Sara Tarrés es psicóloga especializada en Psicopatología Infantojuvenil, miembro del Grupo de Trabajo en Inteligencia Emocional del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya desde 2018, donde también asesora en sesiones de reeducación para padres, maestros y profesores. Desde 2012 divulga contenidos sobre sus campos de especialidad: psicología, crianza y educación en su blog personal y en sus libros ‘Mi hijo me cae mal’ y ‘Mis emociones al descubierto’.

En plena charla para el ciclo Aprendemos Juntos de BBVA, Tarrés conversó con la periodista Melania Montano sobre los desafíos y los estigmas a los que más se enfrentan los padres modernos. ¿Uno de ellos? Mostrar la maternidad como algo fácil de hacer y como un deseo innato en las mujeres.

La psicóloga hace hincapié en que si uno presta atención a los cuadros, esculturas y textos religiosos, se manifiesta una idea de madre abnegada cuidando de su bebé. “No vemos dolor, no notamos frustración. Y así es como va entrando de a poco en nuestras mentes esa idea de madre”, enfatiza. En oposición, recientemente en la historia, la cosmovisión de la mamá que deja todo por su hijo y romantiza la crianza se entrometió en el mundo de la publicidad, consolidando aún más aquella forma de ver la maternidad.

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“En la actualidad, este bombardeo de ideas de madre perfecta es algo que se está volviendo casi insostenible a raíz de tener tanto acceso a información a través de internet y de las redes sociales”, destaca Tarrés.

Según explica, la maternidad en verdad es cansadora y absorbente, lo que tiende a generar frustración: hacia una como madre, hacia la sociedad y con el niño. Una vez desatado dicho estado surgen las emociones desagradables. “Tenemos la idea de que con nuestro hijo va a pasar lo mismo que vemos en las imágenes que hemos estado absorbiendo tanto en redes sociales como en las publicidades. Y resulta que nuestra realidad no es la misma”, informa.

Menos expectativas y más realidad

Quizá el bebé no se agarra al pecho tal y como se lo había pensado, no duerme por las noches plácidamente como relataron otras madres ni come las papillas trituradas como ha contado aquella ‘madre-amiga’ del parque.

Tener información no significa tener formación y eso Tarrés lo tiene muy en claro. “Contamos con mucha data que nos hace ruido en la cabeza y eso nos impide gestionarnos bien”, resalta. Además, enfatiza que en la mayoría de las ocasiones, la información es contradictoria: unos profesionales dicen A y el otro dice B. Lo que hace todavía más complejo saber por dónde llevar la gestión de madre/padre y cómo actuar.

“También queremos ser perfectos, seguir los diez mandamientos de cómo ser el madre o padre perfecto. Y resulta que no llegamos porque esos ‘mandamientos’ funcionan para esa persona, pero no para mí, que soy una persona totalmente distinta”, reflexiona la especialista. ¿Su sugerencia? Dejar de mirar tanto y empezar a sentir más aquello que va con el estilo de uno mismo.

Otro punto relevante del que hace mención y suena polémico es la sensación de que un hijo le caiga mal a sus propios progenitores. “Nuestros hijos nos pueden caer mal porque no dejan de ser personas con las que nos relacionamos a diario. Y, aunque cueste mucho decirlo, ocurre y se siente y se da con mucha más frecuencia de la que se cree”, señala.

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Sin embargo, destaca que si bien es un sentimiento que se repite en muchos padres, poco se habla de ello. “Tenemos miedo a expresarlo porque se nos juzga y se nos etiqueta como malos padres por tener estos sentimientos que no deberíamos tener”, dice.

La profesional le explica a su interlocutora que lo mencionado ocurre como respuesta a tener que lidiar con niños que han llegado a ser pequeños dictadores. Ya sea que los padres los hayan criado bajo un estilo educativo demasiado permisivo o hayan sido sobreprotegidos en exceso, “ellos han copiado de nuestro comportamiento, se lo han hecho suyo”, expresa. Así, sus conductas y formas de ser terminan siendo un espejo de cómo son sus padres.

“Solemos acercarnos a aquello que nos gusta y nos proporciona placer y seguridad. En cambio, huimos de lo que consideramos peligroso o lo que no sabemos muy bien cómo hay que afrontar”, explica a raíz de las emociones negativas que se pueden sentir hacia un hijo.

Los berrinches en público, delante de los amigos o las malas contestaciones delante de los abuelos, normalmente avergüenzan y hacen sentir mal. Consecuentemente, Tarrés desarrolla, los padres comienzan a colocarles a los niños etiquetas del estilo ‘es muy rebelde, no sé qué hacer con él’ sin ser conscientes de que decírselos en voz alta instala las etiquetas tanto en los pequeños como en ellos como padres. “Se crea cada vez más distancia y los vemos más difíciles de llevar. ¿Qué tenemos que hacer? Eliminar las etiquetas y buscar otras que también pesan, pero que eviten el rechazo”, aconseja. Ideas como ‘es un niño movido’, ‘es un adolescente explorador’ o ‘es un niño que se plantea cosas y por eso hace preguntas incómodas’ son las que Tarrés usa como ejemplo.

Parar y tomar consciencia, observarse… y, desde ahí, empezar a trabajar. “Hay que trabajar primero nosotros: cómo somos como personas y la relación que tenemos con nosotros mismos. A partir de eso podremos establecer vínculos más sanos con los demás”, declara.

‘¿Por qué no estudiás como tu hermano?’,’¿Por qué no eres tan obediente como él?’, este tipo de comparaciones no suman al vínculo que se desea reponer. “Tenemos que desconectar la parte automática y mirar más allá. Observar bien a esa persona para evitar los juicios y comparaciones”, sugiere Tarrés sin dejar de decir que las comparaciones entre hijos son de lo más habitual en las familias.

Otra de las formas de afrontar el dilema es escuchando las respuestas o reacciones del niño a lo que uno le dice. “No solo con las palabras porque a veces lo más difícil de hacer es escuchar todo aquello que no nos están diciendo”, advierte.

¿Cuándo es buen momento para acudir a terapia? Para Tarrés, siempre que uno sienta que no está bien y que tiene dificultad para gestionar un problema. “Es como el motor de un auto, lo intentamos reparar, pero al final tiene que pasar por el mecánico sí o sí”, ejemplifica.

Finalmente, la psicóloga menciona como importante saber que no toda la responsabilidad recae en los padres. “Somos sus principales referentes durante un tiempo, pero después aparecen otros referentes de los cuales van absorbiendo comportamientos, formas de pensar e intereses”, señala. Su grupo de amigos, compañeros de escuela y las redes sociales, entre otros tienen una gran impronta en la manera de ser de un hijo además de sus padres.

*Podés disfrutar de la charla completa en “Aprendemos Juntos 2030″, la plataforma del BBVA con contenidos útiles e inspiradores para mejorar la vida de millones de personas de todo el mundo que, desde mayo de 2022 se emiten en forma exclusiva por LA NACION podés hacer clic acá.

 

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