Engullen calamares, a poder ser gigantes, con una voracidad que no conoce límites: más de una tonelada de presas al día. Para atrapar sus ricos manjares, que incluyen rayas, pulpos y tiburones, son capaces de sumergirse hasta 2000 metros de profundidad en las aguas del planeta donde habitan, que son todas: desde los océanos abiertos a mares parcialmente cerrados como el Mediterráneo, el mar de Okhotsk, el golfo de México y el de California. Se comunican con sus iguales con unos curiosos chasquidos que son ecolocalizadores y les dicen también dónde están exactamente esos grandísimos calamares que se zamparán cuando la visión en mar profundo sea imposible por falta de luz.

Son los cachalotes. Los cetáceos de los grandes récords. Los tienen todos: son los animales con el cerebro más grande del planeta, los mamíferos dentados más enormes, los que aguantan más tiempo en apnea, los cetáceos que más exageradamente se distinguen entre los sexos. Los machos pueden medir 20 metros -háganse la idea y compárenlo con el largo de una piscina que tengan en mente- mientras que las hembras se conforman con una tercera parte de esta envergadura. Pueden vivir hasta 70 años y tienen otros récords, estos emocionales. Las hembras son grandes matriarcas, protectoras y cariñosas, y las que nadan con sus crías evitando largos recorridos, mientras que los machos se lanzan a surcar los océanos cuando tienen entre 4 y 21 años de edad, normalmente solos o en manadas con otros jóvenes si tienen que acercarse a los polos.

De todas las ballenas del mundo, el cachalote es sin lugar a dudas la más literaria y la que más ratos de ocio nos ha brindado entre letras. Moby Dick es un cachalote. La célebre novela de Herman Melville se basaba en la epopeya del ballenero Essex, que fue abatido por un cachalote en 1820. También es la que más nos ha hecho pensar sobre el origen de los nombres. ¿Por qué en inglés el nombre del cachalote es sperm whale, ballena de esperma? Pues al parecer, se debe a que de su cabeza se extraía el espermacito, una sustancia también denominada ‘cera de cachalote’, que se encuentra en las cavidades encefálicas del animal. Sus descubridores lo pudieron confundir, en un inicio, con esperma y de aquí el nombre en inglés. Esta sustancia fue muy codiciada por los balleneros del siglo XX por sus aplicaciones industriales, desde cosméticos a aceites, y de esta utilidad nefasta resultó la gran masacre de los cachalotes en los mares del mundo.

Gran parte de ello nos lo cuenta la bióloga Eva Carpinelli en el reportaje de sobre el Estrecho de Gibraltar que este número de mayo ocupa la portada de National Geographic España. Carpinelli es bióloga marina y está afincada en Tarifa desde que decidió estudiar cómo el Estrecho funcionaba como barrera ecológica entre los cachalotes del Mediterráneo y los del Atlántico; es decir: no se juntaban entre ellos. Si quieres conocer su historia y otras muchas sobre el estrecho de Gibraltar, puedes comprar aquí la revista.

Aprovechamos la inmersión para recordaros que estamos en los últimos días para presentarse al Concurso de Redacción Periodística para Jóvenes convocado por National Geographic y RBA Libros, con la colaboración de Fundación Ecomar y Volvo. Si tienes entre 14 y 25 años o tienes alguien cerca que los tenga, anímate o anímale a escribir un artículo sobre el mar. Los ganadores se publicarán en National Geographic y conseguirán grandes premios.

¡Hasta la semana que viene!

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