Allá por agosto de 2023, en plena campaña electoral, Javier Milei sorprendía con una confesión: “Soy bilardista, así que primero el resultado”.

César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo encarnan desde hace más de 50 años dos distintas formas de vivir el fútbol. Todo menottista se jacta de ser fiel a un estilo de juego vistoso y elegante, contrario a la especulación y caracterizado por la búsqueda permanente del arco rival; no se trata de ganar a cualquier precio, sino de gustar y de vencer jugando bien. Al bilardista, en cambio, no le importa la belleza del juego, sino el resultado final; no suele ver al fútbol como un entretenimiento, ya que lo trascendente es ganar como sea y cuanto más se sufra un partido, más se disfrutará si en definitiva se alcanza la victoria. La obsesión por no dejar ningún detalle librado al azar, tanto dentro como fuera del campo de juego, es una marca registrada de los bilardistas.

Pese a que más de una vez Milei se definió como “bilardista hasta la médula”, hasta no hace mucho pareció traicionar los principios que se le atribuyen al director técnico de la selección argentina campeona del mundo en 1986 y pareció mimetizarse con el lirismo propio de los menottistas. Reacio a una negociación que pudiera contaminar sus ideas, experimentó en febrero último su primera derrota en el Congreso, cuando decidió retirar su proyecto de ley ómnibus antes de que se viera expuesto a las modificaciones que iba a imponerle la oposición. El Presidente optó en aquella ocasión por el principismo antes que por el pragmatismo: “No quiero cualquier ley”, rezongaba antes de morder el polvo de la derrota.

Luego de esa experiencia, tal vez consciente de que se había convertido en el primer presidente incapaz de conseguir la sanción de una ley en casi cinco meses de gestión desde la reapertura democrática de 1983, Milei retomó el manual bilardista, según el cual de nada sirven el lirismo y la belleza del juego si no conducen al triunfo. Habilitó a sus funcionarios, con Guillermo Francos a la cabeza, para negociar lo que fuera necesario, resignando algo de identidad en pos de gobernabilidad, y así el Gobierno exhibió capacidad para transformar los 40 votos de los diputados de La Libertad Avanza en 142 votos que le dieron media sanción a la llamada Ley Bases y al paquete fiscal.

Lo que pase en el Senado, donde el kirchnerismo contaría con 33 integrantes dispuestos a rechazar el proyecto de ley del oficialismo, será otra historia. Cierto es que apenas le faltan cuatro votos para alcanzar el número mágico de 37 –la mitad más uno de los miembros de la Cámara alta– y definir la votación. Pero en el oficialismo hay confianza en que también se podrá alcanzar una mayoría favorable, en virtud de las negociaciones con varios gobernadores, de quienes se espera que puedan influir en el voto de los senadores de sus provincias. ¿Vuelve la vieja táctica del látigo y la chequera, que reabriría la posibilidad de recursos de la Nación para obras públicas en las provincias? En el paradigma bilardista, todo es posible. Lo importante es el resultado.

Hasta el momento, el Gobierno espera contar, además de los 7 senadores de La Libertad Avanza, con los 6 del bloque Pro, los 13 radicales, los 3 de Cambio Federal que encabeza el salteño Juan Carlos Romero, los 2 del Frente Renovador de la Concordia Social de Misiones, la tucumana Beatriz Ávila y la cordobesa Alejandra Vigo, lo que también arroja un total de 33. Si no se produce ningún cambio en los próximos días, cuando empiece a tratarse la Ley Bases en las comisiones de la Cámara alta, serían 6 los senadores que definirían la suerte de la iniciativa legal: el entrerriano Edgardo Kueider y el correntino Carlos Mauricio Espínola, del bloque Unidad Federal; los santacruceños José María Carambia y Natalia Gadano; la neuquina Lucila Crexell y la rionegrina Mónica Silva. Los negociadores del oficialismo esperan que al menos la mayoría de estos legisladores los acompañen y albergan incluso la esperanza de que algunos de los 33 senadores que el kirchnerismo cuenta como propios apoyen el proyecto o bien se ausenten en la votación.

Dos tercios de la población rechazan el paro de la CGT previsto para este jueves

En conclusión, la aprobación de la Ley Bases y el paquete fiscal en el Senado no será sencilla, aunque de ningún modo imposible. En cambio, hay altas probabilidades de que, si se aprueba en general, reciba modificaciones, que podrían ir desde cambios en el capítulo sobre el impuesto a las ganancias –impulsados fundamentalmente por las provincias patagónicas– hasta otros en las reformas laborales propuestas.

¿Qué ocurriría si el proyecto aprobado por la Cámara de Diputados es aprobado con modificaciones por el Senado? En tal caso, la iniciativa volverá a la cámara de origen y ésta podría darle sanción tal como vino de la Cámara alta o bien insistir en la redacción original con la mayoría absoluta de los diputados presentes, a menos que el Senado haya aprobado las adiciones o correcciones con dos tercios de los senadores presentes. En este último caso, que difícilmente pueda producirse, Diputados solo podría insistir en la redacción originaria con dos terceras partes de sus miembros presentes.

La importancia que el Gobierno le asigna a la sesión del Senado puede advertirse en un dato. Como el presidente Milei tiene previsto un viaje a Europa cerca de la posible fecha en que estaría en condiciones de tratarse la iniciativa legal, podría presentarse el caso de que la vicepresidenta Victoria Villarruel, al hallarse en ejercicio de la Presidencia de la Nación, esté impedida de presidir la sesión y de votar en caso de un empate. Ante esa posibilidad, altas fuentes del Gobierno aseguraron que el primer mandatario estará en la Argentina cuando se trate la Ley Bases en la Cámara alta, aunque tenga que postergar su periplo, que incluye su participación en un encuentro de la agrupación ultraderechista española Vox. Como buenos bilardistas, saben que hay que estar hasta en los más mínimos detalles y evitar contingencias inesperadas como las que vivieron a la hora de tratar la ley ómnibus en la Cámara de Diputados.

No obstante, hay veces en que el pragmatismo cede ante el fundamentalismo y las reacciones pasionales. Ocurrió en las últimas horas con la respuesta de la Oficina de la Presidencia de la Nación a las tan irrespetuosas como irresponsables declaraciones del ministro de Transporte de España, Óscar Puente, quien sugirió que Milei ingería “sustancias. El comunicado oficial indicó que “el gobierno de Pedro Sánchez tiene problemas más importantes de los que ocuparse, como las acusaciones de corrupción que caen sobre su esposa”. Añadió que “Sánchez ha puesto en peligro la unidad del Reino, pactando con separatistas y llevando a la disolución a España”, además de cuestionar “sus políticas socialistas que traen pobreza y muerte”. Existían otras formas de repudiar las insólitas declaraciones de un funcionario del gobierno español sin caer en la desmesura ni en la intromisión en los asuntos internos de otro país.

Sí se vio el pragmatismo cuando el Gobierno decidió fijar límites a los aumentos en los precios de las empresas de medicina prepaga o, más recientemente, en el aplazamiento de algunos incrementos en las tarifas del transporte público para postergar su impacto sobre los bolsillos. También, en la decisión de las autoridades nacionales de no moverse un ápice de la actual política cambiaria, que contempla devaluaciones del peso del orden del 2% mensual frente a una tasa de inflación mucho mayor. En respuesta a quienes hablan de atraso cambiario, Milei sostiene que “no estamos frente a esa situación, sino a un reacomodamiento de precios relativos donde la Argentina es cara en dólares dada su estructura fiscal y regulatoria”, al tiempo que sugiere que muchas empresas elevaron precios porque calcularon sus costos de funcionamiento con un dólar de 2000 pesos.

En auxilio de la posición del Presidente acudió el economista liberal Agustín Monteverde, quien dijo a LA NACION que “el programa debería cerrar con un ajuste por caída de precios”. Sostuvo que como se frenó la emisión monetaria, la cantidad de dinero creció menos de la mitad que la inflación, y que “los precios deberían bajar para que se produzca el equilibrio y para que muchos bienes no se queden en las estanterías”. Puede parecer una osadía, pero es cierto que, según consultoras privadas, en las últimas dos semanas se han registrado caídas en los precios de ciertos alimentos, artículos de limpieza e higiene personal. Junto a este dato esperanzador, Milei tiene otro motivo para ilusionarse: según la última encuesta de Giacobbe & Asociados, dos tercios de la población rechazan el paro de la CGT previsto para este jueves: el 53,5% está en contra del reclamo y del paro, y el 12,7% está a favor del reclamo pero no de la huelga.

 

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