Los enredos en Red Bull Racing no parecen tener freno en el inicio del calendario. La explosión del caso Horner, con un supuesto caso de acoso laboral a una empleada. La desestimación de la denuncia, tras una investigación interna que generó resquemores en el paddock de la Fórmula 1. Las esquirlas que disparó la resolución en la antesala del primer episodio de la temporada, en Bahréin. La tensión que provocó con sus declaraciones Jos Verstappen, acerca de la inestabilidad que encendía la continuidad del británico al mando del equipo. Las filtraciones sobre un supuesto despido del boss del garaje que frenó el accionista mayoritario, el magnate tailandés Chalerm Yoovidyha. Los comentarios acerca de cláusulas de salida en los contratos de Max Verstappen y del mago de la aerodinámica Adrián Newey, si se produce un despido de Horner, y las versiones sobre un alejamiento del asesor deportivo Helmut Marko resultaron los eslabones de la cadena de turbulencias que desanduvo la escudería en apenas un trimestre.

La última visita a Melbourne, una semana atrás, trajo el primer traspié en la pista con el abandono de MadMax en apenas tres vueltas, por el bloqueó de los frenos que desató un principio de incendio en el neumático trasero derecho. Tampoco el mexicano Sergio Checo Pérez tuvo un auto contundente ni el piloto se expresó en una versión superadora y acabó en el quinto casillero del clasificador. En la previa del Gran Premio de Japón, en Suzuka, en la madrugada del próximo domingo, el tricampeón del mundo no tendrá a su director de mecánicos en el garaje: Lee Stevenson estará en la tierra del Sol Naciente, pero en la otra punta de la calle de boxes, bajo el paraguas de Sauber, que comienza a reestructurarse para cuando se produzca el desembarco de Audi. Una sola voz mantiene la misma sintonía que en los días de celebraciones en medio de los estallidos y las múltiples alteraciones del escenario: Gianpiero Lambiase lanzó una frase que resulta una señal de fidelidad al piloto que heredó y con el que animó una dinámica de trabajo para convertirla en la más sólida del Gran Circo.

“Sinceramente, veo a Max como a un hermano pequeño. Podemos hablar de todo y de cualquier persona en cualquier momento. Estamos en un punto en el que nos sentimos completamente relajados y a gusto el uno con el otro. Tal vez esté hablado fuera de lugar, pero no creo que ahora tuviera ningún interés en trabajar con otro piloto”, comentó Lambiase en una charla con la BBC. En la exposición, el ingeniero ítalo-británico, de 43 años, expuso las razones que lo empujan a ese sentimiento: “Después de tener el éxito que disfrutamos juntos, no creo que fuera justo para otro piloto, desde su perspectiva o la mía, tratar de replicar lo que logramos”. La tarea a la par comenzó el mismo día en que Red Bull Racing determinó, en 2016, ascender desde Toro Rosso a Verstappen y degradar al ruso Daniil Kvyat a la escuadra de Faenza.

Lambiase estaba predestinado a ser el ingeniero de un campeón del mundo, aunque en lugar de heredarlo debió construir las vías de comunicación. La hoja de servicios en la F.1 la inició con el equipo Jordan, que más tarde fue adquirido por Force India en 2007. El primer piloto que lo tuvo como ingeniero fue el británico Paul di Resta. Ahí se desarrolló profesionalmente y también formó pareja con Checo Pérez. La química con el tapatío, que arribó al conjunto en 2014, para reemplazar a Di Resta, fue satisfactoria: en la tercera carrera juntos, el mexicano regresó al podio de celebraciones con el tercer puesto en el GP de Bahréin, por detrás de las espadas de Mercedes, Lewis Hamilton y Nico Rosberg. Pero el encaje no se prolongó en el tiempo, aunque más tarde volverían a compartir un equipo: Lambiase recibió un llamado de esos que sacuden desde Red Bull Racing para ser el ingeniero del tetracampeón Sebastian Vettel. Los planes, sin embargo, sufrieron una modificación con la firma del alemán con Ferrari, en noviembre de 2014, por lo que Kvyat terminó siendo el piloto con el que trabajó en 2015.

Con cuatro años de dominio, el equipo de Milton Keynes entró en declive y a la sombra de Mercedes. Kvyat fue el mejor de los pilotos de Red Bull Racing en 2015, superando por tres puntos a Daniel Ricciardo. El segundo puesto en el Gran Premio de Hungría fue el resultado más alto del año. El tercer puesto en el GP de China, el tercer capítulo de la siguiente temporada, no torció el rumbo del ruso en la estructura y Marko -junto con Horner- ascendió a Verstappen al conjunto de elite. “Recibí una llamada de Helmut [Marko], que me dijo: ‘tienes a un nuevo piloto, se llama Max Verstappen. Correrá en España, ya está en el simulador’. Al día siguiente llegó la confirmación de la fábrica y pasamos tres días en el simulador para que se acostumbrara al equipo. Presentamos a los mecánicos y revisamos los procedimientos del auto. También le preparamos algunos retos, como una prueba a ciegas con la cantidad de combustible en la clasificación. No tuvimos que repetir nada: se mostró inmediatamente competitivo”, recordó Lambiase en una entrevista con Talking Bull, un podcast de la escudería.

Las comunicaciones de radio entre piloto e ingeniero son la comidilla que ofrece la transmisión de la F.1 y entre Verstappen y Lambiase hubo algunas que resultaron bromistas y otras de tensión. En el juego F.1 Manager 2022, el ítalo-británico tenía una puntuación menor a las de Peter Bonnington y Riccardo Musconi, ambos ingenieros de Mercedes. MadMax ganó el GP de Países Bajos de esa temporada y lanzó que su ingeniero merecía una mejora. La radio quedó muda, como si se tratara de una situación personal e incómoda para Red Bull Racing, aunque el neerlandés retomó la comunicación: “Juego conmigo mismo, así que en realidad soy Christian Horner. La puntuación de GP [así lo llama a Gianpiero Lamabiase] es ridículamente baja. Probablemente se le ocurrió a alguien que estaba drogado. Tengo que hablar con esa gente sobre eso”. El año pasado, en el GP de Bélgica, la ventaja sobre su perseguidor Checo Pérez era convincente y consultó de hacer una parada extra en boxes para cambiar neumáticos. “Podría empujar un poco más y hacemos otra parada en boxes, un entrenamiento de pit stop”, disparó y sorprendió al muro. La respuesta negativa era previsible -un fallo podía hacer saltar por el aire un triunfo- y más tarde el piloto comento que se trató en parte de una broma.

En los pasajes de furia también la descarga recae sobre Lambiase, como en la clasificación del GP de Bélgica 2023. Verstappen superó el corte eliminatorio de la Q2 en el décimo puesto, un lugar incómodo, el último de la lista. “Debí salir con dos vueltas seguidas, como dije”, apuntó enojado MadMax. La respuesta del ingeniero fue corta: “Pero pasaste”. El enojo por la contestación llenó de rabia al neerlandés: “Me importa un carajo eso, pasó en P10 [posición diez]. Fue una salida de mierda”. Sin aumentar el fuego, pero haciéndole sentir la incomodidad, Lambiase preguntó camino a la Q3: “Dime qué quieres hacer y lo haremos. Házmelo saber: qué tipo de compuesto, cuánto combustible y el plan de ejecución”. Con una vuelta aplastante, con una diferencia de más de ocho décimas sobre Checo Pérez y Charles Leclerc (Ferrari), Verstappen se anotó la pole. “Gran ventaja. Tuvimos una gran Q3, disculpas a GP por despotricar contra él”, reconoció el por entonces bicampeón. “Ok, un poco me voy acostumbrando a eso”, lo saludó Lambiase, que luego con humor señaló que el mayor miedo que tiene es que ante una mayor competencia no ganen la mayoría de las carreras: “Ven cómo me trata en este momento y está ganando todos los grandes premios”.

“Max es un piloto increíble. Es muy duro con su equipo, conmigo, pero sobre todo consigo mismo. Pone el listón muy alto”, señaló Lambiase, tras la obtención del tercer título mundial de Verstappen, que en la pista a veces le gruñe, pero que en público demuestra la fidelidad de la relación: “Él tiene que decirme cuando estoy siendo un idiota. Sabe que sólo trabajo con él, cuando él se detenga yo también lo voy a hacer”. Nueve años, tres campeonato y cantidad de jornadas compartidas desde aquel 15 de mayo de 2016, en el circuito de Barcelona. Una comunión entre dos estrellas.

 

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