Mientras que nos acostumbramos a trabajar con interrupciones permanentes y con la concentración diezmada, todos sabemos que cuando logramos enfocarnos los resultados son otros. Estamos en control y nos sentimos mejor, logramos cosas mucho más rápido y esto impacta en la calidad de nuestro trabajo. No es fácil, pero podemos entrenarnos. Daniel Goleman, psicólogo bestseller y padre del concepto de inteligencia emocional, lo hizo de nuevo. Óptimo: cómo sostener la excelencia personal y organizacional todos los días (febrero, 2024) es su nuevo libro donde describe las habilidades para alcanzar el mejor rendimiento a través de la gestión de nuestras emociones para sentirnos “óptimos”. Primera habilidad a desarrollar: el foco. “Poder dejar de lado las distracciones y concentrarse completamente en lo que estás haciendo no solo te ayuda a estar en el estado óptimo, sino a ser más productivo”, dice. Esta capacidad de concentración requiere un alto nivel de autoconciencia y está relacionada con la inteligencia emocional, que puede ser desarrollada. La capacidad de ser consciente de los propios pensamientos y sentimientos nos permite distinguir entre lo que es relevante y lo irrelevante, lo que en última instancia mejora la capacidad de concentración.

Secretos de productividad: 3, 2, 1… backup!

Una segunda habilidad es el control cognitivo, pilar de la autogestión. Esta es la capacidad de gestionar los impulsos, que está entrelazada con nuestra capacidad de concentrarnos y autogestionarnos. “El control cognitivo es el circuito del cerebro que gestiona los impulsos”. En los adultos, si bien esta parte del cerebro está desarrollada, se puede mejorar aún más con la práctica. Al practicar la atención plena, la respiración consciente, la concentración, dejar que la mente divague y traerla de vuelta, y luego, cada vez que la traes de vuelta, estás fortaleciendo los músculos para el control cognitivo”, explica Goleman. Cuanto más capaces son las personas de concentrarse, más control cognitivo tienen. En tercer lugar, el propósito o motivación para hacer mejor las cosas. En el libro da un ejemplo de una línea de colectivos que solía tomar en la ciudad de Nueva York cuyo conductor, Govan Brown, convertía su trabajo aparentemente mundano en una experiencia satisfactoria al tratar a los pasajeros de manera especial. “Involucraba a todos, les daba la bienvenida y estaba realmente interesado en conectarse con ellos intercambiando ideas”, cuenta, mencionando que Brown recibió más de 3000 cartas de recomendación por su gran trabajo y ni una sola queja. Personas que tienen un sentido de propósito, incluso si no coincide con su organización, pero que se sienten inspirados en lo que hacen, lo hacen mejor.

Afortunadamente, incluso si estas habilidades no nos son inherentes, se pueden cultivar y perfeccionar, allanando el camino para sostener nuestra excelencia y sentirnos óptimos.

 

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