La llegada de la pandemia y el encierro tan prolongado desmotivó a Melina Medica, de 37 años, de su entusiasmo por la costura. El miedo a lo desconocido, las medidas de seguridad e higiene que se debían cumplir y la incertidumbre se habían apoderado de su vida. Todo eso le había producido un bajón anímico. Claramente, no tenía más ganas de hacer lo que tanto le gustaba.

Durante esos tiempos difíciles en los que todo el mundo era azotado por el coronavirus, Melina trabajaba desde su casa como Administradora de Bases de Datos de una empresa multinacional.

Sin embargo, por aquellos días se sentía vacía. Más allá de compartir el tiempo junto a su marido y a sus tres hijos, había algo que le estaba faltando. Su sonrisa, prácticamente, había desaparecido. Sus momentos de alegría cada vez eran más escasos.

Hasta que una tarde esa tristeza comenzó a transformarse en recuerdo y esas anécdotas del pasado la ilusionaron con un futuro más esperanzador.

Inolvidables recuerdos

Los padres de Melina se habían separado cuando ella tenía ocho años. Como su mamá trabajaba casi todo el día, muchas veces no podía ocuparse de ella ni de su hermano. Por esa razón, su tía Emilce (hermana de su papá) y sus abuelos paternos colaboraron con la madre en el cuidado de sus dos hijos.

Esa situación llevó a Melina a tener una relación muy estrecha con su tía, que era azafata y que muchas veces la llevaba de viaje por Europa y Estados Unidos. Eso ocurrió entre los 8 y los 17 años.

“Mi tía es y siempre fue la mejor. Desde chica, recuerdo que pasaba tiempo con mi hermano y conmigo, ponía la casa para los cumples. Siempre fuimos muy compinches, siempre la admire y es el día de hoy que tenemos una hermosa relación a pesar de la distancia. Hablamos mucho y nos entendemos. Pensamos muy parecido y no creo que sea casual. Ella estuvo y está siempre para mí y yo para ella”, se emociona Melina.

“Viajar era increíble y en esas épocas era la reina del avión”

Durante los vuelos, para que Melina se entretuviera, Emilce le entregaba kits de costura con el bastidor y la tela para bordar en punto cruz.

“Viajar era increíble y en esas épocas era la reina del avión, todos los compañeros de mi tía estaban detrás mío viendo si quería comer o tomar algo, estaba totalmente consentida”.

Con esos kits que le daba su tía, Melina hacía baberos, señaladores y otras cosas que después regalaba.

Un regalo muy significativo

Los años fueron pasando y eso que de niña era solamente un hobby, se fue transformando en un trabajo una vez que, junto a su marido, Sebastián, se fueron a vivir a Rosario. Mientras esperaba la llegada de su primer hijo, le pidió a su tía una buena máquina de coser para crear baberos y accesorios personalizados para su bebé.

Entonces, Emilce le obsequió una máquina de coser Brother, algo que le produjo una enorme felicidad.

Motivada por sus ganas de emprender diferentes ideas y alentada por los conceptos elogiosos que recibía de sus trabajos, en 2013 nació su primer proyecto, Bebezitoz, donde vendía a pedido.

Posteriormente, tuvo otros emprendimientos en los que comenzó a confeccionar cartucheras y accesorios a pedido. Además, para ese entonces había adquirido una máquina industrial.

Un sueño que la hizo cambiar de rumbo

Sin embargo, durante la pandemia Melina sentía que no estaba en condiciones anímicas de seguir cociendo. El cambio de planes se dio cuando recibió un llamado telefónico de su hermano, desde Buenos Aires, para que lo ayudara en recolectar alimentos para un comedor. Ese fue el primer paso para que tomara impulso para reinventarse y redescubrirse desde otro lugar: la solidaridad.

Pero lo más importante fue cuando una de esas noches tuvo un sueño que definitivamente la ayudó a cambiar de rumbo y a volcarse de lleno en la pasión por ayudar al prójimo. En esas imágenes que aún recuerda se veía sentada en el asiento de un avión jugando con los elementos de costura que le regalaba su tía. Nada era casual. Lo llaman sincrodestino o sincronicidad, pero Melina había retornado, por unos minutos, a esas hermosas vivencias de niña. Y ese sueño significó el disparador que necesitaba para hacerle caso a su corazón, que tan bien la aconsejaba.

“Me hizo dar cuenta que estaba mejorando mi estado de ánimo”

Fue en ese momento cuando Melina retomó su proyecto, descartando la venta y poniendo toda la energía en la solidaridad. Entonces, abrió un perfil de Instagram , con el objetivo de coser confeccionando cartucheras.

“Antes de comenzar con los proyectos solidarios estaba muy desganada y cuando empecé con el primero, mi gran amiga Sandra Grosso me dijo: ‘Te cambió hasta la voz´. Siempre me había hecho bien coser y ella notó ese cambio en mi voz. Me hizo dar cuenta que estaba realmente mejorando mi estado de ánimo, que me hacía bien, que iba por el camino correcto”.

“Mi Mochi 2023″

La historia de Melina trascendió a raíz del vínculo que ella mantiene con Fonbec, una fundación cuya misión es posibilitar, mediante un aporte económico (de padrinazgo) y acompañamiento académico y personal, que estudiantes de entornos socioeconómicos vulnerables puedan continuar sus estudios.

Todos los años, ante el inicio del ciclo lectivo, esta fundación convoca a la donación de mochilas con útiles escolares para sus becarios. Y en 2023 Melina inició su proyecto “Mi Mochi 2023″ en apoyo a dicha campaña.

Junto a unas costureras, consiguió coser alrededor de 40 mochilas y cartucheras, que fueron repartidas en el Hogar de Protección al Menor y en las escuelas de islas con becarios de Fonbec.

Una increíble emoción

Ante semejante éxito, al comienzo de 2024 repitió la misma experiencia. “El día de la entrega del proyecto “Mi Mochi 2024″ con Fonbec fue increíble. Si bien después de cada proyecto yo quedo super feliz por los resultados y me llegan fotos de las entregas y demás, era la primera vez que estaba presente en el momento en el que lo que estábamos haciendo llegaba a los destinatarios finales. Traté de compartir todo lo que pude con las demás costureras en el grupo de WhatsApp que tenemos y hablábamos de esos sentimientos encontrados que teníamos en ese momento. Por un lado, la alegría de ver que nuestro amor llegaba a cada niño y niña y, por el otro, una angustia de saber que hay tanto más por hacer y que una no puede abarcar todo”.

A raíz de ese primer contacto con Fonbec, desde hace unos meses Melina, junto a su marido, apadrina a una nena llamada Abril, una labor que para ella es muy gratificante, no solo por el aporte económico que realiza, sino también por estar presente en su vida.

La alumna que superó a su maestra

Hace varios años que Emilce, su tía, está viviendo en Gran Bretaña y pese a la distancia continuan manteniendo una hermosa relación. Y con mucho orgullo sigue la ascendente carrera de su sobrina que se inició hace casi 30 años en un viaje en avión en el que ella se desempeñaba como azafata.

“Ya se podía ver la curiosidad, la determinación y la resiliencia de esa nena con sonrisa contagiosa y rulos rubios. No es casual que sea lo que es, incluyendo esa maga de la costura, pero con un agregado: utilizándola para ayudar a los demás. Y acá es el caso no excluyente del alumno que supera al ‘maestro’”, concluye Emilce.

 

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