NUEVA YORK. En Detroit, la fiesta de un congresista devino en caos y narices rotas cuando irrumpieron manifestantes con megáfonos para protestar contra la guerra en la Franja de Gaza.

Y el alcalde de Fort Collins, Colorado, tuvo que interrumpir abruptamente una reunión del Consejo Municipal cuando los manifestantes que exigen un alto el fuego en Gaza pegaron sus manos a la pared con cemento de contacto.

En lugares tan dispares como una histórica iglesia de Carolina del Sur o el Radio City Music Hall de Manhattan, el presidente Biden ha sido emboscado e interpelado por manifestantes que se oponen a su apoyo a Israel.

Muchos partidarios de la causa palestina argumentan que Biden debe ganarse sus votos y que el número de muertos y el sufrimiento de los gazatíes deberían estar más allá de la contienda política y electoral

Las protestas por la forma en que el gobierno de Biden ha manejado la guerra en Gaza está generando disrupciones en las actividades de todos los niveles del Partido Demócrata, desde los consejos municipales hasta el Congreso y la Casa Blanca, complicando la campaña, y por momentos incluso la gobernabilidad, en un año electoral clave.

Biden evitó exitosamente una primaria complicada y no tuvo que enfrentar a ningún opositor viable dentro de su partido. Pero el conflicto de Gaza fogoneó las tensiones intrapartidarias, y los demócratas temen que un movimiento sostenido de protesta por una guerra que se libra a miles de kilómetros de distancia termine reduciendo la asistencia de los norteamericanos a las urnas en las elecciones de noviembre.

“Quienes en este momento se están organizando para que la gente le retire su apoyo al presidente, en los hechos está apoyando y ayudando a Trump”, dijo la semana pasada en una entrevista el senador John Fetterman, de Pensilvania, un demócrata que cayó en desgracia entre los progresistas por su inquebrantable apoyo a Israel. “El que juega con fuego de esa manera, que después se haga cargo de la quemadura.”

Muchos partidarios de la causa palestina argumentan que Biden debe ganarse sus votos y que el número de muertos y el sufrimiento de los gazatíes deberían estar más allá de la contienda política y electoral.

Donald Trump rara vez —o nunca— ha sido interpelado públicamente o frente a su casa por manifestantes propalestinos

“Si hay tanta gente manifestándose contra la guerra, incluso con la amenaza política de Donald Trump en el horizonte, es porque este tema les importa profundamente”, dice el reverendo Michael McBride, fundador del comité de acción política de la Iglesia Negra, que viene presionando por un alto el fuego en Gaza.

El embate a nivel nacional para presionar a la Casa Blanca para que limite su apoyo a Israel se ha enfocado casi exclusivamente en los dirigentes demócratas, y el expresidente Donald Trump rara vez —o nunca— ha sido interpelado públicamente o frente a su casa por manifestantes propalestinos. Trump no ha dicho nada sustancial sobre el conflicto, más allá de afirmar que Israel debería “terminar” la guerra.

Las protestas se caldean y refuerzan la seguridad

Biden ha ido endureciendo su postura hacia el gobierno de Israel, y el jueves llegó a amenazar con condicionar el futuro apoyo a la forma en que Tel Aviv maneje la crisis humanitaria y la muerte de civiles en Gaza.

De todos modos, arrecian las críticas en su contra.

La semana pasada, durante un encuentro por el Ramadán en la Casa Blanca, un médico palestino-norteamericano —uno de los poquísimos líderes de la comunidad musulmana que aceptó concurrir— se fue intempestivamente a modo de protesta tras decirle a Biden que la inminente invasión por tierra de Israel a Rafah sería “un baño de sangre y una masacre”.

Desde hace semanas, frente a la casa del Secretario de Estado Antony Blinken hay manifestantes propalestinos que arrojan botellas con sangre falsa contra la fachada y lo insultan a él y su familia.

Y hasta las inocuas fotografías que publica la Casa Blanca en las redes sociales —niños con huevos de Pascua o tulipanes recién plantados— desbordan de comentarios que acusan al gobierno de ser cómplice de las matanzas masivas y de la hambruna en Gaza.

En las últimas semanas, el equipo de campaña de Biden redobló sus esfuerzos para controlar el acceso a sus apariciones públicas. En vísperas del evento de recaudación de fondos de Biden en el Radio City, el mes pasado, decenas de personas que habían comprado la entrada y a quienes la campaña de Biden marcó como posibles manifestantes pro-Gaza recibieron el aviso de que su compra había sido anulada, según funcionarios de campaña y miembros de Jewish Voice for Peace, una organización progresista antisionista que ha protestado en las apariciones públicas de Biden.

“Lamentablemente, no pudimos encontrarle ubicación y hemos reembolsado todas las entradas vinculadas a su dirección de correo electrónico”, decía el email sin firmar. “La decisión es inapelable.”

De todos modos, algunos manifestantes lograron entrar al salón, donde interrumpieron repetidamente la aparición conjunta de Biden con los expresidentes Bill Clinton y Barack Obama.

“Me reuní con ellos”

Son muchos los funcionarios demócratas que están teniendo problemas para esquivar a los manifestantes.

En Santa Ana, California, la familia y los vecinos del congresista demócrata Lou Correa están hartos de los parlantes, los megáfonos y los gritos de los manifestantes que se reúnen desde las 6:30 de la mañana en esa tranquila calle de los suburbios.

Cuando ocurren las protestas frente a su casa, Correa suele estar en Washington, y le pidió al Concejo Municipal local que apoyara una ordenanza de emergencia para exigir que los activistas que se manifiestan frente a viviendas particulares permanezcan a no menos de 90 metros de distancia. La propuesta no fue aprobada.

“Me reuní con ellos, atendí sus llamados, respondo sus emails y ahora dicen que están en mi casa porque quieren reunirse conmigo y que me niego a salir”, dice Correa, y aclara que apoya las negociaciones para poner fin a la guerra y aplicar la solución de “dos Estados” al conflicto palestino en general. “Me votaron a mí, eso lo entiendo. ¿Pero mi barrio qué tiene que ver? ¿Qué tienen que ver mi familia, mis vecinos? Eso es lo que no entiendo.”

Calmar los ánimos

Pero en algunos lugares esas tácticas de protesta han tenido éxito.

En Ann Arbor, Michigan, hace años que un grupo de manifestantes asiste a las reuniones del Concejo Municipal para pedir que se aprueba una resolución denunciando la política de Israel hacia los palestinos. Hace seis años, mientras intentaba leer una resolución de concientización sobre la violencia armada, el alcalde Christopher Taylor fue abucheado por manifestantes que querían saber por qué no hablaba de las personas que estaban siendo asesinadas en Gaza.

Taylor es alcalde desde 2014 y viene sosteniendo que el tema de Israel y otras cuestiones de política exterior no son competencia de la ciudad. Pero ante las interminables protestas que se viven en su municipio desde el ataque de Hamas el 7 de octubre, Taylor y el consejo accedieron y aprobaron una resolución reclamando un alto el fuego. Los ánimos se calmaron y la mayoría de los manifestantes dejaron de interrumpir las reuniones del consejo.

“La política exterior está lejos de nuestra competencia, pero existen circunstancias especiales”, explica Taylor. “Cuando hay comunidades que sufre un dolor profundo, nos manifestamos en apoyo de quienes sufren.”

(Traducción de Jaime Arrambide)

 

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