EL CALAFATE.– “¿Quién mató a Fabián Gutiérrez?”, preguntó el juez Joaquín Cabral, mirando a los ojos a Pedro Monzón, uno de los tres jóvenes imputados en el homicidio del exsecretario de Néstor y Cristina Kirchner ocurrido hace casi cuatro años. Fue el momento de mayor suspenso en la primera jornada del juicio oral que tiene a tres jóvenes de 22 y 23 años sentados en el banquillo de los imputados, acusados de asesinato con alevosía.

“Si yo digo esto, va a quedar en un registro para siempre. No sé concretamente quién lo mató. Tengo una opinión propia. Yo creo que fue Facundo Zaeta”, dijo Monzón, el único de los tres procesados que aceptó prestar declaración indagatoria en esta etapa judicial y someterse a las preguntas del tribunal la fiscalía, la querella y los abogados de los otros imputados. Atrás quedaban dos horas de una declaración minuciosa con detalles de lo ocurrido esa noche. Entre sollozos y pedidos de perdón, el joven de 22 años declaró sentado en medio del escenario del Complejo Cultural municipal, donde se realizan las audiencias.

El 4 de julio del 2020, la aparición sin vida del exsecretario de los Kirchner, semienterrado en el predio de unas cabañas de esta ciudad, conmocionó al país. Desde la noche anterior, tres jóvenes estaban detenidos en la comisaría de la ciudad implicados en la desaparición. Monzón fue el primero en quebrarse y confesar el lugar donde habían dejado el cuerpo.

Monzón tenía 18 años, era deportista de alto rendimiento y trabajaba como cadete en la concesionaria de autos de la familia Gómez. Facundo Gómez era su jefe. La fatídica noche del 2 de julio, acompañó a Gómez, un año mayor, a realizar una tarea, después del horario de trabajo. Al llegar a la casa del exsecretario presidencial, los esperaba Zaeta, con un escenario tenebroso: la casa ensangrentada y el cuerpo de Gutiérrez maniatado y golpeado en el piso

“Me arrepiento de no haberme ido y buscar ayuda, yo no sé si la familia [de Fabián Gutiérrez] se encuentra presente, le ofrezco mi respeto y pésame, pero qué se le puede decir a una mamá que perdió a su hijo de una manera tan brutal”, dijo el joven con la voz entrecortada por el llanto. Y agregó: “Lo único que puedo es pedirle perdón, no hubo un solo día que no haya pensado en lo que pasó esa noche”.

Desde el medio de la sala, siguió la declaración de Monzón Teresa García, la madre de Gutiérrez. Ella fue la primera de la lista de testigos en declarar durante 20 minutos que estuvieron atravesados por el llanto. En su relato repitió lo que ya consta en la causa: contó como fue la primera en advertir que su hijo no respondía las llamadas y con la ayuda de un cerrajero decidió entrar a la casa. Recordó que activaron el sistema de geolocalización del móvil y así dieron con el iPhone rojo escondido en un descampado y fue cuando decidieron dar aviso a la policía.

También aseguró que Gutiérrez era muy apegado a su familia, a su madre, su abuela y su hermana y tanto ella como sus amigos que coincidieron que era una persona muy reservada en cuanto a su vida personal, como con los lugares de trabajo que ocupó. Sin mencionarlos, todos en la sala supieron que se referían especialmente a los Kirchner, junto a quienes Gutiérrez trabajó por más de dos décadas.

A su turno, Valeria Martinovich, hermana de Gutiérrez, fue muy firme al recordar: “Él siempre dijo que lo iban a matar”, y aclaró: “Pero nunca imaginamos que iba a ser de esta manera o acá en El Calafate”. A su turno, también declararon amigos de la víctima y su personal trainer.

La noche del 2 de julio del 2020, a Gutiérrez le pegaron con un palo en la cabeza, lo maniataron, le propinaron golpes en la cara y en el cuerpo y lo ahorcaron varias veces hasta ahogarlo. Recibió puntazos en el cuello. De acuerdo al informe forense, el hombre de 47 años murió por asfixia mecánica y la instrucción de la causa determinó que quienes lo mataron buscaban dinero en efectivo en grandes cantidades, aunque nunca se encontró rastros de lo que buscaban.

Monzón fue el único que aceptó volver a declarar y respondió todas las preguntas, en tanto que Zaeta y Gómez no aceptaron declarar, pero pasaron al medio del estrado para asistir a la lectura de lo que afirmaron durante la instrucción. Los tres relatos coinciden en que la fatídica noche Gutiérrez había concretado una cita secreta con Zaeta en la casa a la que se acababa de mudar. Zaeta lo redujo, lo golpeó y lo maniató. Llamó a Gómez y a Muñoz. A partir de ahí cambian los relatos de los jóvenes, que se acusan entre ellos de haber sido los ideólogos del asesinato.

La causa

Tras dos postergaciones y tres años y siete meses después del hecho, se inició el juicio oral que se extenderá durante toda la semana, y para tal efecto la Cámara Criminal Oral se constituyó aquí, en el salón auditorio del Complejo Cultural municipal, en la ciudad donde viven la mayoría de los testigos, la familia de la víctima y están alojados en dos comisarías distintas los tres imputados.

Se espera que a lo largo del juicio oral se puedan resolver algunas incógnitas, vinculadas tanto al móvil del asesinato como al de posibles implicados que hayan colaborado en las horas posteriores al asesinato para borrar las huellas del crimen y esconder el cuerpo. En esa línea, la querella que representan a García y Martinovich, a cargo de los doctores Sandro Levin Dumenes y Gabriel Giordano, pidió que se sume en la causa el expediente que se instruye en el juzgado local sobre posibles terceros involucrados.

Los tres jóvenes llevan estrategias de defensa por separado: mientras a Zaeta lo defiende el abogado Carlos Telleldín, la defensa de Monzón está a cargo de Carolina Scamperti y a Facundo Gómez lo asisten Tomás Rodríguez y Alejandro Monzón, en tanto que la querella del padre de Fabián Gutiérrez no se presentó en la sala.

Luego de tres años y ochos meses tras las rejas, Zaeta, Gómez y Monzón lucen pálidos. Tras las rejas siguieron como pudieron con sus vidas. Mientras Monzón quedó en la Comisaría Primera, la misma en la que fue detenido al día siguiente del crimen, Zaeta y Gómez pasan sus días en las dependencias del servicio penitenciario ubicado junto a la Comisaría Segunda de la ciudad. En prisión, uno fue padre, otro estudia abogacía y el tercero terminó el secundario. En los próximos días se sabrá que les deparará el futuro.

 

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