El discurso ha sido diseñado al compás del quién y del cómo. Tanto arriba, como abajo del escenario. En el atril, un Salvador Illa con un fondo blanco, sobrio, sin las siglas del PSC y con el manuscrito ‘Unir y servir’ pidiendo paso para ser el próximo president de la Generalitat junto a tres banderas: la ‘senyera’, la española y la europea. Y en las primeras filas del auditorio, desde el simbolismo de la presencia de Guillaume Tarradellas -nieto del presidente Josep Tarradellas– al mensaje que supone que se hayan sentado cuadros distinguidos de la extinta Convergència -entre ellos el fundador y padre de la Constitución Miquel Roca– y la plana mayor de los agentes sociales. Ante todos ellos, el líder de los socialistas catalanes, envuelto en una puesta en escena de presidenciable, ha expuesto sus credenciales y el esqueleto de su proyecto: más autogobierno y una financiación que aporte más recursos a Cataluña poniéndose al frente de un Govern «por encima de partidos y de ideologías».

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El objetivo de Illa, que lidera las encuestas, era exhibir poderío y estar en disposición de agarrar el timón desde unas Drassanes abarrotadas con 1.200 asistentes, según la organización. Y hacerlo pidiendo el apoyo más allá de las fronteras del PSC con una carta de navegación que deje atrás las turbulencias del ‘procés’ para centrarse en la gobernabilidad, los servicios públicos y las infraestructuras. «Me ofrezco y me comprometo a liderar la tercera gran transformación de Cataluña. Su receta es pasar página a la épica de una década de conflicto territorial para volver a lo prosaico en el Palau de la Generalitat.

Para ello, ha prometido «consolidar y ampliar» el autogobierno de Cataluña culminando con el Estado el traspaso de hasta 50 competencias que permite el marco legal con el Estatut vigente pese a que fue recortado por el Tribunal Constitucional y legislando en 14 ámbitos.

Además de Roca, entre el público estaba el presidente del PDECat, David Bonvehí, los ‘exconsellers’ Miquel Sàmper, Santi Vila y Meritxell Ruiz, así como el exdiputado Jordi Xuclà. Todos ellos herederos de la posconvergencia moderada que ya no encuentra cobijo en un Junts entregado a Carles Puigdemont y a quienes no les incomoda -al contrario- codearse con la plana mayor de un PSC que pide abrir una nueva etapa de estabilidad en Cataluña.

 

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