Ana María, flamante madre de las mellizas Gabriela y Cecilia, tiene a sus hijas en una cunita al lado suyo, mientras usa su computadora personal para buscarles universidad, a la que concurrirán 17 años más tarde. En cierto momento una de las bebas se hace caca. “¿Qué hago? –se preguntó Ana María– ¿Les sigo buscando universidad a mis hijas o paro y le cambio el pañal a la que se ensució?” Opta por esto último, de manera que en su accionar privilegió lo urgente frente a lo importante. ¿Podrán todas las madres del mundo estar equivocadas, o estamos delante de una de esas afirmaciones que se repiten sin pensar?

Para que me ayudara en esta cuestión, entrevisté al nigeriano Samuel Adepoju Aluko (1929-2012), quien estudió en la Universidad de Londres y en la Escuela de Economía de Londres (LSE). Mientras cursaba estudios en esta última, escribió artículos sobre la situación existente en su país, como consecuencia de lo cual le suspendieron la beca que se le había otorgado. Entonces, la LSE decidió costearle sus estudios. Entre 1980 y 1983 fue asesor económico del gobierno. La colaboración que le prestó al presidido por el general Sani Abacha terminó siendo apreciada incluso por sus detractores. Con su fallecimiento terminó una era. Fue el último de los integrantes de las élites políticas y académicas anteriores a la independencia de su país. Fue mucho más que un funcionario público: fue un educador, un servidor público y un intelectual. Era un ícono de la economía.

–Interesante el perfil que surge de la conversación que usted mantuvo con Okenwa R. Nwosu.

–Siempre muy amable, mi querido amigo. En efecto, mis puntos de vista sobre Nigeria eran analíticos y pragmáticos. La naturaleza multiétnica de la sociedad nigeriana plantea graves obstáculos para considerar una fórmula extraconstitucional que asegure la adecuada representación, dado que en el país existen más de 250 grupos étnicos. En el contexto de la sociedad nigeriana no tenemos un país productor de petróleo, sino uno que tiene petróleo. Porque para su extracción, los recursos no renovables como el petróleo requieren insumos externos de mano de obra especializada y financiamiento.

–Dada su experiencia gubernamental, lo consulto sobre la importancia que lo urgente y lo importante tienen y deben tener en las decisiones públicas.

–Viene a cuento la afirmación de John Maynard Keynes de que no hay nada peor que un mal aguantable, principio que ilustró con el siguiente agregado: “Si las moscas fueran tan peligrosas como los leones, hace siglos que hubieran desaparecido”.

–En economía, ¿qué quiere decir eso?

–Que el ministro de Economía de un país o el presidente de su Banco Central, dejan todo lo que tienen entre manos para ver qué hacen cuando se produce una corrida bancaria, pero no cuando, como consecuencia de algún conflicto internacional, se dificultan las exportaciones de productos primarios. Los funcionarios, como las madres, en el plano decisorio privilegian lo urgente por sobre lo importante.

–¡Qué barbaridad!

–Todo el mundo hace lo mismo. Usted llega a su casa, la bañadera desborda y se está inundando su vivienda. ¿Corre usted a cerrar la canilla o a llamar a un plomero, o primero le presta atención a la crisis en Medio Oriente? Un médico encuentra a un ser humano con un infarto y una uña encarnada, ¿por dónde empieza a atenderlo? Nunca entendí por qué se sigue sosteniendo una afirmación como la que inspira esta conversación que tiene toda la historia en contra.

–¿Qué quiere decir esto en la Argentina hoy?

–Privilegiar la lucha contra la inflación. Cuando un gobierno hereda una situación de tasa de inflación creciente, que puede convertirse en hiperinflación, no hay mucho que pensar para definir qué cuestión se ubica en primer lugar en el temario del accionar del presidente de la Nación y su ministro de Economía. Siguiendo con la terminología de Keynes, a fines de 2023 la cuestión de la inflación era bien diferente a la de las moscas.

–Sus opiniones son muy contundentes.

–Lo son, lo cual no quiere decir que el accionar público deba ser único. Lo que estoy diciendo es que las alternativas de la decisión pública, si realmente quieren ser útiles, no pueden ignorar las circunstancias. Esta es una obviedad que solo recalco por la frecuencia con la cual quienes efectúan recomendaciones de política económica ignoran. No tengo ningún problema con los grandes principios, pero desde el punto de vista práctico es imposible trabajar exclusivamente con los grandes principios,

–¿Qué accionar debe recomendarse dentro de las circunstancias?

–El Gobierno tiene que privilegiar la urgencia, pero no tiene por qué agotarse en ella. Está muy bien que algunos de los integrantes del equipo económico se aboquen a la tarea de levantar la puntería ocupándose de cosas más allá de la coyuntura. Un ministro de Economía está suficientemente atareado como para dedicarse a estas cosas, pero de la interacción con los funcionarios encargados de mirar más allá pueden surgir propuestas interesantes.

–En el plano de la urgencia, ¿puede dar algún consejo?

–Uno muy importante. Nadie sabe cuándo terminará el mundo, pero no resulta sensato adoptar las decisiones sobre la base de que terminará hoy, ¡porque podría no terminar!

–¿Y entonces?

–Si adopto las decisiones sobre la base de que el mundo terminará hoy, puedo solucionar muchos problemas agotando los stocks. Ejemplo: ¿tenés hambre?, entrá en el bar más cercano y preparate un sándwich. Pero si el mundo no termina hoy y mañana volvés a tener hambre, en la puerta del bar te estará esperando su dueño, seguramente muy enojado.

–¿Qué quiere decir esto desde el punto de vista práctico?

–Que hay que privilegiar lo urgente, pero con herramientas que puedan durar. No hay que ir a la facultad para saber que los déficits de flujo no se pueden financiar eternamente disminuyendo los stocks. Ejemplo: no se puede sostener indefinidamente determinado el nivel del tipo de cambio con un Banco Central perdiendo sistemáticamente reservas. En muchos programas de radio y televisión, los economistas parecemos tener menos soluciones que quienes no lo son, porque estos no tienen en cuenta el hecho que señalo.

–Además de lo cual, hay que utilizar las herramientas que generen el menor costo posible.

–Buen punto. Volvamos al ejemplo del médico. Para que una cirugía no duela hay que administrarle anestesia al paciente. Ahora bien, como no soy médico, pensando en que no sé cuánta anestesia debo proporcionarle, por las dudas le administro de más, así me aseguro que no le duela. Claro que el paciente puede morir por un exceso de anestesia, por lo cual es mejor que se la administre un médico. En economía ocurre lo mismo.

–Don Samuel, muchas gracias.

 

Facebook Comments