Hija de dos actores, a priori cualquiera puede suponer que el destino de Jazmín Laport estaba marcado. Pero lejos de ser un mandato, ser actriz y cantante fue su elección y muy a conciencia. En una charla con LA NACION, Jazmín habla de la relación con sus padres, Viviana Sáez y Osvaldo Laport, de cuánto le costó superar la mirada del otro y cómo gesta su propio camino. También cuenta que se separó de su pareja, que vive sola y que hizo sus muebles con ayuda de la familia.

-¿Por qué elegiste que tu primer disco se llame Pronoia?

-”Pronoia” es un término que no busqué y llegó a mí sin tener la más pálida idea de su significado. Cuando googleé lloré mucho, y debo decir que soy muy emocional. Y pensé que deberíamos ser todos más pronoicos que paranoicos. [N. de la R.: Pronoia es la creencia de que el mundo o las personas, en general, conspiran a favor de uno mismo; es el sistema de creencias opuesto a paranoia]. La idea es que salga en primavera y con un lanzamiento muy espectacular. Las primeras canciones empezaron a salir en el 2020 y algunas van a estar en el disco. La apertura del disco fue “Manifiesto” y hace unos meses salió “Maleante”. Ahora van a escuchar “Abril”, y me parece que la gente va a llorar conmigo.

-¿Hablás de vos en tus canciones?

-Mis canciones tienen que ver con mi propia experiencia, soy un libro abierto (risas). En su momento escribí algunas canciones relacionadas a la ansiedad que quedaron fuera del disco.

-¿Sos muy ansiosa?

-Soy muy del psicoanálisis, de la terapia holística, la biodecodificación, las constelaciones familiares. Pero en un momento sentí que nada que lo que hacía funcionaba. Hay algo que humildemente considero que me sale muy bien, y es transformar las cosas en arte; entonces pensé en componer una canción. Hago una fusión de ritmos y géneros y esa es una de las ventajas de un artista que todavía no tiene un sello atrás que le diga qué tiene que hacer. Quiero buscar mi camino. Me gusta un abanico muy grande de géneros, entonces el disco tiene baladas, una cumbia, canciones acústicas, un candombe. Compongo, interpreto y vuelvo locos a mis productores musicales, Achi y Román Deuz.

-Sos hija de dos actores, creciste en sets de televisión, en los teatros… ¿Tu camino artístico es un mandato o una elección?

-Cien por ciento elección. He tenido momentos en que pensé hacer psicología, por ejemplo, porque me interesa mucho y leo mucho. Me gustan los niños y pensé en ser maestra jardinera. Pero me pasa algo con el escenario y la cámara; son mi zona de confort. Ahí siento que soy cien por ciento yo. De chiquita empecé a estudiar de todo, porque para mis padres no hay otra opción que prepararse. Ya no estoy enojada, pero de chica sí lo estaba porque hay mucho prejuicio con el hijo de… Y sentía que tenía que demostrar que había estudiado, que nadie me había acomodado en ningún lugar. Y así y todo era muy difícil. Cuando fui creciendo me di cuenta de que el rollo era del otro, porque yo tenía herramientas. A los 4 años empecé a estudiar ballet en la escuela de Julio Bocca y después comedia musical en inglés, canto, baile, teatro, de todo.

-¿Cómo te sacaste de encima ese peso del prejuicio?

-Haciendo terapia (risas). Valoro que el vínculo con mis padres es de muchísima comunicación y ellos siempre están disponibles. Me saqué esa presión de la expectativa que el otro pueda tener sobre mí. Hice un millón de castings en la vida y en muchos me decían “vos que sos la hija de… tenés que dar el ejemplo”. Es la fantasía del otro. Nunca me acomodaron en ningún lado, y hoy podría decir que hubiese deseado que me acomoden por contrato (risas).

-Acomodo no, pero quizás sí tuviste oportunidades…

-Tuve oportunidades de hacer giras con Arnaldo André, Marta González, Claribel Medina, distintos directores que me han convocado. En junio se estrena Antes del adiós, dirigida por Pablo Yotich, y en mayo filmo una película. Tardó en llegar, pero al final hay recompensa.

-Entonces, a diferencia de lo que se pueda pensar, ¿fue más difícil entrar al medio?

-También entiendo que cuando sos adolescente creés que todo está en contra tuyo. Y no era personal, pero yo tenía tantos deseos que me enojaba. Necesitaba que supieran que podía. Y con el tiempo acepté que era mi camino. En algún momento formaré un sindicato de “hijos de…” (risas).

-En alguna oportunidad trabajaste con tus padres, ¿cómo es el vínculo con ellos?

-Trabajamos juntos en Las novias de Travolta y en una temporada en Mar del Plata con Burlesque. E hicimos una ficción que se gestó en pandemia, Detrás del arco iris. Charlamos mucho con mis viejos y los admiro porque son tan creativos que siempre tienen soluciones para todo. Nunca se ahogan en un vaso de agua y ese es un don gigante. Nos gusta intercambiar ideas, pero en cuanto a la música, les muestro el trabajo cuando ya tengo la mezcla porque es algo muy personal. Hay mucha gente que cree que sigo entrando en la cuna que me hicieron mis padres, que no pasó la vida. Esa cuna es una leyenda (risas), está en el quincho. El disco cuenta la transición de esa mujer que ya tiene 28.

-¿Alguna vez te presentaste a algún casting con otro nombre?

-Sí, al de La Voz Argentina, en el 2019. Me presenté con mi apellido real, del documento, que es Udaquiola Sáez; Laport era el apellido de mi abuela y mi papá lo adoptó como artístico. Hice once horas de cola para cinco segundos de canto. No quedé, pero si quedaba no quería que nadie dijera nada.

-¿Fue una decepción no ser elegida?

-Estaba contenta porque era una aventura. Aprendí que tengo que aceptar lo que sucede sin catalogarlo como bueno o malo, porque todas son experiencias. No fue una decepción. Estaba muerta de frío y tenía mucha hambre. Y a mis padres se los conté al día siguiente.

-¿La actriz y la cantante van de la mano?

-La música me llevó a potenciar todo porque en mis videoclips soy la actriz y también en la interpretación de la voz hay mucho sentimiento. Mi actriz que está a flor de piel. Me gustaría vivir de las dos, pero a veces está la actriz más encendida y otras, la cantante.

-Para pagar las cuentas, ¿tenés que echar mano a otras actividades?

-Mi modelo siempre está muy atenta; fue así como arranqué. Hace diez años que tengo mi pastelería, Boutique de antojitos, y en su momento hacía las tortas en el horno de la casa de mis padres. Pero ahora no lo estoy haciendo porque me había cansado un poco de la logística; yo cocinaba, decoraba, empaquetaba y lo llevaba puerta a puerta. Hice muchos pan dulces para muchas navidades y vendía 60, que para una sola persona cocinando en un horno de una casa, es un montón. Cuando hice los dos primeros videoclips yo amasaba y tenía un cuadernito en el que anotaba cuántos pan dulces tenía que vender para cubrir lo que quería hacer. Me esforzaba porque un pan dulce más me cambiaba todo.

-Contaste que hacés terapias holísticas, ¿las sumaste al psicoanálisis?

-Lo reemplacé. Soy muy curiosa y quiero saber todo sobre mis ancestros, conectar. Me encanta y me hace bien.

-¿Estás en pareja?

-No. Nos separamos en Navidad, porque era una situación que no daba para más. Hoy puedo decir que fue un regalo de Navidad (risas). No era un amor sano.

-¿Vivís sola?

-Sí, tenía ganas de vivir esa experiencia y estoy feliz. Soy muy consciente del privilegio de poder cumplir este sueño, y de todo lo que hicieron mis viejos para que yo pueda tener mi espacio. Todo está muy difícil. Me mudé con la cama y la heladera y el resto lo hicimos nosotros. Por ejemplo, si quiero algo que no puedo comprarlo, averiguo en un tutorial cómo hacerlo y lo hago. Para los muebles miré mil ideas, fui a la maderera y pedí las piezas que necesitaba, las llevé a la quinta de mis padres con media docena de medianas, mates y trabajamos los tres. Mi papá es carpintero de oficio. Y quedaron divinos.

-¿Te insisten para que te quedes a dormir?

-Mucho (risas). Sobre todo mi papá. Encima me quiere persuadir con cosas que me gustan y me dice “che, ¿y si te quedas a dormir y hacemos tal comidita?”. Son los gajes de ser hijo único y toda la energía está puesta en una sola persona.

 

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