Dormir mal o tener problemas para conciliar el sueño es uno de los problemas más comunes y que peor le hacen a nuestro cuerpo. Tener inconvenientes para descansar tiene afecciones en todo el organismo; desde sentirse frágil e irritable hasta incentivar el desarrollo de problemas crónicos, no dormir puede afectarnos a niveles impensados.

Muchas personas se enfrentan a la deuda del sueño, pero, ¿de qué se trata? Es la diferencia de horas que existe entre las que se deben dormir y las que finalmente se duermen. Es decir, si un adulto promedio debe dormir entre siete y ocho horas a diario para promover un descanso adecuado, si se duerme menos de ello, se tendrá una deuda de sueño.

A veces, creemos que recuperar las horas de sueño durante el fin de semana puede ser efectivo para promover un buen descanso. Si bien esta actividad colabora con el descanso, no erradica los efectos negativos que tiene el mal dormir sobre nuestro cuerpo, sobre todo durante los días de la semana, en donde necesitamos estar activos y atentos, ya sea por trabajo, estudio o cuidado de la familia.

También, quienes duermen poco de noche suelen tomar siestas reparadoras durante el día para no sentirse tan cansados. Más allá de que esto pueda activar a la persona para que pueda continuar con sus tareas diarias, tiene efectos negativos. Esto se debe a que las horas de sueño que completamos durante el día puede producir que no logremos conciliar el sueño a la noche y, de esta manera, generar un vínculo vicioso con la necesidad de dormir de día, por sobre la de corregir nuestra actividad de dormir.

La falta de sueño debilita el sistema inmunológico al disminuir la producción de células inmunitarias, como los linfocitos T, y reducir la liberación de citocinas, proteínas importantes para la respuesta inmunitaria. Esto puede hacer que el cuerpo sea más susceptible a infecciones y enfermedades.

Esto está asociado con un mayor riesgo de desarrollar hipertensión arterial, enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares. Durante el sueño, el cuerpo regula la presión arterial y reduce la inflamación en los vasos sanguíneos, por lo que la falta de sueño puede desregular estos procesos y aumentar el riesgo de problemas cardiovasculares.

No dormir bien también interviene en el equilibrio de las hormonas que regulan el hambre y la saciedad, como la leptina y la grelina. Como resultado, las personas que no duermen lo suficiente tienden a tener más hambre y a consumir más alimentos calóricos, lo que lleva al aumento de peso y a la obesidad.

El sueño es crucial para el funcionamiento adecuado del cerebro y la consolidación de la memoria. La falta de descanso interrumpe la capacidad de concentración, la memoria a corto plazo y la capacidad para resolver problemas. Además, dificulta el aprendizaje y el rendimiento académico y laboral.

A su vez, aumenta el riesgo de desarrollar trastornos del estado de ánimo, como la ansiedad y la depresión, exacerbara los síntomas de trastornos mentales existentes y afecta negativamente el manejo del estrés y la capacidad para regular las emociones.

Un correcto descanso es esencial para la recuperación física después del ejercicio y el entrenamiento, dado que la ausencia de sueño adecuado reduce la capacidad del cuerpo para reparar los tejidos musculares, lo que puede afectar el rendimiento deportivo y aumentar el riesgo de lesiones.

Además de todo esto, no dormir bien tiene repercusiones en el aspecto físico y cognitivo. De esta manera, se lo ha relacionado con un mayor riesgo de envejecimiento prematuro, ya que puede acelerar el deterioro de las funciones físicas, así como aumentar la aparición de signos de envejecimiento, como arrugas y piel opaca.

Es indispensable realizar una rutina adecuada para conciliar un sueño tranquilo y reparador que permita que todas las funciones de nuestro cuerpo tengan su debido funcionamiento. Si bien no es lo recomendable, ejecutar breves siestas para saldar la deuda de sueño puede ser una de las acciones para revertir este problema.

 

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