Las feromonas son unas sustancias químicas secretadas por plantas y animales para provocar comportamientos específicos en determinadas especies. Son unos  componentes necesarios para la comunicación sexual de muchos animales, entre ellos, los insectos, y, por tanto, indispensables para garantizar su éxito reproductivo.

La clave de su éxito- o de su fracaso- es que estos compuestos químicos difieren en función de la especie y el género, lo que permite a los individuos identificar específicamente a cada pareja sexual. Por este motivo, cualquier pequeño cambio que se produzca en su composición química puede acabar dando al traste con esta herramienta reproductiva tan eficaz.

Algo parecido ocurre con las moscas del vinagre (género Drosophila) a las que la contaminación está causando serios estragos a la hora de aparearse, hasta el punto de provocarles una profunda confusión a la hora de elegir pareja reproductiva.

El hallazgo, descubierto recientemente por investigadores del Instituto Max Planck de Ecología Química de Jena, en Alemania, demuestra que el aumento de los niveles de ozono provocado por la contaminación atmosférica de origen antropogénico puede tener unas consecuencias nefastas en las feromonas sexuales de los insectos, y es que el efecto oxidante del ozono rompe el doble enlace carbono-carbono de muchas de estas moléculas, modificando su estructura, y, con ello, su función. 

«La mayoría de las feromonas son moléculas alargadas. Sin embargo, en aquellas posiciones en las que contienen dobles enlaces carbono-carbono, las moléculas se rompen al entrar en contacto con el ozono –explica a National Geographic Markus Knaden, jefe de Grupo de Comportamiento de Insectos en el Departamento de Neuroetología del Instituto Max Planck de Ecología Química y autor principal del estudio, a National Geographic España – Además, no basta con que las moscas de un determinado sexo emitan unas feromonas tan específicas. El sexo contrario también tiene que ser capaz de detectarlas», argumenta.

Según el experto,  el problema fundamental radica en que cada especie es capaz de detectar un tipo de específico de feromonas, de modo que cuando este compuesto se degrada, pierde completamente su función.

Así, según explica Knaden, las cuatro especies de este estudio comparten las mismas feromonas pero en diferentes cantidades relativas. En concreto, contienen  acetato de Vaccenilo cis (cVA), Z-7-Tricoseno, Z-7-Pentacoseno, 7,11.Nonacosadieno y 7,11-Heptacosadieno, todos ellos con uno o dos enlaces carbono-carbono, por lo que el ozono puede degradarlos fácilmente.

¿Qué significa esto? Que muchas hembras son incapaces de distinguir entre los machos de su especie, mientras que algunos machos ni siquiera discriminan entre hembras o machos. En otras palabras, machos y hembras intentan reproducirse con lo primero que encuentran, sin importarles la especie ni el sexo.

Para realizar el experimento, los investigadores expusieron moscas de la fruta (género Drosophila) durante 2 horas a concentraciones de ozono correspondientes a días espeicalmente calurosos en las ciudades. Así, las hembras listas para aparearse tenían la oportunidad de elegir entre un macho de la misma especie u otro de una especie distinta. Al cabo de unas horas, separaron a ambos sexos y esperaron a que pusieran huevos. Tras analizar los órganos sexuales de las crías macho, se dieron cuenta de en muchos casos se trataba de especies híbridas: esto es, con progenitores de dos especies distintas.

Lo más curioso es que las moscas de la fruta no solo dependen de señales químicas para aparearse, sino que también se guían por sonidos que producen con el batir de las alas, y que cada especie modula de una manera distinta, mientras que en otras ocasiones, utilizan señales visuales para atraer a las parejas. Los científicos descubrieron sorprendidos que, a pesar de tener a su disposición estas ‘ayudas’ adicionales, muchas moscas eran incapaces de identificar a sus pretendientes entre otros congéneres. 

Insectos en declive 

Los problemas reproductivos de la mosca de la fruta serían una mera anécdota de no ser por el contexto en el que se produce, y es que los insectos están desapareciendo a un ritmo alarmante en todo el planeta. Calcular a qué ritmo lo hacen es una tarea hercúlea, pero algunos de los datos ofrecidos por las organizaciones conservacionistas puede darnos una idea de la dimensión de la tragedia. Por ejemplo, de las 2.200 especies que vigila la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (una parte ínfima del total), casi la mitad presentan cifras a la baja. 

«En un estudio anterior pudimos demostrar que 9 de las 10 especies de moscas que investigamos producían feromonas específicas para los machos, y todas ellas se veían degradadas por la acción del ozono», explica Mknaden, quien argumenta que su equipo está actualmente ampliado sus análisis a las feromonas de la polilla para determinar si estos otros insectos también están afectados por las concentraciones de ozono. «Los primeros resultados apuntan a problemas similares, aunque se necesitarán más estudios para saber si puede generalizarse», concluye. 

¿Es posible que el ozono sea uno de los detonantes que está provocando esa rápida extinción? «Es uno de los causantes, sin duda, aunque creemos que las causas principales del declive de insectos son los pesticidas y la pérdida de hábitats adecuados», afirma Mknaden, quien explica, sin embargo, que es extraordinariamente difícil cuantificar el peso de cada factor.

De todos modos, lo que cabe esperar es que estas y otras moscas sigan teniendo problemas para identificar a sus parejas sexuales. 

«Los insectos y sus feromonas han evolucionado a lo largo de millones de años. En cambio, la concentración de contaminantes atmosféricos únicamente ha aumentado drásticamente desde la industrialización.- afirma Bill Hansson, jefe del Departamento de Neuroetología Evolutiva y cofundador del Centro Max Planck de Ecología Química de Insectos de Nueva Generación (nGICE)-, en un comunicado del Instituto Max Planck de Ecología Química. Es poco probable que los sistemas de comunicación de los insectos sean capaces de adaptarse a las nuevas condiciones en poco tiempo». La única solución, pues, será reducir los contaminantes de la atmósfera. Y eso sí que podemos intentar solucionar antes de que sea demasiado tarde. 

 

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