Fue el 27 de enero. 3-5 ante el Villarreal y Xavi que se presenta ante la prensa y anuncia su dimisión aplazada. «El 30 de junio me voy». Un movimiento inédito que, por lo tanto, implica también un desenlace inédito. Puede que se vaya o puede que no.

Es evidente que si termina bien la temporada, ya no digo con un título, que eso significaría un reconociendo histórico a su valía, preparación y conocimientos como entrenador y a la estrategia personal y psicológica nunca antes aplicada por nadie, su fuerza ante la directiva le situaría en una posición de privilegio para continuar cómo a él le interese continuar, supongo que con plenos poderes en la parcela deportiva. Y ahí ya se abriría un nuevo y apasionante juego de intereses.

Más información (Auto)

100475573

La cuestión es que desde el 27 de enero, el Barça ha jugado once partidos, nueve de Liga y dos de Champions, de los que ganado ocho y empatado tres… ojalá hubiese ‘dimitido’ antes. Y lo más relevante, le ha dado la vuelta al juego del equipo en las peores circunstancias, sin De Jong, Pedri, Balde ni Gavi. Ahí está su mérito como entrenador.

Ha lanzado a Cubarsí al estrellato, ha rescatado a Christensen como mediocentro, ha recuperado contra todo pronóstico a Sergi Roberto como el jugador que marca el rumbo posicional y el tempo del juego, ha acercado a Fermín a las prestaciones de Gavi, ha dado confianza y galones de jugador importante a Lamine, ha reinventado a Raphinha como interior y se ha ganado el respeto de Lewandowski. Ha demostrado que es un buen entrenador y, por lo tanto, se ha cargado de razones para seguir y exigir… si es que quiere, naturalmente.

 

Facebook Comments