Cada vez más países están legalizando el uso de la marihuana tanto de forma recreativa como terapéutica. El último ejemplo es Alemania, donde una ley aprobada en febrero y que entró en vigor el pasado 1 de abril permite el cultivo de hasta 3 plantas en el hogar, poseer 50 gramos y portar hasta 25 gramos en la vía pública.

La aprobación de estas leyes está rodeada de polémica, ya que parte de los argumentos a favor se escudan en las propiedades terapéuticas y medicinales del cannabis, pero ¿superan los riesgos a los beneficios? ¿Qué dice la ciencia?

Las sustancias del cannabis

Para entender la polémica tras las nuevas políticas que liberan su uso, es importante conocer cómo las sustancias que contiene la planta de cannabis afectan al cuerpo humano. Las más conocidas son Δ⁹-tetrahidrocannabidiol (o THC) y el cannabidiol (o CBD) pero existen más de 100 compuestos que podrían afectar al funcionamiento normal del cerebro, es decir, que se considerarían psicoactivos. Además de estas sustancias, la planta también produce más de 400 metabolitos que podrían tener algún efecto sobre otros procesos del organismo.

Sin embargo, la mayoría de los estudios tratan únicamente los efectos de los dos fitocannabinoides principales, el THC y el CBD, ya que son los que se encuentran en mayor cantidad en la planta. En general, el THC se asocia con los efectos psicotrópicos de alteración de la percepción del entorno y el CBD, en cambio, es una molécula de creciente interés farmacéutico por sus posibles efectos terapéuticos ante el dolor crónico, cáncer, ansiedad y depresión.

¿Por qué nuestro cerebro reacciona al cannabis?

Si ambas moléculas provocan efectos en el organismo es gracias a los llamados receptores de endocannabinoides. Estos receptores, como CB1 y CB2, se encuentran principalmente en el tejido neuronal, pero también están presentes en el hígado, los pulmones, el riñón y el músculo. Para activarse o desactivarse han de unirse a ciertas sustancias que produce el cuerpo de forma natural, los endocannabinoides como la anandamida o el 2-araquidonilglicerol.

Aunque su nombre pueda inducir a engaño, los endocannabinoides tienen poco que ver con las de la planta del cannabis, si no que se trata de neurotransmisores. El equilibrio de estas moléculas es necesario para controlar algunos de los procesos complejos de nuestro organismo, como el apetito, el estado de ánimo, o la regulación hormonal. Ahora bien, tras consumir cannabis, el THC y el CDB de unen a estos receptores y, de este modo, activan o suprimen las señales, interfiriendo con el correcto funcionamiento celular.

Por resumirlo en una frase: el consumo de cannabis tiene un efecto en nuestro organismo porque algunas de sus sustancias pueden unirse a receptores que el cuerpo normalmente utiliza para controlar otros procesos complejos.

Consumo de cannabis

El cannabis es la cuarta droga más consumida del mundo tras la cafeína, el alcohol y la nicotina. Según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito emitido en 2023, su consumo está en aumento en todo el mundo y los datos más actuales, del 2021, establecen al menos 219 millones son consumidores (el 4,3% de la población adulta mundial).

El método de consumo más habitual es fumándola, pero también se mezcla en alimentos, en infusiones o ciertos extractos se consumen de forma sublingual mediante spray o cuentagotas.

Dependiendo del tipo de consumo, los cannabinoides llegarán al flujo sanguíneo de forma más o menos rápida. Cuando se sitúa en la zona sublingual, o cuando se inhala su humo, la concentración llegará a su máximo entre 6 y 10 minutos, mientras que, si se consume como parte de algún alimento, este tiempo se puede dilatar hasta una hora. Una vez los endocannabinoides se encuentran en la sangre, se reparten por todo el cuerpo. Los estudios muestran que el THC puede permanecer en el plasma sanguíneo hasta una semana después del consumo.

Efectos nocivos en el organismo

Los efectos negativos de fumar cannabis son comparables a los de fumar tabaco, más aún si estos se consumen a la vez. Los productos de combustión, como los hidrocarburos aromáticos, junto con productos presentes en el tabaco, como el alquitrán, entran en los pulmones y provocan irritación e inflamación de los tejidos. La inflamación constante provoca el desgaste de los alveolos, las estructuras encargadas de realizar el intercambio de gases en los pulmones, y lleva a problemas respiratorios y un aumento de la incidencia de cáncer de pulmón.

Pero además de estos efectos, un estudio publicado en la Journal of the American Heart Association sugiere que el consumo de cannabis diario puede aumentar hasta en un 34% la probabilidad de sufrir una enfermedad coronaria. Este porcentaje tiene una alta correlación con la cantidad de cannabis consumido, y sus efectos dejan de apreciarse en las personas que consumen cannabis menos de 1 vez al mes, cuyo riesgo de sufrir enfermedad coronaria es similar a los que no consumen.

Aunque sin duda, los efectos más notorios se producen en el sistema nervioso. Según nos cuenta Daniel Orts, médico de conductas adictivas, las personas más susceptibles a tener problemas derivados del consumo de cannabis son las más jóvenes.

En edades menores a 20 años, cuando el cerebro se encuentra todavía en desarrollo, las sustancias presentes en el cannabis pueden causar deficiencias en los sistemas de memoria, aprendizaje y atención. La presencia de un gran número de receptores CB1 en la corteza prefrontal (relacionada con la atención y la personalidad) y en el hipotálamo (relacionada con la memoria a corto plazo) podrían estar relacionadas con estos efectos.

Aunque el consumo de cannabis a edades mayores tampoco está exento de riesgos. Como muestran los análisis, existe una clara correlación entre el consumo de cannabis y el riesgo de desarrollo de psicosis.  Entre los estudios, destaca uno llevado a cabo por el Hospital Universitario de Copenhague, donde evaluaron la fracción de casos de esquizofrenia que podrían ser atribuidos al uso de marihuana. Tras revisar 5 décadas de historiales y más de 6 millones de pacientes, concluyeron que un 30% de los casos de esquizofrenia en adultos entre 21 y 30 años estaban inequívocamente relacionados con el consumo de cannabis.

Consumo terapéutico del cannabis

Aún con estos potenciales riesgos, ciertos países o regiones permiten prescribir marihuana terapéutica como tratamiento de la ansiedad, del estrés, o del dolor crónico. Sin embargo, los resultados de los estudios acerca del potencial clínico de estas terapias son mixtos. Algunos estudios evidencian beneficios tras emplear sprays bucales con mezcla de THC y CBD en el tratamiento de dolor crónico o de enfermedades como la esclerosis múltiple. Sin embargo, otros estudios muestran que los beneficios no son mayores que los que se obtienen al consumir otro tipo de analgésicos.

De forma similar, en el tratamiento del estrés, ansiedad y depresión los resultados muestran que el consumo de cannabis tiende a ser contraproducente. El problema principal radica en la automedicación del paciente que puede acabar consumiendo una mayor cantidad que la marihuana prescrita. Por tanto, los potenciales beneficios de los cannabinoides pueden acabar diluyéndose.

El mayor problema con este tipo de estudios es, en general, el desconocimiento de la dosis óptima de cannabinoides para cada paciente. Hasta la fecha no se ha conseguido establecer una dosis segura de consumo de cannabis según parámetros fácilmente medibles como la altura y el peso, por lo que recetar el consumo de THC o CBD no debería considerarse una práctica segura por el momento. A todas luces, no existen suficientes pruebas para el uso de cannabis medicinal y de los medicamentos a base de cannabis en Europa.

Finalmente, lo que desequilibra la balanza entre riesgos y beneficios es el potencial riesgo de adicción del paciente. El National Institute of Drug Abuse arroja los datos de un 9% de dependencia del cannabis en adultos, y hasta un 17% en adolescentes en Estados Unidos. En Europa, como nos explica Orts, España y Alemania son los países de la Unión Europea con una mayor demanda de tratamiento por adicción, una tendencia que se encuentra al alza.

En la actualidad, los tratamientos para el cannabis no son de desintoxicación, ya que el organismo expulsa el THC y el CBD en pocas semanas y no suelen presentar síndrome de abstinencia -si se consume con tabaco, la nicotina sería la sustancia más adictiva-. Por ello, los tratamientos actuales se centran en la deshabituación del paciente al consumo, es decir, evitar que mantenga las conductas que le empujan al consumo de cannabis.

Aún con todo, existen testimonios de pacientes que aseguran que el consumo de cannabis ha sido el único tratamiento que ha conseguido hacerles efecto y les ha “cambiado la vida a mejor”. Por ello, los estudios clínicos se están centrando en averiguar qué molécula o combinación de estas es la responsable, así como las dosis con las que se obtiene el máximo beneficio con el mínimo riesgo. En la actualidad, con todos los datos sobre la mesa, conviene ser cautos antes de adoptar medidas.

 

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