Cinco años después, la F1 regresa este fin de semana a China. A un circuito que para algunos de los pilotos de la parrilla será todo un descubrimiento, puesto que nunca rodaron aquí. Es el caso del “local” Zhou Guanyou -que tiene tanto de chino como el circo de Manolita Chen-, o los de Tsunoda, Piastri y Sargeant por ejemplo.

Por si ello fuera poco, lo harán sobre una pista cuyas condiciones prometen ser toda una incógnita tras tanto tiempo no solo sin el GP si no también sin otras competiciones del suficiente nivel como para poner en valor la situación del asfalto. Y, por añadidura, con un formato nuevo para la carrera al Sprint del sábado, lo que aportará mayor incertidumbre a quienes se lanzarán a pescar los primeros puntos del fin de semana tras haber rodado sólo una hora en los primeros entrenamientos libres de la carrera. Un viaje a “lo desconocido” que promete ser muy interesante. Y este será, probablemente, el principal aliciente para la cita de Shanghai, el factor “duda”, como los mensajes que nos aparecen en el interior de las galletas chinas.

Venimos de una apasionante carrera de MotoGP en Austin que, más allá del electrizante espectáculo que vimos en la pista, fue una verdadera subversión a la lógica. Leíamos aquí mismo que Dan Rossomondo -el máximo responsable comercial de Dorna- ponderaba por encima de todo la “imprevisibilidad” de cualquier carrera de MotoGP en comparación con una de F1.

Este fin de semana la máxima expresión del automovilismo deportivo tiene una magnífica oportunidad para poner también en valor su capacidad de seducción ante la citada sucesión de dudas que se presentan.

Comentábamos antes de la carrera de Japón que “las grandes noticias”, las “exclusivas mundiales intergalácticas” en la F1 dejaron de existir hace ya bastante tiempo, y que cuando se producía un “gran cambio” casi nunca ninguno de los tradicionales oráculos suele avanzarlo. A la noticia de la renovación “multianual” (sin mayores detalles…) de Fernando Alonso me remito, sin ir más lejos. Cuando ya le metían en Mercedes en el lugar de Hamilton, o acompañando a Verstappen en Red Bull a partir de la próxima temporada, la extensión de su acuerdo con los de Silverstone nos ha pillado a todos más que con el paso cambiado, con el uréter si ninguna flaccidez, por no utilizar la expresión relativa a su líquido propio en la que todos ustedes están pensando.

Alonso -el más veterano de la parrilla (42 años)- seguirá al menos un par de años más en la pomada. La incógnita es saber hasta cuándo. Si el asturiano sigue más allá de 2026, cuando volvería a llevar un motor Honda rugiéndole en el cogote por mor del acuerdo de los japoneses con el equipo de los Stroll, no sólo habrá superado a Michael Schumacher como el más veterano en una carrera en los últimos 50 años, sino que podría apuntar a convertirse en el segundo campeón más longevo de la historia tras la marca establecida por Fangio cuando ganó el último de sus cinco títulos con 46 años y 41 días.

Lo dicho: un viaje a lo “desconocido”, a la espera de esa imprevisibilidad que enaltece a los más osados. Y esto es lo que hace único este deporte porque, como dijo Julio César: “Nadie es tan valiente que no sea perturbado por algo inesperado.” Pero vayámonos hasta un cronista algo “más moderno”- para zanjar este punto apuntó en su momento John Pulitzer: “Ojo a las situaciones inesperadas. En ellas se encierran, a veces las grandes oportunidades.

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