La ciudad palestina de Rafah, en el extremo sur de la Franja de Gaza, lleva días ocupando titulares en los medios. Desde los despachos de los líderes mundiales y de las principales organizaciones globales, se mira hacia esta localidad fronteriza con Egipto con severa preocupación. Tanto el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, como altos cargos militares han anunciado que Rafah es el siguiente objetivo de los tanques israelíes. Allí, como en el resto del enclave desde hace más de cuatro meses, los bombardeos no se han detenido, pero la presencia de las tropas israelíes se presenta inminente con una incursión terrestre que alcanzaría el último rincón de Gaza. Las consecuencias podrían ser aún más letales, lo que ha motivado a la diplomacia a actuar rápido para tratar de evitarla.

1. Una ciudad desbordada

Desde el pasado 7 de octubre, Rafah, con apenas 64 kilómetros cuadrados en el bando gazatí, ha multiplicado por seis su población. Antes, ya era una de las ciudades más densamente pobladas de la Franja de Gaza. A día de hoy, hay 1,5 millones de personas en esta localidad fronteriza, con más gente llegando escapando de Jan Yunis, donde el Ejército israelí concentra sus esfuerzos desde hace días. En cada uno de estos kilómetros cuadrados, se apiñan al menos 22.000 refugiados. La mayoría de estas personas se desplazaron siguiendo órdenes israelíes que les pedían que evacuaran hacia esta supuesta “zona segura” en el sur. Muchos de ellos viven bajo cuatro lonas de plástico, en terrenos baldíos, en la playa o en el terreno arenoso junto al muro fronterizo con Egipto. Otros se hacinan en refugios colectivos sucios y superpoblados. Los trabajadores humanitarios están desbordados, mientras las enfermedades infecciosas y el hambre se extienden con un sistema sanitario colapsado. Además, la mayoría de la poca ayuda humanitaria que entra en el enclave lo hace por el paso de Rafah, haciendo de este punto un lugar clave para la supervivencia de los gazatíes.

2. Los motivos de Israel

Netanyahu lo tiene muy claro. Hay que entrar en Rafah, porque afirma que es el “último bastión” de Hamás, con los cuatro batallones de hombres armados restantes que quedarían por neutralizar para lograr su objetivo de eliminar al grupo palestino. La semana pasada el líder israelí ordenó a las tropas que se prepararan para entrar en Rafah pero, consciente del grave impacto que podría tener en su ya dañada imagen pública una incursión de estas características en un área con elevada presencia de civiles, al día siguiente pidió al Ejército un plan para su evacuación. El rescate de dos rehenes israelíes este lunes en Rafah, mientras los civiles palestinos eran bombardeados y un centenar perecían, ha dado más argumentos a Netanyahu para acelerar la entrada de sus tropas con el objetivo de liberar a más del centenar de cautivos que aún quedan en Gaza.

3. Misión internacional

A lo largo y ancho del planeta, surgen voces que exigen a Netanyahu que se detenga. La administración del presidente estadounidense Joe Biden, su principal aliado, empieza a perder la paciencia y ha dicho que en este momento no apoyarían una operación militar en Rafah. “Dadas las circunstancias y las condiciones que vemos ahora, creemos que una operación militar en este momento sería un desastre para esa gente”, afirmó el portavoz de la Casa Blanca, John Kirby. Naciones Unidas ha insistido en la gravedad de la situación actual y las terribles consecuencias de una evacuación. “No apoyaríamos de ninguna manera el desplazamiento forzado, que va en contra del derecho internacional”, dijo el portavoz del secretario general Antonio Guterres, Stéphane Dujarric. Líderes de la Unión EuropeaFranciaAlemania y Reino Unido han repetido el mismo mensaje. Países como España e Irlanda lideran los esfuerzos europeos para evitar la catástrofe, exigiendo medidas a Bruselas por la vulneración de los derechos humanos por parte de Israel en Gaza.

4. «Catástrofe» anunciada

Pese a exigir su evacuación, ningún representante israelí ha indicado a los palestinos en Rafah hacia dónde dirigirse para salvar sus vidas. La mayoría de ellos han sido desplazados un puñado de veces durante la ofensiva israelí que ha matado a más de 28.000 de sus conciudadanos en los últimos cuatro meses. No pueden volver a sus casas en el devastado norte, porque el Ejército israelí las ha arrasado y aún continúan los combates y los suministros básicos escasean. Egipto ha cerrado la frontera y, desde el primer momento, ha dicho que no permitiría el cruce de grandes cantidades de refugiados palestinos al desierto del Sinaí por temor a que nunca se les deje regresar. A su vez, Cairo ha trasladado 40 tanques y vehículos blindados a la frontera con Gaza y ha expresado que el desplazamiento forzoso de miles de palestinos a su territorio pondría en riesgo los acuerdos de paz firmados hace cuatro décadas. Además, los propios palestinos no quieren abandonar su tierra. El recuerdo de la Nakba, el éxodo de 750.000 palestinos para la creación del Estado de Israel en 1948, está más presente que nunca.

 

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