Sin su goleador y con su mariscal defensivo reemplazado tras el primer tiempo, River igual se sostuvo, la eficacia fue responsabilidad de otro apellido y el equipo ofreció las garantías colectivas para sellar la clasificación a los cuartos de final de la Copa de la Liga. Objetivo cumplido y una imagen reforzada. No perfecta, pero sí altiva, de equipo que quiere demostrar que está a la altura de sus pretensiones y de las posibilidades que ofrece el plantel.

Faltó Miguel Borja -goleador con 12 de la Copa de la Liga- y Facundo Colidio evitó lamentos y nostalgia por la ausencia del colombiano. Le llevó todo el primer tiempo engranar a Colidio, pero cuando lo hizo, en la segunda etapa destrozó a la desvencijada defensa de Instituto. Dos goles de cabeza en un delantero que se distingue más con la pelota en los pies. También demostró estas destrezas en el tercer gol, con un sutil toque de zurda.

No es un centro-delantero clásico Colidio, pero es evidente que esa ubicación, o detrás de un referente de punta, es más propicia para sus características que la función de extremo izquierdo que le asignaron en más de un partido. Con margen de maniobra, la clase de Colidio es más factible que surja.

La excursión de River por Córdoba tuvo sus curvas. Se la vio mal en el arranque y al final del primer tiempo, con la derrota 1-0, estaba quedando eliminado. Sorpresa, con margen para la rectificación. Que la hubo. Con el 3-1 y la combinación con otros resultados, se subió al avión de vuelta como puntero de la Zona A.

Chispazos de River en el primer tiempo ante un Instituto que incendió el campo con fervor y entrega. Fuego puro el del equipo cordobés para dejar atrás una racha de cuatro derrotas consecutivas. El aliento de su gente lo empujó a una muestra de orgullo competitivo. Las tribunas muy pegadas hicieron de la cancha una caja de resonancia.

Lo más destacado de Instituto 1 – River 3

River arrancó con el juego demasiado anestesiado para sofocar la hoguera local. Instituto se imponía en las acciones divididas y estaba más rápido para quedarse con los rebotes. No había claras situaciones de gol, pero el empuje de Instituto era más insinuante, le exigía a River una firmeza y atención que no tuvo. Aliendro cometió un foul innecesario en la puerta del área y el tiro libre de Puebla reventó el travesaño; Brizuela, de cabeza, no pudo aprovechar el rebote.

Enseguida, otra vez el fragor local para atorar en la salida a Villagra, que en su desesperación por recuperar la pelota le cometió penal a Suárez, convertido por Puebla con un fuerte remate. A River no lo quedó otra que despertarse, había dilapidado media hora haciendo todo a medias, tanto en la lucha como en el juego.

Los volantes tomaron más la iniciativa y Solari consiguió clarificar alguno de sus atropellados desbordes. Colidio definió alto en la boca del arco. Increíble, pero más tarde tendría algo más insospechado: un hat-trick. Echeverri se vio en medio de uno de esos partidos que obligan a crecer de golpe. El juvenil no se escondió en un desarrollo de palabras mayores. Bay le sacó una definición sobre la línea tras desnivelar a pura gambeta y armar una pared con Solari.

Había reaccionado River, le faltaba la puntada final. Instituto, inevitablemente, había bajado las revoluciones, después de media hora a toda máquina. El fútbol de River, aun en cuentagotas y en un contexto ardoroso, se empezaba a abrir paso. También debía procesar la ansiedad de toda instancia eliminatoria. Aun teniendo jugadores curtidos, la noticia al ir al descanso de que se estaba quedando afuera de los play-off no pudo ser subestimada.

Un imponderable tampoco le jugó a favor a River: debió salir su mejor defensor, Paulo Díaz, con una molestia física. Adentro el juvenil Daniel Zabala, que había dejado una buena impresión en su debut ante Huracán. La ratificó anoche con firmeza defensiva y criterio con la pelota. Y además una variante un tanto sorpresiva: Manuel Lanzini, muy en deuda desde que volvió, por Aliendro. El ex West Ham empieza a dejar algunos destellos del buen enganche que fue. Demichelis buscó incrementar la creación a costa de resignar algo de equilibrio. La necesidad de encontrar variantes ofensivas ante un rival que se replegaría hasta armar un frontón.

El desafío requería templanza y también control del sistema nervioso. Se precipitó Solari en una definición que quedaba mejor perfilada para Echeverri. Instituto, cuando no conseguía cortar por la vía de la recuperación de la pelota, procuraba alargar cada interrupción para cortar el ritmo. Ya las piernas no le respondían tanto y las fisuras en la última línea se agrandaban. Por cada una de ellas se filtró el imparable Colidio. Clasificación desahogada y a esperar rival, con la perspectiva de que pueda ser Boca. River dependía de sí mismo y cuidó muy bien sus intereses.

 

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