Artista: Taylor Swift. Álbum: The Tortured Poets Department. Canciones: “Fortnight”, “The Tortured Poets Department”, “My Boy Only Breaks His Favorite Toys”, “Down Bad”, “So Long, London”, “But Daddy I Love Him”, “Fresh Out the Slammer”, “Florida!!!”, “Guilty as Sin?”, “Who’s Afraid of Little Old Me?”, “I Can Fix Him (No Really I Can)”, “loml”, “I Can Do It With a Broken Heart”, “The Smallest Man Who Ever Lived”, “The Alchemy”, “Clara Bow” y otros. Edición: Universal Music. Nuestra opinión: bueno.

La vida discográfica de Taylor Swift es una constante de ida y venida; de los estrenos a aquellos discos que grabó en el comienzo de su carrera y por cuestiones contractuales decidió regrabar, para tener más acceso a los derechos de esas publicaciones. Así fue que en lo que va de esta década regrabó y publicó cuatro volúmenes -Fearless, Red, Speak Now y 1989- y estrenó en años pares otros cuatro -Folklore y Evermore (2020), Midnights (2022) y The Tortured Poets Department (2024), el que acaba de publicar y que hoy atrae a todos los ojos y oídos que se puedan imaginar-. Semejante producción, sumada a las giras de conciertos de tres horas, pintan a una verdadera adicta al trabajo y este flamante estreno es su prueba más fiel.

Taylor Swift se desahoga en su disco más personal e introspectivo. El “departamento de los poetas torturados” es una lista de canciones (son 16) que para entenderlas mejor habrá que setear los ojos y la vista según los formatos de décadas atrás. Una vez realizado este procedimiento, se puede presumir que está pensada en blanco y negro como álbum doble, para vinilo, con cuatro temas para cada uno de esos cuatro lados que poseen estos LP. Por supuesto que también se podrá escuchar de corrido, como un sinfín de canciones, porque en plataformas, además de los 16 tracks oficiales también está disponible una segunda entrega llamada TTPD: The Anthology (aparece en letras más pequeñas en algunos diseños de esta portada). Ante semejante producción y a apenas dos años del lanzamiento de su estreno anterior, Swift se posiciona hoy como una songwriter del pop, compulsiva, pero no impulsiva. Porque en este nuevo disco hay mucha reflexión sentimental. Además de un largo recorrido que alterna amores y desamores, aparece en este inventario una gama de sentimientos, dudas y hasta contradicciones propias del cambio de miradas que da el paso de los años. Hoy, aunque sigue siendo joven (tiene 34 años), es capaz de arriesgar en canciones.

Con una escucha en continuado que no requiere correr el pickup de la bandeja para dar vuelta el vinilo, se cae en la cuenta de que The Tortured Poets Department transcurre en una especie de planicie sonora donde su función musical es absolutamente complementaria de lo que tiene la letra para decir. Más allá de la hechura poética y el relato, aquí hay una clara apuesta a la palabra, que Swift ha profundizado con el paso de los discos.

Recién en el track 13 del recorrido lineal aparece “I Can Do It With a Broken Heart”, un tema tecno pop muy movido de escasa trascendencia, que va de camino a la pista de baile, aunque luego depositará a Taylor en la misma senda con la que había comenzado. Porque, es justo decirlo, no quiso con este disco coritos de cancha sino asestar notas de cierta sagacidad. Muchas veces lo logra desde voces de corazones rotos o desde una actitud casi desangelada que observa con ironía un pasado idílico. Y quizá no sea casual que el segundo tema que aparece en esta producción sea el que da título a todo el proyecto. En “The Tortured Poets Department” dice: “Dejaste tu máquina de escribir en mi apartamento. El departamento de poetas torturados. Creo que algunas cosas nunca digo ¿Quién usa máquinas de escribir? Pero estás en modo autosabotaje. Tirando púas al camino (…) ¿Quién más te decodifica? ¿Y quién te abrazará como yo? ¿Y quién te conocerá, si no yo? Me reí en tu cara y dije “Tú no eres Dylan Thomas, yo no soy Patti Smith. Esto no es el Hotel Chelsea, somos idiotas modernos”.

Hay más de esto. “El hombre más pequeño del mundo”: “Me colgaste en tu pared. Me apuñalaste con tus tachuelas. En público, has presumido de mí. Luego te hundías en un olvido ebrio. Porque una vez que tu reina llegó la trataste como a una extra. Apagaste las luces del escenario, pero seguías actuando. Y a plena vista, te escondiste. Pero eres lo que hiciste. Y te olvidaré, pero nunca perdonaré”.

El “Clara Bow” lo que hace no es rendir homenaje a una estrella norteamericana del cine mudo sino referir al lugar que a esta actriz le tocó en la vida. También menciona a una gran cantante de las décadas del setenta y del ochenta (muy conocida gracias al grupo Fleetwood Mac), Stevie Nicks. “La belleza es una bestia que ruge a cuatro patas. Exigiendo más sólo cuando tu brillo de niña parpadea ¿Te lo hacen saber? Es un infierno en la tierra ser celestial”. Al final ella también se pone en ese lugar. “Te pareces a Taylor Swift. En este sentido, nos encanta. Tienes ventaja, ella nunca la tuvo. El futuro es brillante y deslumbrante”.

Entre todas estas declaraciones, muy bella ha quedado “Florida!!!”, la canción que interpreta con Florence + The Machine. A medida que transcurre el álbum también se nota que “Fortnight” en compañía de Post Malone, le da un toque distintivo. Más adelante Taylor tomarán otros aires con temas como “I Can Fix Him (No Really I Can)” o la balada de piano “loml”.

Las ventajas del mundo virtual, a pesar de sus diversos rótulos, permiten seguir de largo de esos 16 temas y entrar sin pedir permiso a TTPD: The Anthology, que es ese gigantesco bonus de 15 canciones donde Swift mantiene esa línea casi convencional donde a partir de experiencia propias y ajenas construye nuevos relatos, en este caso más de voz y de guitarra y sin la producción sonora del primer álbum doble. Allí, con “Albatross” se convierte en una especie de Eddie Brickell, con “So High School” se pone adolescente y con “Chloe or Sam or Sophia or Marcus” suena obvia. Y entre las que sobresalen de esta tanda se puede mencionar a “The Black Dog”, “I Hate It Here” (”Rápido, rápido -comienza-. Dime algo horrible como si fueras un poeta atrapado dentro del cuerpo de un tipo de finanzas”) y “I Look in People’s Windows”.

Si en su conjunto queda conformada una producción buena pero no sobresaliente quizá sea porque entre semejante volumen la fineza de la hechura o la sagacidad de algunas canciones se diluyen entre aquellas que seguramente pasarán inadvertidas. Son los riesgos que se corren con trabajos de semejante volumen.

Mientras tanto, afuera hay gente que habla y gente que busca el culebrón de la tarde. La tarea que compete a tantos cada vez que se pública el nuevo disco de una estrella pop de fama mundial son las entrelíneas de las canciones. Más allá de la buena o mala factura del producto total, el foco siempre estará puesto en qué temas estos artistas le han dedicado a ex novios o ex novias. Y porque no, a supuestos enemigos de la realidad o de la artificialidad. ¿“thanK you aIMee” (de TTPD: The Anthology) es un tiro por elevación para Kim Kardashian? ¿Y dónde están los ex de Taylor (el actor británico Joe Alwyn y el cantante Matty Healy? Luego de sesudos análisis en las redes muchos declaran que en temas como “My Boy Only Breaks His Favorite Toys” hay referencias a Matty y que el sustantivo tácito de “So Long, London” es Joe (”Dices que abandoné el barco, pero me estaba hundiendo con él / Mis nudillos blancos se aferran con fuerza a tu silencioso resentimiento”). ¿Y cuántas veces hablará de ella? “No quiero dinero / solo alguien que quiera mi compañía / permíteme ser yo una vez”, dice en “Profecía”.

 

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