El juicio penal contra Donald Trump comenzó finalmente en un tribunal de Nueva York, en plena campaña presidencial. Es este el primero de los cuatro casos penales en los que se encuentra acusado y puede ser el único que llegue a un veredicto antes de que los votantes decidan, en noviembre de este año, si el candidato republicano puede regresar a la Casa Blanca.

El caso está a cargo del juez Juan Merchan. Se acusa a Trump de falsificar los registros contables de su empresa para ocultar un pago de 130.000 dólares a una actriz porno, Stormy Daniels, durante la campaña de 2016, para evitar que difundiera afirmaciones sobre un encuentro sexual con Trump que podría haber tenido lugar una década antes.

Trump continúa presentándose como víctima de una gran conspiración que manipula el sistema judicial para impedirle llegar al poder. Así, impulsa su doble estrategia: hacer todo lo posible por impedir que se cumplan los procesos mientras también los desprestigia, erosionando al sistema judicial.

Hace pocos días se quejó en su plataforma Truth Social, donde manifestó que nunca antes había sucedido algo así en los Estados Unidos y sostuvo que el juez debería ser recusado por ser muy conflictivo y que tendría que desestimarse el caso. Merchan ignoró los dichos de Trump, pero endureció la orden de silencio, prohibiéndole atacar a sus familiares o a los del fiscal principal del caso, Alvin Bragg.

No deja de ser desconcertante y llamativo que el aspirante republicano mantenga una masa tan robusta de seguidores, muchos incluso convencidos de que los procesos en su contra delatan una conspiración opositora de los demócratas.

Según encuestas de The Wall Street Journal en siete estados claves, Trump sigue delante del presidente Joe Biden en aquellos estados con más probabilidades de decidir la elección presidencial.

En cualquier caso, ya sea que resulte favorable o adverso el veredicto del jurado, será responsabilidad de la ciudadanía estadounidense que Trump repita o no una presidencia cuando durante los años de su mandato se comportó como un líder sin contrapesos y carente de respeto por los principios de las democracias liberales, mostrándole al mundo todo aquello de lo que es capaz con tal de aferrarse al cargo.

Al margen de las consecuencias políticas, lo más trascendental es que se está cumpliendo plenamente con un fundamento clave del sistema republicano estadounidense, basado en el respeto al Estado de derecho: la igualdad ante la ley. Ni los expresidentes ni los candidatos presidenciales están al margen de los procesos judiciales y las normas de la Constitución norteamericana. En ese sentido, muchos deberíamos aprender del ejemplo de funcionamiento institucional que Estados Unidos brinda al mundo.

 

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