De la candidez de Mujercitas a la oscuridad de La leyenda del jinete sin cabeza. Del deseo de ilustrar Drácula a concretar el proyecto de su vida: comprar la casa donde vivió Federico García Lorca en su infancia y abrirla al público como hotel museo con la posibilidad de pasar la noche entre obras y objetos personales del poeta granadino. Así es el camino que recorre en el último tiempo el ilustrador español Antonio Lorente, nacido en 1987 en un pequeño pueblo de Almería.

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De visita por primera vez en Buenos Aires para presentar sus últimos trabajos para la editorial Edelvives (dos magníficos tomos de Mujercitas, de Louisa May Alcott, y un volumen de La leyenda del jinete sin cabeza, con el texto original de Washington Irving), Lorente dialogó con LA NACION en un bar de Villa Crespo decorado con sus personalísimos retratos.

Antes de presentarse en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, donde este viernes firmó ejemplares en el stand de Edelvives (hoy estará a las 16), Lorente se encontró con sus fans locales en la librería El Ateneo Grand Splendid, donde estampó su nombre y sus dibujos en distintas ediciones de sus clásicos ilustrados que se consiguen en el país: Peter Pan, Las aventuras de Tom Sawyer y Ana la de Tejas Verdes, su gran hit. El volumen de colección del libro de la autora canadiense Lucy Maud Montgomery, ilustrado por Lorente y con epílogo de Margaret Atwood, fue protagonista del stand de Edelvives en la Feria porteña de 2022. Este año, las obras gráficas de Lorente también tienen un lugar central en el stand 1617 del Pabellón Amarillo.

Con su bitácora de trabajo de La leyenda… en mano, Lorente cuenta que siempre hace, antes de encarar la ilustración de una historia, un diario con bocetos, notas, ideas. “Armo un libro propio por cada proyecto con apuntes, donde apunto rasgos de la personalidad de los personajes. Y después de eso hago un storyboard, como en el cine, con la secuencia exacta que quiero contar en cada capítulo”, cuenta.

-¿Cuál es tu relación personal con los clásicos, entre ellos, Mujercitas?

-He tenido contacto con los clásicos desde pequeño y me gustaban. Así que ahora he tenido un reencuentro con estas historias. Depende de la edad en la que leas un clásico, siempre te va a aportar una mirada diferente. La idea de ilustrar los clásicos y darles una visión contemporánea nace como una ilusión de acercar a los nuevos lectores y también a sus padres o los adultos que ya los han leído. La gente mayor es realmente la que más viene a mi firma, siempre digo que los niños acompañan a los padres.

-Así que tenés fans más adultos que chicos.

-Sí, los padres me dicen: “Gracias porque has hecho que reviva mi infancia, has hecho que regrese al momento en el que estaba con mi padre leyendo Peter Pan cerca la chimenea”. Me parece súper bonito acercar a los niños a mi imaginario y que crezcan con mi Peter Pan o con mi Tom Sawyer y que los padres regresen a su infancia. Eso es lo bonito de los clásicos.

-¿Siempre empezás un proyecto gráfico con una bitácora como la que te acompaña en este viaje?

-Sí, lo tomo como un trabajo de investigación, que normalmente me lleva un par de meses. La bitácora de Mujercitas, por ejemplo, refleja más el vestuario de los personajes en un contexto histórico determinado. Luego ya profundizo una vez que tengo clara la imagen. Hace poco me dijeron: “Eres un pintor de almas” y me pareció súper precioso. Me quedé pensando y me dije: “Es que, realmente, soy un pintor de almas porque pido el alma prestada de determinadas personas para mis proyectos”. Para el personaje masculino de Sleepy Hollow me inspiré en el actor Adrien Brody.

-¿Lo de “pintor de almas” también surge porque empezás tus dibujos por los ojos y la mirada?

-Sí, siempre empiezo por ahí cuando hago un retrato. De hecho, en mis firmas a los lectores, la gente lo ve: siempre empiezo por la mirada; es lo que caracteriza mi trabajo. Me gusta mucho la historia que cuentan los ojos, sus expresiones. Bueno, por algo se dice que los ojos son el espejo del alma.

-¿Cómo abordaste La leyenda de Sleepy Hollow? ¿Qué te atrajo del texto?

-Esta historia en particular, a diferencia de Mujercitas u otras más fantásticas como Peter Pan, tiene ya la carga oscura del texto. Todos tenemos nuestra parte de luz y nuestra parte de oscuridad; es como el yin y el yang, lo bueno y lo malo. En mi trabajo es igual: yo tenía muchísimas ganas de que la gente viese esa oscuridad que forma parte de mi trabajo. Me encanta no convivir con esa dualidad, con esa luz y esa oscuridad. Soy un amante de Tim Burton (que hizo una versión propia de historia en cine), pero yo quería mostrar algo súper diferente, con mi estilo, que la gente me reconozca.

-Tu estilo se reconoce en todos los libros. ¿Cómo lo definirías?

-Yo siempre digo que no sé dibujar de otra manera, es cierto que bebo de todo lo que me gusta. Uno va formando su estilo con lo que le apasiona. Creo que, si tengo que ponerle un nombre, me iría al surrealismo pop. Bebo de todo eso, pero también de la pintura clásica, del Renacimiento, del Barroco. Al final, es un compendio de todo lo que me apasiona, incluido el cine de Tarantino.

-Tuviste un paso por la animación y luego volviste al dibujo tradicional ¿por qué?

-Yo quería ser animador, era como mi sueño. Y me especialicé en animación, pero al final como que no brillaba como animador y, sin embargo, mis trabajos de imagen fija se destacaban. Descubrí que ese es mi fuerte.

-¿Eras el típico niño que dibujaba siempre y en todos lados?

-Sí, en todos lados: en los muebles, en las paredes. Siempre estaba dibujando y no tenía a nadie a quien imitar porque en mi familia nadie dibujaba. Desde que era niño siempre estaba con un lápiz en la mano.

-Más allá de los recursos tecnológicos que te puedan servir para trabajar, por lo que se refleja en tu bitácora dibujás a mano con lápices de colores.

-Me formé con lo analógico porque vengo de la escuela de Bellas Artes y utilizo todas las técnicas (óleo, acuarelas) porque me formé con eso. La pintura digital surge como una necesidad cuando me voy a Londres a vivir, a buscarme la vida a trabajar de cualquier cosa y aprender el idioma. La necesidad imperiosa que tenía de dibujar me obligó a comprarme una tableta gráfica porque no tenía dinero ni posibilidad de despliegue de pintura. Ahí nace mi especialización en la en la pintura digital. Pero nunca abandoné lo analógico. De hecho, en todos mis libros hay muchísima técnica tradicional.

-A diferencia de los otros libros, Sleepy Hollow tiene todas las páginas ilustradas, ya sea como fondo paisaje o como escenas. ¿Fue una decisión narrativa?

-Como es un relato corto y era la primera vez que no me enfrentaba a una historia larga, determiné que era interesante que no hubiese ni una página en blanco. Fue una decisión: empieza como el miedo, de un tono café, y termina en una oscuridad absoluta. No fue el típico storyboard porque, en este caso, tuve que hacerlo de una manera muy diferente: tuve que montar el texto y la imagen al mismo tiempo.

-Volviendo a los clásicos ¿tenés algún favorito que quisieras ilustrar?

-Me encantaría ilustrar Drácula. También, La historia sin fin, pero no es posible por un tema de derechos. Pero ilustré Peter Pan, que fue mi gran clásico, y también hice Genios, un libro sobre grandes personajes que escribió mi hermana. Son escenas de las vidas de hombres y mujeres del siglo XX: Frida Kahlo, Salvador Dalí, Gabriel García Márquez, Federico García Lorca. Y manteniendo esa oscuridad que me apetecía seguir, empecé a investigar y descubrí que había un relato que inspiró a Bram Stoker para crear Drácula y era Carmilla, una novela corta escrita por Sheridan Le Fanu en 1872. La protagonista es una vampira y es el antecedente femenino del conde de Transilvania. No se sabe por qué no triunfó tanto en su momento. Es un libro que está por salir en España.

-Mencionaste a García Lorca. ¿Cómo es el proyecto de su casa museo que inauguraste hace pocas semanas?

-Es el proyecto de mi vida. Me apasiona Lorca desde niño. Resulta que sale a la venta una casa en Almería, que fue donde vivió Lorca entre los 7 y los 9 años. Mi ciudad está una hora y media de Granada, donde vivía la familia Lorca. La madre de Federico lo manda allí, a vivir con un tutor amigo, para que estudie y se forme. Ahí empieza a tocar el piano y escribe sus primeros poemas, alejado de la familia. Esa casa donde vivió en Almería es una casa muy mágica, se la conoce como “la casa de los duendes” y ha tenido cierto magnetismo conmigo toda la vida. Yo pasaba por allí y pensaba: quisiera conocerla. Pasó el tiempo, no se vendía y un día entro y me enamoro. “Tengo que comprarla”, pensé. Armé un proyecto con mi pareja y con mi hermana y decido en ese espacio tan bonito y tan mágico, con techos de cinco metros, reinterpretar toda la obra de Federico ilustrada. Es una casa interactiva, en la que la gente puede quedarse a dormir. Tenemos todos los libros de García Lorca, obras con códigos QR; es una casa para investigar, para estudiar, para enterarte de la vida y obra de Federico y de su vida en Almería. Funciona como una especie de Airbnb vacacional y cultural.

Para agendar

Charla en Malba

Hoy, a las 12, Lorente brindará una charla sobre todas sus obras ilustradas, en el Malba. Gratis, con inscripción previa.

Firmas en la Feria

También hoy, pero a las 16, el ilustrador firmará ejemplares en el stand de Edelvives (1617) del Pabellón Amarillo.

 

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