VILLAJOYOSA, España.- Los asesinos de Maksim Kuzminov claramente buscaban enviar un mensaje, algo obvio para los investigadores españoles incluso antes de haber descubierto al responsable. Los asesinos no solo le dispararon seis veces en una plaza de estacionamiento del sur de España: a continuación le pasaron con el auto por encima…

Según los investigadores, también dejaron una importante pista sobre su identidad: casquillos de cartuchos Makarov 9mm, una munición estándar en el exbloque soviético.

“El mensaje fue claro: te voy a encontrar, te voy a matar, y te voy a humillar pasándote con el auto por encima”, dice un oficial de alto rango de la Guardia Civil, la fuerzas policial española a cargo de la investigación del asesinato.

Kuzimov había desertado de Rusia a Ucrania a mediados del año pasado, cuando piloteó su helicóptero militar Mi-8 hasta territorio ucraniano y les entregó la aeronave y un archivos de documentos secretos a los servicios de inteligencia de Ucrania. Cometió así la ofensa que el presidente Vladimir Putin prometió muchas veces que jamás perdonaría: la traición.

Su muerte en la ciudad balnearia de Villajoyosa, en febrero, alienta la sospecha de que la red de espías rusos en Europa siga activa y operando contra los enemigos del Kremlin, a pesar de los esfuerzos concertados de los europeos por desmantelarla tras la invasión de Putin a Ucrania, en 2022.

Según Andrei Soldatov, autor y experto en los servicios militares y de seguridad de Rusia, los servicios de inteligencia rusos están en pie de guerra y han comenzado a operar dentro y fuera de Rusia con un nivel de violencia que recuerda a la época de Stalin.

“Ya no hablamos de espionaje convencional”, dice Soldatov. “Son operaciones, que pueden incluir el asesinato”.

La vida de Kuzminov en España era “poco discreta”, apunta el alto funcionario de la Guardia Civil: frecuentaba bares de clientela rusa y ucraniana, donde gastaba despreocupadamente el dinero que había recibido del Estado ucraniano, y se movía por Villajoyosa a bordo de un Mercedes Clase S negro.

No se sabe exactamente cómo fue encontrado por los asesinos, aunque dos altos funcionarios ucranianos dicen que Kuzminov se había puesto en contacto con una exnovia que seguía en Rusia y la invitó a visitarlo en España.

“Ese fue su grave error”, dice uno de los funcionarios.

Altos funcionarios de la policía española que hablaron bajo condición de anonimato dicen que el asesinato tiene las características de ataques similares vinculados al Kremlin, incluido el asesinato de un excomandante rebelde checheno en Berlín en 2019 y el envenenamiento del exagente de inteligencia militar ruso Sergei Skripal en Salisbury, Inglaterra, en 2018, del que Skripal logró sobrevivir.

Según la policía, los dos encapuchados que aparecen en las imágenes de las cámaras de seguridad del estacionamiento del complejo de departamentos de Kuzminov eran claramente profesionales que llevaron a cabo su misión y desaparecieron rápidamente.

“Acá en España no es común que a alguien le disparen tantas balas”, dice Pepe Álvarez, jefe del Departamento de Policía de Villajoyosa,. “Son indicios que apuntan a un asesinato planeado, a una organización delictiva, a profesionales”.

Si bien no hay evidencia de una participación directa del Kremlin, Rusia no ha ocultado su deseo de ver muerto a Kuzminov. Semanas después de su deserción, el programa de noticias del domingo por la noche del Kremlin emitió un segmento donde sus compañeros pilotos y agentes del servicio de inteligencia militar ruso juran venganza.

“Encontraremos a este individuo y lo castigaremos con toda la severidad de las leyes de nuestro país, por traición, por traicionar a sus hermanos”, dice uno de los agentes, que no fue identificado. “Tardo o temprano los iremos encontrando a todos. Nuestro brazo es largo…”

La deserción de Kuzminov fue un golpe orquestado por Ucrania a través de una unidad encubierta del HUR, el brazo de la inteligencia militar ucraniana. La unidad se especializa en reclutar combatientes rusos y enviar agentes a territorio ruso para realizar misiones de sabotaje. Algunos agentes de la unidad han recibido formación de la CIA para operar en entornos hostiles.

Si bien la unidad había logrado convencer a algunos rusos y pequeños grupos de soldados para que desertaran, la audaz huida de Kuzminov y el alto valor de la información que entregó no tenía precedentes, señala un alto funcionario ucraniano al tanto de la operación.

A primera hora de la tarde del 9 de agosto de 2023, Kuzminov despegó en un helicóptero militar desde un aeródromo en la región de Kursk, en el oeste de Rusia, para lo que se suponía sería una simple transporte de carga a otra base del país. En la cabina lo acompañaban un técnico llamado Nikita Kiryanov y el navegante Khushbakht Tursunov, ninguno de los cuales parecía estar al tanto de los planes de Kuzminov.

Poco después del despegue, Kuzminov apagó el equipo de comunicaciones del helicóptero, descendió a pique a menos de 6 metros del piso para evadir el radar, y cruzó a Ucrania.

En sus entrevistas con los medios de comunicación ucranianos, Kuzminov fue escueto sobre lo que ocurrió a continuación, y se limitó a decir que aterrizó el helicóptero en un punto de encuentro previamente acordado en la región de Kharkiv, a unos 20 kilómetros de la frontera, donde fue recibido por tropas comando del HUR.

Lo que pasó con sus compañeros es todavía menos claro. Citando las supuestas declaraciones de un médico forense, la televisión rusa afirmó que ambos habían sido asesinados a quemarropa y sugirió que Kuzminov los había matado antes de aterrizar. El alto funcionario ucraniano involucrado en la operación dijo que esto no era cierto.

“Fueron nuestros soldados los que les dispararon”, dice el funcionario. “De lo contrario, habrían matado a Kuzminov y podrían haberse escapado en el helicóptero”.

Kuzminov dijo que sus compañeros estaban desarmados, pero nunca explicó cómo murieron.

Para el HUR, la misión fue claramente un gran éxito, y hasta produjo un documental sobre la operación para mostrar su triunfo. Por su parte, Kuzminov realizó una gira de prensa y concedió entrevistas denunciando la guerra de Rusia y alentando a otros rusos a seguir su ejemplo.

“No te vas a arrepentir”, dice Kuzminov en una parte del documental. “Se van a ocupar de que no te falte nada por el resto de tu vida”.

A cambio, el gobierno ucraniano le pagó 500.000 dólares y le dio un pasaporte ucraniano con un nombre falso: Ihor Shevchenko. También le ofrecieron la posibilidad de sumarse a los combates contra Rusia.

Pero en octubre Kuzminov fue en su auto hasta Vollajoyosa, un pequeño balneario sobre el Mediterráneo muy popular entre los turistas británicos y de Europa Oriental. Allí se instaló en el noveno piso de un modesto edificio de departamentos a solo 10 minutos a pie de la playa.

Las autoridades españolas dicen que la elección del lugar es extraña, teniendo en cuenta que Kuzminov era un blanco obvio de las autoridades rusas y que esa región es una consabida base de operaciones de figuras de la mafia rusa, que mantienen vínculos con los servicios de inteligencia del país.

Según el alto responsable de la Guardia Civil, el 13 de febrero, dos hombres a bordo de un Hyundai Tucson blanco esperaron durante varias horas a Kuzminov estacionados en el garaje de su edificio.

Alrededor de las 16:20, Kuzminov ingresó con su auto en el garaje, estacionó, y cuando se dirigía al ascensor, los dos agresores descendieron del Hyundai blanco, lo llamaron y abrieron fuego. Aunque recibió seis balas, la mayoría de ellas en el torso, Kuzminov logró correr unos pasos, hasta desplomarse en la rampa. Los asesinos volvieron a montarse en su auto, y al salir pasaron por encima del cuerpo de Kuzminov.

La Guardia Civil avanza con la investigación en el más estricto secreto, pero en la comunidad de expatriados rusos y ucranianos que viven en Villajoyosa, nadie tiene dudas de quién está detrás de esa muerte.

“Todo el mundo piensa que lo liquidaron los servicios rusos”, dice Ivan, un joven ucraniano de 31 años que huyó de Kherson, su ciudad natal, al comienzo de la guerra. “Están en todas partes”.

Por Michael Schwirtz y José Bautista

Traducción de Jaime Arrambide

 

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