá de sí misma”, conjetura Auster en La invención de la soledad. El “significado” de la muerte de Auster recién comienza a escribirse.

 

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