En literatura toda regla parece tener su desvío. En los últimos años muchas ficciones parecen revelar una suerte de vocación documental. Son historias que nacen de la imaginación, pero se acercan a ciertos aspectos de la realidad, como si buscaran recuperar el archivo perdido de una época. Es el caso de La última actriz, segunda novela de Tamara Tenenbaum (Buenos Aires, 1989), que imagina dos voces y dos épocas distantes para seguir los rastros del teatro judío en nuestro país.

La primera parte de la novela transcurre en la actualidad. Sabrina es una investigadora del Conicet que propone para su tesis doctoral el tema de la disolución del teatro ídish en Argentina. La cuestión es que todos los documentos, o casi todos, se perdieron en el atentado sufrido por la AMIA. En verdad, ella quería ser actriz, pero no tenía talento. Decide entonces estudiar arte y dedicarse a la crítica. Su vida está atravesada por el mundo académico: su novio es profesor, y codirige su tesis; sus amigas son investigadoras o se dedican al arte. A medida que avanza, la investigación se filtra en su ámbito privado, y la obsesiona de tal manera que desplaza todos los demás intereses. Con la destreza que ya se había revelado en los cuentos de Nadie vive tan cerca de nadie, la voz de Sabrina se siente fresca, reflexiva y con un ingenio capaz de vincular lo popular con las teorías más duras.

La segunda parte, toma la forma de un diario que fue rescatado entre los escombros del atentado. Jana es una chica judía que trabaja en las oficinas del cementerio de la AMIA a mediados del siglo XX. Escribe su día a día: su mayor deseo es ser actriz, tiene una madre conservadora, un amor secreto, un pretendiente aburrido y una vida dentro de las restricciones de su comunidad. Si bien por momentos el pulso de esa voz se acerca demasiado a la de Sabrina, las peripecias de Jana –singulares y entrañables– llevan a olvidar ese detalle. Sus dos ocupaciones centrales –por un lado los ensayos de las obras de teatro; por otra, su trabajo administrativo para el cementerio– se aúnan en la inminencia de un arte que va a ser sepultado. Al mismo tiempo expone una idea central, el modo en que la identidad judía se disuelve, con el tiempo, en la identidad argentina, y al mismo tiempo, la integra.

La escritura avanza como si contrabandeara elementos de un ensayo. A través de las dos narradoras, y la coda final del epílogo, logra pintar los pormenores del teatro ídish en nuestro país. Tenenbaum convierte en la materia de su narración un tema de investigación que tiene muy pocos documentos para sostenerse, y así encuentra un camino para dar carnadura a las vivencias de una persona que dedica su vida al conocimiento. En el camino logra algo inesperado: que lo intelectual se vuelva una experiencia emocional.

La última actriz

Por Tamara Tenenbaum

Seix Barral

195 páginas

$ 17.900

 

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