Para cualquier persona moderadamente civilizada, escupir es cuanto menos un comportamiento grosero. Sin embargo, para algunos animales -aunque contados-, lanzar esputos es parte de su comportamiento habitual, e incluso puede ser decisivo para la supervivencia. Algunas especies  escupen para protegerse,  otros recurren a esta táctica para cazar o para proteger sus capturas. Las llamas y las alpacas son las más conocidas, pero no las únicas. ¿Para qué querría escupir una foca o un pez? Te lo explicamos.

Llamas y alpacas

Antiguamente se pensaba que la llama y la alpaca eran descendientes del guanaco salvaje. Sin embargo, estudios moleculares demostraron que las segundas podrían ser quizás un cruce entre la llama y la vicuña salvaje. Ambas especies pertenecen a la familia de los camélidos y se domesticaron hace miles de años, con lo que en la actualidad no quedan ejemplares en estado salvaje. Cuando se sienten amenazadas o molestas, pueden lanzar dardos de saliva por la boca, algo que también hacen sus primos hermanos, tanto los camellos bactrianos como los dromedarios.

Las llamas suelen ser más propensas a estos encuentros desagradables. A veces su saliva está mezclada con ácidos estomacales y vómitos. No es dañina, aunque sí que puede tener un olor desagradable. No apto para escrupulosos. 

Cobras 

Las llamadas cobras escupidoras (distintas especies del género Naja) también lanzan salivazos, aunque no desde los labios o la boca, sino desde los colmillos. Estas serpientes son una doble amenaza, pues además de inyectar el veneno mediante una mordedura, también escupen toxinas a una distancia de entre 2 y 3 metros. Lo hacen por diversos motivos, aunque en la mayoría de los casos lo hacen en defensa propia.

Eso sí, no apuntan a objetivos aleatorios, sino que saben muy bien dónde y cuándo disparan: el objetivo siempre es hacerlo lo más cerca posible de los ojos y de la cara de un potencial agresor. Si te escupe alguna de estas cobras, no hay por qué alarmarse, pues no es dañina en contacto con la piel. Eso sí, puede provocar heridas si entra en contacto con los ojos. 

Focas grises

Megan Jacobs, estudiante de doctorado en la Universidad de Portsmouth, en Inglaterra, no podía creer lo que veía cuando su madre, Clare, le enseñó las imágenes que había grabado a principios de enero de 2022. Se trataba de un pigargo europeo (Haliaeetus albicilla) que sobrevolaba las aguas costeras del puerto de Newton, en la isla de Wight, en el sur de Inglaterra. Pero lo que le sorprendió no fue el hallazgo de este majestuoso ejemplar, uno de los 12 que se han liberado en la isla en los últimos años después de que desapareciera de la región hace más de 200 años, sino su encuentro con una foca gris que parecía estar lanzándole un chorro de agua. Ninguna de ellas había visto nunca escupir a una foca. ¿Hasta qué punto se trataba de un comportamiento normal?

«Los avistamientos de focas grises y pigargos europeos en la Isla de Wight no son para nada una rareza. Sin embargo, hasta la fecha no se habían registrado interacciones entre estas dos especies” – afirma esta bióloga, autora de un paper de la Universidad de Portsmouth en el que se documenta este extraño acontecimiento-. Es la primera vez que se tiene constancia gráfica de que las fosas grises escupen contra su posible agresor como método de defensa o agresión de un enemigo aéreo», dice Jacobs, quien añade que «escupir es una actividad poco habitual entre los vertebrados, lo que convierte a este caso en un hecho fascinante que pone en tela de juicio nuestra percepción de los mecanismos de defensa de los animales». 

Como piscívoros que son, estos animales pueden estar a menudo en competencia por las presas, con lo que escupir puede ser una estrategia para defenderse de estas u otras aves rapaces, indica el estudio. «Estoy muy contenta de que tengamos pruebas fotográficas, ya que hasta la fecha solo se había documentado este comportamiento en humanos, camellos, llamas y alpacas, así como en algunas serpientes, donde se utiliza para administrar veneno, y el pez arquero”, concluye.

Peces arquero

¿Un pez que escupe? ¿Para qué querría un pez escupir debajo del agua? En realidad, técnicamente lanza estos dardos sobre la superficie, aunque los proyecta debajo del agua  Estos pequeños peces de la familia Toxotidae viven normalmente en arroyos de agua dulce, estanques y humedales. Se alimentan de insectos, que capturan siguiendo una estrategia de lo más inusual, atacándolos cuando están desprevenidos ¿Qué himenóptero posado sobre una rama a una distancia prudencial de un arroyo podría sospechar que el peligro le vendrá precisamente de debajo del agua? Pero estos peces lo consiguen, con una estrategia nada convencional: lanzando un chorro de agua a presión hasta hacerlos caer. La clave, según descubrieron los científicos, es calcular exactamente la presión y la distancia, pues solo se dispone de una bala. Pero estos pececillos cuentan con una sorprendente adaptación que les permite ser extremadamente eficaces y eficientes, aunque no puedan ver nítidamente a sus víctimas.

“Los peces arquero necesitan transferir suficiente fuerza para superar las fuerzas adhesivas con las que las presas se adhieren al sustrato -explica a National Geographic España Stefan Schuster, biólogo de Universidad de Bayreuth, en Alemania, especializado en fisiología animal, quien hace años realizó un minucioso estudio sobre los procesos internos que permitían a estos peces alcanzar su objetivo de una forma tan eficaz-. Si no lo hacen, su disparo mojaría a su presa o la sorprendería, pero no cumpliría su principal objetivo: derribarla”. 

Según Schuster, lo que los científicos no esperaban es que estos animales fueran capaces de ajustar sus chorros a distintas distancias, en función de sus necesidades. Esto permitiría, argumenta, considerar este hecho como un ejemplo de uso de herramientas. “El control exhaustivo de la apertura y cierre de la boca es clave para lanzar estos chorros a presión -explica- algo digno de mención, pues algunos estudios alegan que la capacidad para lanzar objetos a distancia, como pueden ser piedras o lanzas, era una habilidad exclusivamente humana.

Y resulta que hay que lanzarlo en el momento exacto. “Si dispara demasiado pronto, golpeará detrás del objetivo, mientras que si lo hace demasiado tarde se corre el riesgo de que el objetivo haya desaparecido”, explica. Lo que convierte a estos peces en único es que tienen la suficiente versatilidad para regular su disparo, controlando con precisión la fuerza y la distancia para lograr su objetivo. ¿Pudo tratarse de un caso de adaptación evolutiva? Difícil saberlo, pues estos peces cuentan con neuronas especializadas para tal efecto, una estrategia que les puede servir para aumentar la fuerza necesaria y ampliar el alcance del disparo. Neuronas que, sin embargo, también podrían ser útiles para otros comportamientos, más allá de disparar potentes chorros de agua contra sus presas. 

La fuerza con la que estos pececillos derriban a los incautos insectos es lo que los hace diferentes de otras especies que escupen, afirma Shuster, quien pone el ejemplo antes descrito de las focas grises. “En este caso, el propósito no parece ser derribar el ave, sino asustarla. Pero en el caso de los peces arquero, necesitan transferir una cantidad exacta de fluido a una determinada fuerza para acabar con su presa”. Y eso es precisamente los convierte en unas criaturas tan fascinantes, aún a base de escupir al prójimo… Nadie es perfecto, después de todo. 

 

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