El 1 de agosto de 1980, se produce uno de los acontecimientos que encogió el corazón a todos los españoles, sin importar la clase social a la que pertenecían. Recién estrenada la democracia española, tuvo lugar uno de los crímenes con más misterios de la historia de España

En la noche del 1 de agosto, al menos tres asaltantes aprovecharon la oscuridad de la noche para asaltar la mansión del Camino Viejo de Húmera, en el complejo urbanístico de Somosaguas (Madrid), donde se encontraban durmiendo los marqueses de Urquijo.

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Manuel de la Sierra y Torres (55) era uno de los banqueros más importantes del momento (Banco Urquijo) y su mujer, María Lourdes de Irquijo y Morenés (45) era la V marquesa de Urquijo. Esa noche, el matrimonio dormía separado.

Al ver que esa mañana de agosto, los marqueses no se despertaban, el servicio fue a ver lo que ocurría y lo que allí encontraron les revolvió las tripas. A él le habían pegado un tiro en la nuca y ella se desveló por el ruido del/los asesinos al tropezarse con un mueble y, tras preguntar «¿quién anda ahí?», recibió dos disparos, uno en la yugular y otro en la boca.

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Crimen de los marqueses de Urquijo | RTVE
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Es entonces cuando a la casa llegaron diversos grupos de homicidios y, tras las primeras indagaciones, las autoridades abandonaron la mansión sin hallar el arma del crimen y sin comprobar si la caja fuerte de la familia estaba intacta.

El administrador de la familia, se percató del detalle de la caja fuerte y se presentó en la escena del crimen para coger el contenido de la caja y prenderlo fuego en una pequeña hoguera en el jardín que no pasó desapercibida para los investigadores.

Además, ordenó que limpiaran las manchas de sangre de los dormitorios y que lavaran los cuerpos de los marqueses. Mientras la asistente estaba limpiando el escenario del crimen descubrió que la marque tenía un lazo negro a los pies de la cama, sin embargo, Myriam Sierra, hija de los marqueses, no dejó que este dato se pusiera en conocimiento de los investigadores.

Desde un primer momento se barajó la posibilidad de que el autor (o autores) del crimen fuera un conocido de las víctimas, ya que conocía el terreno. Pero, las únicas personas que se encontraban en la casa en el momento de los hechos eran la cocinera, la asistenta, el mayordomo y el chófer.

Las evidencias eran claras: la puerta de entrada a la vivienda por la parte de la piscina había sido forzada con un soplete, por lo que se descartó que el servicio tuviera algo que ver. Es entonces cuando todas las miras se ponen en una persona: Rafael Escobedo.

¿Quién fue el/los asesinos?

Apodado como ‘Rafi’ era el yerno ‘pijo’ de los marqueses, tras casarse con Myriam el 21 de junio de 1978. La familia nunca quedó muy satisfecha con este enlace y, además, hubo otro dato que llamó la atención de los investigadores; el joven vivió un tiempo en el chalet de Somosaguas.

Unos meses después de su casamiento, Myriam había iniciado una relación sentimental con el estadounidense Richard Dennis Drew y, un día antes del crimen, Myriam había estado comiendo con sus padres para tramitar la nulidad de su matrimonio.

Pero lo cierto es que Rafi tenía cuartada, ya que, el día de antes había estado comiendo con su amigo Javier Anastasio, con quien pasó la noche yendo de copas por Madrid hasta las tres de la madrugada, hora en la que regresó a su domicilio.

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Rafael Escobedo en la cárcel
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Las sospechas sobre el yerno nunca se disiparon y días más tarde hallaron en una finca propiedad de su padre unos casquillos de pistola que coincidían con el arma homicida. Es entonces cuando el 8 de abril de 1981 Rafi era detenido junto a su padre como sospechoso de asesinato.

Ya en prisión, el acusado acabó confesando su culpabilidad a través de una nota escrita a mano que nunca llegó a recuperarse. Sin embargo, el hermano del detenido relató que la confesión se produjo después de largos episodios de tortura y humillación.

El 27 de julio de 1988, encontraron el cuerpo sin vida de Escobedo en su celda, colgando con una sábana del techo y con restos de cianuro en los pulmones. Posteriormente, los forenses que examinaron el cuerpo descubrieron que el preso ya estaba muerto antes de haber sido ahorcado.

 

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