El envejecimiento acelerado en las nuevas generaciones podría estar detrás del aumento de ciertos tipos de cáncer en personas jóvenes, según un nuevo estudio presentado en la reunión anual de la Asociación Americana para la Investigación del Cáncer (AACR, por sus siglas en inglés) del 2024.

Este estudio, liderado por Ruiyi Tian, estudiante de posgrado de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis, abre un nuevo capítulo en la comprensión de la oncología moderna.

El envejecimiento: ¿un número o un estado?

A diferencia de la edad cronológica, que cuenta los años vividos, la edad biológica refleja el estado fisiológico del cuerpo, influenciado por factores como la dieta, la actividad física y el estrés ambiental.

El estudio se centró en analizar la edad biológica de 148.724 individuos, usando un conjunto de biomarcadores sanguíneos, y encontró una tendencia alarmante: las personas nacidas después de 1965 mostraban un 17% más de posibilidades de experimentar envejecimiento acelerado en comparación con aquellas nacidas entre 1950 y 1954.

Además, la investigación reveló una correlación directa entre el envejecimiento acelerado y el aumento de riesgo de cánceres de inicio temprano, como los pulmonares, gastrointestinales y uterinos. Este vínculo resalta una posible área de intervención: si se logra ralentizar el envejecimiento biológico, podríamos estar ante una nueva estrategia de prevención contra el cáncer.

Explorando nuevos horizontes en la prevención del cáncer

En el estudio se identificaron nueve marcadores sanguíneos clave, demostrados científicamente como correlativos de la edad biológica:

Albúmina: esta proteína, sintetizada por el hígado, exhibe una disminución progresiva con el avance de la edad, actuando como un indicador del estado de salud hepática y la nutrición general.

Creatinina: producto de desecho generado por la digestión de proteínas y la descomposición muscular, cuyos niveles inferiores en sangre sugieren una mayor longevidad, ofreciendo una ventana a la eficiencia de la función renal.

Glucosa: la gestión del azúcar en sangre se torna menos eficiente con el paso del tiempo, manteniéndose elevado por períodos más extensos post ingestas, reflejando cambios en el metabolismo glucémico asociados al envejecimiento.

Proteína C-reactiva: un biomarcador de inflamación producido por el hígado; niveles elevados se asocian con un proceso de envejecimiento más acelerado.

Porcentaje de Linfocitos: la proporción de estos leucocitos esenciales para la función inmunitaria muestra una tendencia decreciente a medida que avanzamos en edad.

Volumen Medio Corpuscular (VMC): este parámetro, que evalúa el tamaño promedio de los eritrocitos, tiende a incrementarse con la edad, sugiriendo alteraciones en la morfología eritrocitaria.

Ancho de Distribución de Eritrocitos (ADE): la variabilidad en el tamaño de los glóbulos rojos aumenta con la edad, indicativo de una heterogeneidad eritrocitaria creciente.

Fosfatasa Alcalina: enzima presente principalmente en hígado y huesos, su incremento puede reflejar cambios óseos o hepáticos asociados al envejecimiento.

Recuento de Leucocitos: valores elevados dentro del rango normal pueden sugerir un estado de envejecimiento más avanzado, dada su implicación en procesos inflamatorios e inmunitarios.

El equipo de Tian planea profundizar en los mecanismos que vinculan el envejecimiento acelerado con el desarrollo del cáncer, buscando estrategias de prevención personalizadas.

Sin embargo, una limitación del estudio es su enfoque en una población específica del Reino Unido, lo que plantea interrogantes sobre su aplicación a nivel global. Se necesita más investigación para confirmar estos hallazgos en grupos demográficos más amplios y diversos.

Los investigadores sugieren que este estudio podría marcar el inicio de una era en la que el envejecimiento biológico se convierta en un factor clave para la detección temprana y la prevención del cáncer, especialmente en poblaciones jóvenes que históricamente no se han considerado en riesgo.

Más allá de las estadísticas y los análisis biomédicos, estos hallazgos nos invitan a reflexionar sobre nuestra comprensión del envejecimiento y su impacto en la salud a largo plazo. La posibilidad de que el envejecimiento acelerado pueda ser modificado a través de intervenciones en el estilo de vida o tratamientos específicos ofrece una chispa de esperanza en la lucha contra el cáncer.

 

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