PARÍS.- La humillación es feroz y el resultado histórico. Menos de un año después de haber elegido nuevamente a Recep Tayyip Erdogan y a su formación, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), para dirigir el país, Turquía le impuso ayer en las elecciones municipales una severa derrota a la mayoría presidencial.

Decenas de ciudades cambiaron de administración a favor de la principal fuerza de oposición, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), gran vencedor de los comicios. Estambul, Ankara, Izmir, Bursa y Antalya, las cinco mayores aglomeraciones del país votaron masivamente por la formación creada por Mustafa Kemal Ataturk hace casi un siglo. Recep Tayyip Erdogan, en el poder hace 20 años, ni siquiera esperó la proclamación de los resultados oficiales para reconocer su derrota.

“Lamentablemente, no pudimos obtener los resultados que deseábamos. Pero nunca iré en contra de la voluntad del pueblo turco”, dijo a sus seguidores. La oposición no podrá, en todo caso, criticarle esta última frase. “La democracia ganó”, insistió, haciendo casi olvidar más de una década de deriva autocrática, fraude y violaciones del Estado de Derecho.

Antecedentes

El alcalde saliente de Estambul, Ekrem Imamoglu, obtuvo más de un millón de votos más que su adversario, con el 51% de las boletas contra el 39%. El CHP ganó cerca de 20 distritos de los 30 de la capital económica turca. Es decir, 12 más que en 2019. Algo nunca visto en 50 años.

“En todo el país el partido kemalista aumentó su presencia, obteniendo incluso las plazas fuertes del poder en la región del mar Negro y el centro de Anatolia. Incluso la ciudad de Adiyaman, dirigida desde hacía años por el AKP y duramente golpeada por el terremoto de 2023, dio un amplio triunfo al candidato del CHP”, señaló Evren Balta, profesor en la universidad de Ozyegin.

El otro hecho excepcional de estas elecciones fue la nueva victoria aplastante del partido prokurdo en las provincias del sudeste de Turquía. El HDP, disuelto y vuelto a crear con el nombre de DEM (Partido de la Igualdad y la Democracia de los Pueblos), ganó todas las ciudades orientales, obteniendo el 64% de los votos en Diyarbakir, la capital regional, y dejando atrás a los demás partidos.

Ni bien conocidos los primeros resultados, manifestaciones espontáneas se formaron en numerosas ciudades del país. En Sarigazi, sobre la vera asiática de Estambul, centenares de personas cantaban “¡Erdogan, dimisión!”.

La humillación presidencial es tanto más magistral, cuanto que fue él mismo quien convirtió estos comicios municipales en un test de popularidad a nivel nacional. Erdogan lanzó todo su peso en la campaña, multiplicando los mítines y aprovechando su tiempo ilimitado de palabra en la televisión pública para arengar a sus seguidores. Diez meses después de haber ganado las presidenciales y nueve meses después de triunfar en las legislativas, el “reis” esperaba reforzar su férreo control sobre Turquía.

“Sucedió todo lo contrario: los turcos decidieron cambiar la cara de su país”, dijo ayer Ozgur Ozel, jefe del socialdemócrata CHP.

“Esta votación es un hito para todos. Nuestro pueblo envió un mensaje claro. Hoy sabemos que Turquía no aceptará ser un Estado de no-derecho. Las numerosas victorias de este domingo son la prueba de que a pesar de todos los obstáculos que nos impuso el poder, nuestros alcaldes trabajaron bien y mostraron que sus ciudades estaban en buenas manos”, declaró Ozel.

Lanzando un llamado a sus militantes a permanecer calmos y frenar el “espíritu de venganza”, el líder del CHP insistió en que “a pesar de la ausencia de alianza (con otros partidos de oposición), hemos vencido”: “Somos un partido de demócratas, un partido socialdemócrata, un partido con demócratas conservadores, kurdos y nacionalistas. Todos podemos votar juntos y esta elección es el primer paso de las victorias que se anuncian en los próximos años”, precisó.

Fracaso

La derrota del AKP es un fracaso personal de Erdogan, simbolizado por Estambul, ciudad de la cual fue alcalde en los años 90: la capital económica y cultural donde creció y donde vive, que intentó reconquistar a cualquier precio enviando a su delfín. Estambul tiene 16 millones de habitantes, cerca de un quinto de la población del país, 30% de su PBI. “Quien gana Estambul, gana Turquía”, suele decir el mismo Erdogan.

Después de estas elecciones, la joya del Bósforo permanecerá bajo la responsabilidad del líder de facto de la oposición, un exhombre de negocios tan mediático como ambicioso. Ekrem Imamoglu, que siempre se presentó como el rival del jefe del Estado, ganó este fin de semana una incontestable estatura de presidenciable para 2028.

¿Cuáles podrían ser ahora las consecuencias de esta derrota para el partido de Erdogan? Lo que sucedió este 31 de marzo es “un giro pero no el final”, dijo el presidente turco, que prometió sacar conclusiones.

“Después de todo Erdogan ha sobrevivido a innumerables tempestades, como las gigantescas manifestaciones opositoras en 2013, o un intento de golpe de Estado en 2016. Pero, con el tiempo, ha creado tanto vacío a su alrededor, ha personalizado tanto el poder, que es difícil imaginar que sea capaz de recuperarse esta vez”, señala Evren Balta.

Porque, además, los electores también sancionaron su política de austeridad, que hizo caer el poder adquisitivo de las clases medias y los jubilados: con el 70% de inflación, Turquía está sumergida en una crisis económica sin precedentes.

Durante la campaña, Erdogan sorprendió a su auditorio afirmando que estas elecciones serían las “últimas”, dejando entender que pensaba retirarse de la vida política en 2028, fecha de las próximas presidenciales. Pero los especialistas son prudentes.

Evren Balta recuerda que “no es la primera vez que Erdogan dice lo mismo. A los 70 años, físicamente y políticamente disminuido, el ‘Reis’ mantiene intacta su ambición de poder”.

 

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