Laporta y Xavi continúan escenificando su gran relación a puertas de las dos semanas más decisivas del curso. El presidente ha entendido que el entrenador necesitaba estar más arropado que nunca para afrontar los cuartos de final de la Champions ante el PSG y el decisivo Clásico del Bernabéu y no ha arroado elogios y gestos para reforzar su figura ante un vestuario que parece liberado desde el mes de enero. Nadie sabe que pasará en los próximos 15 días, pero no hay duda que el Barça ahora tiene otra cara y que, internamente, se empiezan a creer que pueden lograr algo importante.

De no hacerlo, la frustración puede acabar con las opciones de una marcha atrás del entrenador, pero aquí aún hay muchas cosas por decidir en el caso de que Xavi cambie de opinión. Y la principal, que no única, pasa por la confección de la próxima plantilla. Sin fichajes de los denominados diferenciales, es poco probable que el entrenador de el paso al frente, consciente de que los jóvenes ya han realizado demasiados milagros como para volver a tentar a la suerte.

Xavi ha perdido poder en la gestión de planificación desde la salida de Mateu Alemany y Jordi Cruyff. Es algo obvio y que debería enmendarse si el técnico debe continuar como quiere el presidente. Hay buena relación con Deco, pero sus peticiones son claras y el club debería trabajar para intentar conseguirlas. Sino su continuidad sería incompleta y hasta complicada para el club blaugrana. Xavi sabe cómo está el club y tiene claras sus preferencias con Zubimendi, Bernardo Silva o Kimmich encima de la mesa. Conjugar todos estos deseos es clave para pactar un futuro mejor.

Los deseos de Xavi son complicados en el escenario económico actual y solo podrían lograrse a través de ventas importantes. Y ahí debería haber consenso entre el área deportiva y un entrenador que debería mandar más para rendir con más seguridad. Seguro que habrá debate a finales de abril y también es seguro que Laporta quiere que siga.

 

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