El segundo libro de la actriz y directora Celeste Cid (Buenos Aires, 1984) se puede leer como un guion poético sobre las formas misteriosas que toman las historias de amor. La “cámara narrativa” -que reemplaza a la voz- sigue la errancia de los protagonistas, Ella y Él (E. y A.), a través de una asombrosa “puesta en página” con subrayados, diferentes cuerpos tipográficos, blancos y “fundidos a negro”, didascalias, un bosque de signos de puntuación gigantescos y otros entre medio de las palabras. En Intimidad (Emecé), el libro se define a sí mismo como “un caos gramático-dramático”.

“Quizás de alguna forma sea eso -dice la autora a LA NACION-. El libro fue el medio que encontré para organizar ese caos gramático-dramático que tenía en mi interior por aquellos días”. La mayor parte fue escrita quince años atrás, cuando Cid tenía veinticinco años. “Nunca me predispuse a escribir un libro, diría que eso pasó casi como algo inevitable -agrega-. Pero no es lo que más me llama la atención, porque todo el tiempo uno está escribiendo algo, o haciendo un collage, o garabateando una melodía en un piano. Lo loco, creo hoy, fue haberme animado a publicarlo”. En 2005 había publicado Hiel, fotolibro con collages y escritos suyos y de otros autores.

La actriz, que protagonizó éxitos en la pantalla chica y en el cine como Resistiré, Para vestir santos, Eva & Lola y Aire libre, cuenta que ahora está en plena “temporada de estudio”. “Tomo clases de literatura, y estoy escribiendo. Veremos qué forma toma. En breve comienzo el rodaje de una película, y al terminar esa comienzo con otra, coproducción”.

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-¿Cuánto influye tu trabajo como actriz y directora a la hora de escribir?

-La influencia es absoluta, es lo que conforma mi identidad, y mi formación. Como actriz y como persona, tanto que hoy por hoy me resulta hasta absurdo separarlas. Es una y la misma, y a la vez tienen sus diferencias. Pero el fondo está hecho de la misma sustancia. Después hay momentos donde priorizo más a una sobre la otra, y los estilos de ‘cada una’. A la que escribe y dirige le gusta más observar; la otra es más la observada, la que actúa, la que pone el cuerpo, la que es guiada.

-¿Las historias de Ella y Él tienen puntos en común con tu experiencia personal?

-No me imagino nada que no parta de una experiencia propia. Decir que algo me gusta o no me gusta, o me es indiferente, en definitiva habla de una mirada, de un punto de vista, y ese punto de vista está constituido sobre la base de experiencias, que son influencias directas en cualquier cosa que uno haga. No hay forma de escaparle a eso. Hace poco leí una frase de Mariano Tenconi Blanco que me encantó: “No hay nada más autobiográfico que la imaginación “. Aun así, cuando se escribe, al menos en esta experiencia que tuve, nunca se sabe del todo bien hacia dónde va, en dónde deriva.

-¿Qué relación hay entre lo que pasa en Intimidad y el título?

-Lo escribí a mis veinticinco años y tuvo modificaciones previo a publicarse, desde ya. Pero el título ya estaba desde aquella época. Evalué cambiarlo, buscar algo relacionado con las langostas, que es uno de los personajes, pero no encontré sustituto. Me parece que es un título que le cuadra muy bien. Si busco “intimidad” en el diccionario aparece: “Ámbito íntimo, espiritual o físico, de una persona o de un grupo”. Por esos lares deambula este libro. Y creo lleva al lector hacia ese lugar, o al menos lo invita. Una persona me dijo que la había conectado con ella misma, que sentía que le estaba hablando. “No es de esos libros que leés y necesitás enseguida comentar con otros, es de esos que te dejan en silencio, más reflexivo”. Me gustó esa sensación, sobre todo en estas épocas donde todo es tan hacia afuera, hacia un otro u otros, como cuando le sacás la foto a la comida para el Instagram antes de probarla.

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-¿Qué escritores te marcaron y cuál es tu relación con la lectura? En Intimidad hay “huellas” de Marguerite Duras y Clarice Lispector, además de referencias a Lewis Carroll.

-Qué hermosura que se vislumbre eso. Sin duda que Duras y Lispector me han marcado mucho, también Alejandra Pizarnik, más recientemente Leila Guerriero. Me gusta leer a mujeres, desde siempre, La mujer rota de Simone de Beauvoir fue biblia, también Ursula K. Le Guin con Los desposeídos, y las historias pueblerinas en manos de Clarissa Pinkola Estés, el libro de instrucciones de Yoko Ono, Pomelo. Muchas, muchas mujeres que me han acompañado desde edades muy tempranas.

-¿Qué es “el pájaro-monstruo-poesía” que no pide nada, otro de los personajes del libro?

-Me gusta lo del “monstruo” de las artes, por esta combinación que puede ser entre lo “humano” y lo “sobrenatural”, pero la alejaría de lo aterrador. Podría parecerse más a una cueva donde alojar esas sombras, esas soledades. La poesía para mí es un refugio; la realidad no es un terreno suave.

“Creo que era necesario hacer una limpieza, revisar puestos de trabajo de personas que ni se presentaban a trabajar y percibían un sueldo. Hubo mucho dibujo en gobiernos anteriores. Pero una cosa es hacer una limpieza, y otra es vaciar y demoler lugares que sí funcionan, y que son nutritivos. No puede dar todo lo mismo”

-¿Cuál es tu opinión sobre la relación del Gobierno actual con la cultura?

-No tiene relación. O si la tiene es una relación totalmente destructiva. Creo que era muy necesario hacer una limpieza, revisar puestos de trabajo muchas veces ocupados por personas que ni se presentaban a trabajar y aún así percibían un sueldo. Hubo mucho dibujo en gobiernos anteriores, mucha cosa obscena. Un país tan rico y tanta gente con necesidad: no dan las cuentas. Pero una cosa es hacer una limpieza, y otra cosa es vaciar y demoler lugares que sí funcionan, y que son nutritivos. No puede dar todo lo mismo, porque no todo entra en la misma bolsa.

-Presentás Intimidad en la Feria del Libro.

-Es el domingo 28, a las 16, con Eugenia Zicavo; está invitado todo aquel que quiera venir. Creo que voy a estar más contenta ese día que el día de mi cumpleaños. Es un sueño hecho realidad para mí este libro, literalmente hablando.

 

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