¿Cuál es el mejor lugar del mundo? Es aquel que buscamos absolutamente todos los seres humanos. Cuando no lo encontramos, o cuando no aprendemos a construirlo, nos procuramos “pseudorefugios”, tales como tener dinero en exceso, trabajar todo el día, viajar constantemente, etc.

Pero, ¿cuál es ese lugar extraordinario que todos perseguimos? Se llama “intimidad emocional”. Todas las personas necesitamos intimar a nivel emocional, puesto que es en dicho espacio afectivo donde nos sentimos seguros. En realidad, se trata de una construcción personal en la cual nos sentimos cerca, comprendidos, apoyados y, sobre todo, no juzgados.

¿Por qué nos sentimos de este modo? Porque al intimar no existe el protocolo. No hay reglas. No necesitamos aparentar ni impactar al otro, podemos ser quienes realmente somos. Es decir, auténticos. Por eso, en este lugar uno se siente relajado, cómodo, a gusto.

La intimidad emocional nos permite armar un vínculo. Esto hace que, por un lado, la anhelemos profundamente; pero, por el otro, también podamos llegar a temerle. Es en este espacio donde, al relacionarme con alguien, yo me permito revelarme al otro, y el otro se permite revelarse a sí mismo ante mí. Como se dice comúnmente, “abrir el corazón”.

Este es el mejor lugar del mundo que todos deseamos, ya sea que lo admitamos o no. Y, solo cuando tenemos la dicha de encontrarlo, de armarlo, de cuidarlo, nos sentimos plenos. Sentimos que hemos “llegado a casa”, pues, como ya hemos mencionado, todos somos seres de intimidad.

 

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