En 1970, el psicólogo evolutivo Gordon Gallup, de la Universidad de Nueva York, ideó un método para comprobar si un animal tiene o no la capacidad de reconocerse a sí mismo. En principio se trataba de marcar al espécimen en concreto con un marcador y colocarlo frente a un espejo y comprobar su reacción.

Aquel experimento se convirtió en un método recurrente para demostrar hasta qué punto los animales pueden tener conciencia de sí mismos. Lo sorprendente del caso es que en los últimos 50 años muy pocas especies han conseguido superar la prueba, entre ellas algunas tan distantes como las orcas, los elefantes o un pez de arrecife llamado lábrido limpiador.

Ahora un equipo científico de la Universidad de Ontario, en Canadá, ha descubierto que incluso las serpientes pueden desarrollar esta habilidad, aunque con un método distinto. 

¿Qué significa conciencia?

Las distintas acepciones de conciencia, según el diccionario de la Real Academia Española, hacen referencia a cualidades exclusivamente humanas. Sin embargo, una de ellas se refiere expresamente al “conocimiento claro y reflexivo de la realidad”.

Para entendernos, cuando hablamos de conciencia puramente dicha, nos referimos a dos conceptos interrelacionados: el estado de conciencia, que iría desde el estado comatoso hasta la alerta, y el contenido, que haría referencia a la percepción subjetiva de todo cuanto nos rodea, así como de uno mismo.

¿Tienen, entonces, conciencia los animales? Es la gran pregunta que la comunidad científica viene haciéndose desde hace décadas. El reconocido físico Stephen Hawking consideraba que sí, y así lo dejó claro en la Declaración de Cambridge, en la que afirmaba que «los humanos no son los únicos que poseen los sustratos neurológicos que producen la conciencia».  Y para demostrar si existen la conciencia animal, nada mejor que tratar de averiguar si saben reconocerse a sí mismos en un espejo. 

Pero no se trata de una tarea fácil. Pare empezar, es difícil realizar este experimento en la vida salvaje, mientras que los animales no siempre muestran comportamientos típicos en experimentos realizados en cautividad. Por otro lado, con determinadas especies a veces es difícil repetir un experimento, y en ocasiones dan lugar a resultados contradictorios. 

Chimpancés

El propio Gallup dedujo en la década de 1970 que los chimpancés tenían algo parecido a la autoconciencia. Lo descubrió después de realizar la prueba del espejo con unos ejemplares a los que previamente anestesió y marcó la frente con un tinte inodoro. Cuando despertaron, estos primates empezaron a tocar espontáneamente la marca en la imagen de su reflejo. Aunque no existe consenso científico generalizado, otros primates antropomorfos, como los bonobos o los gorilas, también han demostrado que son capaces de desarrollar esta capacidad.

Orcas

Los mamíferos marinos, como los delfines, cuentan con un sistema neuronal desarrollado, lo que los convierte en unos candidatos perfectos para pasar la prueba del espejo. Diversos estudios demostraron que las orcas (Orcinus orca) también pueden ser conscientes de sí mismas. Es lógico, habida cuenta de que son unos animales extraordinariamente inteligentes, capaces de desarrollar dialectos e incluso resolver problemas complejos.

Pez lábrido limpiador 

Que una orca, un delfín o un chimpancé sea capaz de reconocerse frente al espejo no es sorprendente. Sin embargo, que lo haga un pez es mucho menos habitual. Es lo que ocurre con el pez lábrido limpiador, un habitante de los arrecifes de coral del que también se ha demostrado que es capaz de autorreconocerse. En 2019 un equipo de investigadores dirigido por Masanori Kohda, biólogo de la Universidad de Osaka, realizó una prueba del espejo con un ejemplar de lábrido limpiador azul (Labroides dimidiatus), una especie a la que los científicos llevaban tiempo estudiando. 

Para ello, los científicos colocaron un grupo de 10ejemplares en unos tanques individuales en el que habían colocado un espejo. Al principio, muchos de elloos reaccionaron de manera agresiva hacia sus reflejos, pero pronto manifestaban un comportamiento extraño, se acercaban a toda velocidad y se detenían ante el espejo antes de tocarlo, con lo que dedujeron que estaban viéndose a sí mismos.

Gallos

Algunas aves, como las urracas, también han demostrado este comortamiento. Y por insólito que parezca, también el gallo, un ave doméstica de la que recientemente se ha demostrado que es capaz de reconocerse a sí misma frente a un espejo

Un estudio publicado el año pasado en la revista Plos One demostró que estas aves también cuentan con esta capacidad. La investigación, elaborada por expertos de las Universidad de Bonn y Hamburgo, demostró que cantan para avisar a sus congéneres de algún peligro, como puede ser el vuelo de un halcón, mientras que cuando están solos, prefieren no emitir sonido alguno. Comprobaron que cuando se les colocaba un espejo delante, estas aves no emitían sonido alguno, lo que daba a entender tenían la capacidad de percibirse a sí mismos.

serpientes

La última vuelta de tuerca en cuanto a teorías del espejo lo protagonizan las serpientes. Un estudio reciente publicado en la revista especializada Proceedings of Society B.  demostró que los ofidios también pueden pasar esta prueba, aunque de un modo distinto al reconocimiento frente a un espejo. 

Los investigadores realizaron un experimento con 18 pitones reales (Python regius), una especie de serpiente solitaria, y 36 serpientes culebras rayadas (Thamnophis sirtalis sirtalis) conocidas por ser más sociales. 

A diferencia de los demás experimentos, en estos casos los científicos no podían llevar a cabo una prueba del espejo, ya que los ofidios cuentan, cuanto menos, con un sentido de la vista muy poco desarrollado. En su defecto, colocaron 5 alfombrillas de algodón y las impregnaron con distintos olores: ya sean del propio ejemplar o de una mezcla entre el olor propio y el de aceite de oliva. Después registraron el movimiento de la lengua de los ofidios y determinaron su comportamiento.

«Descubrimos que las serpientes exploraban su propio olor con mucha más frecuencia cuando el olor estaba modificado, lo que sugería que sabían que había algo extraño», apunta Noam Miller, biólogo de la Universidad Wilfrid Laurier de Waterloo experto en procesos cognitivos comparados y autor principal del estudio  a National Geographic a través del correo electrónico. 

«Cuando comparamos su atención a su propio olor modificado (con el aceite de oliva) y el olor modificado de otra serpiente, encontramos que exploran mucho más su propio olor modificado. Y este es un dato importante. Si el olor de otro individuo es extraño, no se inmutan; si detectan que es el suyo, sí que les importa . Esto es una prueba contundente de que pueden reconocerse a sí mismas. 

Si el olor de otra serpiente es extraño, ni se inmutan. Si detectan que es el suyo, sí que les importa

«Elegimos serpientes muy distintas entre sí: una de América del Norte, otra de África central. A la primera le gusta comer gusanos, a la otra, roedores. El uso de especies tan diferentes aumenta las posibilidades de que encontráramos una diferencia entre ellas, y así fue», sentencia Miller. 

Y ahí llegaron a otra conclusión sorprendente. Solo las culebras rayadas superaron el test. ¿Por qué motivo?  «Hay muchas diferencias ente ambas especies y no sabemos cuál de ellas causó el efecto que encontramos. Es posible que las pitones no puedan notar la diferencia entre los olores, pero creo que es poco probable. -asegura Miller-  Creo que es más posible que, por alguna razón, no les importe la diferencia, por lo que no exploran un olor más que el otro. Hay unas 5.000 especies de serpientes en el mundo y habitan en una enorme variedad de ecologías, señal el experto, con lo que estudios futuros podrían ayudarnos a determinar qué es lo que hace que la ecología de una serpiente se preocupe o no por la modificación de su propio olor.

¿Tiene alguna relación este autorreconocimiento con el comportamiento social de los ofidios?  «Es difícil contestar a esta pregunta. Algunos expertos han sugerido que las especies más sociales tienen más probabilidades de superar la prueba del espejo -afirma Miller- Las culebras son más sociales que las pitones, pero solo hay dos especies distintas en muchos aspectos, por lo que no sabemos si es un factor determinante», recalca.

Una de las razones por las que se piensa que es más probable es porque se asocia la capacidad de reconocerse al espejo con la de reconocer y categorizar a los demás. Es una idea interesante, aunque necesitaremos seguir indagando sobre ello, sentencia».  De todos modos, asegura el experto, lo que está claro es que la investigación ayudará a combatir el estigma de que las serpientes y otros reptiles no son animales con habilidades cognitivas. «Simplemente lo demuestran de forma distinta». En el fondo, no son tan distintas de nosotros. 

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