Para muchos, escuchar música en un tocadiscos es una experiencia incomparable. Sin embargo, ¿alguna vez te has preguntado cómo es posible que una simple aguja pueda producir música con solo tocar un disco de vinilo?

Aunque pueda parecer un proceso difícil y complejo, en realidad se basa en una realidad física fundamental: la conversión de un tipo de energía en otra. En otras palabras, transformar las vibraciones mecánicas del surco del vinilo en señales eléctricas que, una vez amplificadas, se convierten en música audible.

Este elemento indispensable para los amantes de la música y el sonido, fue introducido por primera vez a finales de la década de 1940 y se convirtió, por algunas décadas, en uno de los únicos medios para la distribución de música. De hecho, su popularidad alcanzó un punto álgido en los años 60 y 70, justo antes de ser desplazado por el cassette, el CD y, posteriormente, los formatos digitales. No obstante, a pesar de este declive, el vinilo se mantiene como un objeto clásico y atemporal con una calidad de sonido única.

EL ORIGEN DEL SONIDO

Hay que tener en cuenta que, previamente a ser escuchado, el disco de vinilo debe ser grabado. Y, a diferencia de la grabación digital, la cual convierte en sonido en una serie de números binarios, la grabación analógica utiliza como protagonista y elemento clave un surco en espiral que se crea en el vinilo, usándolo como almacén de información. De esta forma, cuando una señal de sonido se graba en un disco de vinilo, la energía acústica hace vibrar la aguja, conocida como cabezal de grabación, que graba las vibraciones en forma de surcos microscópicos en el disco.

Los diferentes surcos representan las variaciones de la amplitud de las ondas sonoras y, concretamente, las crestas y valles que se graban en el surco corresponden de forma directa a las crestas y valles que poseen las ondas sonoras. Así, cuando la aguja se mueve a lo largo del disco y del surco durante la reproducción, reproduce las vibraciones originales y convierte las variaciones físicas en señales eléctricas.

Por su parte, la aguja del tocadiscos, normalmente hecha de diamante o zafiro debido a su dureza y resistencia al desgaste, es el elemento indispensable en este sistema. Debe tener una punta extremadamente fina que permita seguir con precisión las ondulaciones microscópicas del surco, además de ejercer una presión muy determinada contra el vinilo: una presión de seguimiento incorrecta puede resultar en una mala reproducción, en un daño al disco o en un desgaste prematuro de la propia aguja.

LA REPRODUCCIÓN MUSICAL

Como cabe esperar, a la hora de reproducir música en un vinilo, el primer paso es colocarlo en el tocadiscos y encender en sistema, así como colocar la aguja en el comienzo de la espiral de surcos del disco. Las ondulaciones microscópicas que posee harán que la aguja vibre cuando va avanzando por él, siguiendo las variaciones de amplitud y frecuencia dictadas por el vinilo. Estas vibraciones se transmiten al cartucho, también conocido como cápsula fonocaptora, que se identifica como el dispositivo encargado de convertir las vibraciones mecánicas en señales eléctricas.

Pero ¿cómo se hace esto? El cartucho contiene una bobina móvil que va recibiendo esas vibraciones y los diferentes cambios, generando con su giro una corriente eléctrica que adquiere las mismas variaciones que está capturando la aguja en cada momento.

Sin embargo, las señales eléctricas que genera el cartucho son muy débiles y necesitan amplificarse antes de ser enviadas a los altavoces. Para ello, los tocadiscos suelen incluir un preamplificador o fonoamplificador, capaz de amplificar la señal eléctrica y ajustar su nivel de acuerdo con los estándares de audio.

No obstante, las señales suelen sufrir una segunda amplificación, conocida como amplificación principal del sistema, la cual consigue proporcionar la potencia necesaria para que las ondas mecánicas muevan los altavoces y se produzca un sonido audible.

Esto se consigue porque en los altavoces existen otra serie de bobinas móviles que convierten la corriente eléctrica en vibraciones mecánicas. El aire circundante se mueve en sintonía con las vibraciones de estos altavoces, produciendo ondas sonoras que podemos escuchar como música. Y no cualquiera, sino que de una calidad impecable con una acústica inigualable.

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