Que la acción humana en el medio ambiente tiene impactos negativos en el ámbito de la salud es algo que se sabe desde hace tiempo. Por ejemplo, es una realidad que la contaminación del aire, provocada por las emisiones de gases de efecto invernadero, promueve las mutaciones genéticas específicas del cáncer de pulmón, o que el aumento de las temperaturas globales expande el área geográfica de algunas enfermedades endémicas, como el dengue.

Pero, ¿cuál de nuestras acciones es la que hace incrementar más el riesgo de contraer infecciones? Un nuevo estudio, basado en el análisis de casi 1.000 documentos científicos, halla la respuesta en la pérdida de biodiversidad: los resultados sugieren que el deterioro de los ecosistemas no solo está haciendo emerger nuevas enfermedades infecciosas en todo árbol de vida, sino que además estaría provocando que este tipo de patologías sean más peligrosas para las personas, los animales y las plantas.

La investigación, que ha sido publicada en la revista Nature, busca ofrecer información que ayude a diseñar mejores estrategias en el manejo y control de enfermedades infecciosas, a través del conocimiento sobre el impacto que tienen este y otros «impulsores del cambio global» -como el cambio climático, la contaminación química, la transformación paisajística y la introducción de especies- en la salud de los seres vivos. 

Para dar con los resultados, el equipo de investigadores, cuyos miembros pertenecen a la Universidad de Notre Dame (Indiana), la Universidad de Georgetown (Washington D.C.) y otras instituciones estadounidenses, empleó la inteligencia de datos.

Big data al servicio de la investigación científica

Entre un grueso de literatura científica, se buscaron términos como «parásito», «patógeno» o «enfermedad» y se combinaron con los cinco impulsores del cambio global designados, a saber: la ya mencionada pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la introducción especies invasoras o especies invasoras introducidas, la transformación del hábitat y contaminación química.

Así, hallaron que al menos cuatro de estos cinco factores analizados propendían al aumento de riesgo de infección. Además, al compararse enfermedades humanas y no humanas, ambas presentaron tendencias similares con respecto a los impulsores del cambio global, lo que sugiere que, en palabras de Jason Rohr, biólogo de la Universidad de Notre Dame y coautor del estudio, «el cambio ambiental podría aumentar la ocurrencia de la propagación de parásitos de los animales a los humanos y, por lo tanto, también el riesgo de pandemia».

Por su parte, en el caso de la pérdida de biodiversidad, que se posicionó como el impulsor de cambio más destacado -seguido de la introducción de especies invasoras y del cambio climático-, esta se relaciona con estudios previos sobre el efecto de dilución. La hipótesis -que sigue siendo foco de discusiones entre la comunidad científica- señala que una mayor diversidad de seres vivos inhibiría la propagación de parásitos, según uno de los documentos referenciados en la investigación

a MAYOR URBANIZACIÓN, MENOR RIESGO DE ENFERMEDADES

Para ser más precisos, los investigadores dividieron algunos de los impulsores del cambio en diversas subcategorías: el cambio climático, por ejemplo, incluyó temperaturas extremas, temperaturas medias y precipitaciones, y la transformación del hábitat, subcategorías como la fragmentación de bosques o urbanización. Así, esta última reveló que a mayor presencia, menores son los riesgos en las enfermedades infecciosas.

La razón de que, según los resultados del estudio, las zonas urbanas sean menos propensas a la propagación de este tipo de patologías tiene que ver tanto con el mayor saneamiento público, como por la menor presencia de animales y plantas que puedan ser huéspedes de las infecciones, como los vectores transmisores del dengue o el Zika, o los ratones transmisores de la enfermedad de Lyme.

Con esto, una vez expuestos los resultados, los autores han reconocido que, si bien la literatura científica en esta materia es amplia, existen pocos datos relativos a las intervenciones para mitigar los efectos del cambio global en la enfermedad. Es por ello que, a falta de evidencias, insisten en orientar los esfuerzos a la subsanación de los impulsores analizados en su estudio.

«Nuestro estudio sugiere que la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, la gestión de la salud de los ecosistemas y la prevención de las invasiones biológicas y la pérdida de biodiversidad podrían ayudar a reducir la carga de enfermedades de las plantas, los animales y los seres humanos, especialmente cuando se combinan con mejoras en los determinantes sociales y económicos de la salud», concluye Rohr.

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