Ser directivo del FC Barcelona es un honor, un privilegio, un sueño hecho realidad para muchos de ellos, si bien, por encima de todo, es una gigantesca responsabilidad. Sí, porque de forma solidaria y mancomunada, aunque a la hora de la verdad pueda resultar una gestión más o menos presidencialista (Núñez, Gaspart, Rosell, Bartomeu, Laporta…), tienen en sus manos el control temporal de un enorme patrimonio emocional y económico. Y es su deber hacerlo de forma abnegada, altruista… y ética.

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Más allá de la lealtad debida al presidente que te ha escogido para este viaje (a cambio de avalar con tu patrimonio y pagar la campaña, que conste…) y a tus propios compañeros de junta, los directivos, de forma tanto colectiva como individual, se deben a los verdaderos dueños de la entidad, que no son otros que los socios. Y este apasionante trayecto han de hacerlo llevando siempre en la mano derecha las sagradas escrituras del FC Barcelona, que son sus estatutos, y en la izquierda, el Código Ético y el manual de transparencia.

Precisamente para preservar y asegurarse de que así sea existen las juntas directivas, para que conste en acta la decisión mayoritaria de los responsables del club. Es en esas juntas donde se debe decidir todo y los acuerdos tomados en ellas han de ser inapelables. Nadie, salvo ellos mismos, pueden revertirlos. Si de verdad se hubiera hecho siempre así, sin subterfugios, el FC Barcelona se habría ahorrado muchos quebraderos de cabeza a lo largo de su reciente historia, como los casos Negreira y BarçaGate, por ejemplo.

Verán, cuando dos profesionales con la experiencia y el prestigio que atesoran los periodistas Jordi Basté y Xavi Torres, y con su nivel de contactos, afirman que en la última junta directiva se decidió que Xavi Hernández no continuaba como entrenador, me lo creo (Pd: ¿les enviará el FCB un burofax con derecho a rectificación o quien calla otorga?). Y me lo creo, entre otras cosas, porque esa famosa tarde/noche del miércoles, la responsable del gabinete presidencial llamó por teléfono a la mayoría de los directivos para que el presidente les explicara personalmente el sorprendente cambio de opinión. Después se produjo el sainete.

Los directivos del FC Barcelona deben mirarse al espejo y preguntarse si de verdad su opinión importa, si realmente se les tiene en cuenta o si son meros acompañantes del presidente y sus asesores. Han de tener la personalidad suficiente como para discernir si aportan algo o no. Reflexionen.

 

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