El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu está librando dos batallas simultáneas, una en la Franja de Gaza y otra en su propio país, y en ninguna de ellas según lo previsto. En ambos escenarios el mandatario israelí enfrenta desafíos que ponen en juego su permanencia en el poder. En la guerra en Gaza, derrotar a los terroristas de Hamas y liberar a los rehenes capturados durante el ataque del 7 de octubre en Israel. En su país, confirmar su liderazgo.

El primer ministro, quien había cimentado sus éxitos electorales al erigirse como el mejor custodio de la seguridad de todos los israelíes, enfrenta actualmente la mayor crisis de toda su carrera política. La extendida indignación por el fracaso de su gobierno, tanto por su incapacidad para prevenir el ataque terrorista de octubre como para manejar la guerra en la Franja de Gaza, sigue creciendo de forma sostenida.

Netanyahu está siendo duramente criticado luego de que se negara a asumir la responsabilidad por los informes ignorados, previos al ataque de Hamas. La principal figura de la oposición, el ex primer ministro de centroderecha, Yair Lapid, le atribuyó el “imperdonable fracaso” de no haber podido impedir aquel atentado.

La dramática toma de rehenes es una bomba de tiempo para Netanyahu. La presión para que pacte una tregua que pueda salvarlos se acrecienta.

En los últimos días, funcionarios de Estados Unidos, el más fuerte aliado de Israel y el que le ha brindado hasta aquí apoyo diplomático y militar, han expresado públicamente su frustración con Netanyahu y su gobierno. El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, se mostró “indignado y con el corazón roto” y lo acusó de que “no hace lo suficiente para proteger a los civiles” en Gaza. Siete cooperantes de la ONG World Central Kitchen, dedicada a entregar alimentos, fueron asesinados. Mientras el ejército israelí se excusa detrás de una “identificación errónea”, el fundador de la ONG explica el horror como “el resultado directo de la política de reducir la ayuda humanitaria a niveles desesperados.”

Por su parte, el líder demócrata del Senado norteamericano, Chuck Schumer, pidió en el Capitolio un cambio de gobierno en el Estado judío y lanzó el mensaje más duro que se haya escuchado de la cúpula del oficialismo contra Netanyahu desde el ataque. Afirmó que había perdido el rumbo y que representa un obstáculo para la paz.

Decenas de miles de israelíes marcharon frente al edificio del Parlamento en Jerusalén, en la mayor protesta contra el gobierno del cuestionado primer ministro, reclamando a las autoridades, por un lado, un acuerdo con el grupo palestino agresor para liberar a docenas de rehenes, por el otro, exigiéndole convocar a elecciones anticipadas.

Recientemente, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas dio un paso con pocos precedentes al aprobar una resolución que reclama un alto el fuego en Gaza y exige la liberación de todos los rehenes, así como el cumplimiento de las condiciones de asistencia humanitaria a la población civil .

El pedido de cese el fuego inmediato había sido bloqueado en varias ocasiones por Estados Unidos, que finalmente en esta votación se abstuvo, desatando una crisis con su aliado israelí. El incumplimiento de la resolución no va a llevar automáticamente a la aplicación de sanciones al gobierno de Netanyahu pero, si bien a corto plazo puede ser una declaración sin efecto, fija una línea de exigencia que Israel tendría que acatar.

 

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