MADRID.– Estados Unidos considera que TikTok es una amenaza para su seguridad y está dispuesto a tratarla como tal. Esta cuestión ha dejado de ser una mera especulación cuando la Cámara de Representantes –con un consenso bipartito raro en estos tiempos de polarización preelectoral extrema (352 votos a favor y 65 en contra)– aprobó la semana pasada una ley que obliga a Bytedance, la compañía china propietaria de la red social, a venderla antes de seis meses. Si no lo hace, TikTok será prohibido en EE.UU. La ley inicia ahora su tramitación en el Senado, donde el calendario es incierto, pero el presidente, Joe Biden, ha indicado que no la vetará. No existe en estos momentos un comprador claro para la plataforma, cuyo gigantesco valor está por calcular, por lo que la amenaza de prohibición es muy real.

En solo siete años, TikTok ha crecido exponencialmente hasta alcanzar los mil millones de usuarios en todo el mundo, 170 millones en Estados Unidos. La sospecha de que los datos de control de la mitad de la población de EE.UU. (nombres, teléfonos, localización, tarjetas y todo tipo de preferencias personales) son accesibles a una potencia extranjera ha crecido en paralelo a la penetración de TikTok.

El argumento de la seguridad estratégica interpela a todas las democracias occidentales. Europa no es ajena a la rivalidad global entre EE.UU. y China, menos aún desde el estallido de la guerra de Ucrania. Convendría que las instituciones europeas se preparasen sin prejuicios para un debate sobre la relación entre libertad y seguridad que, más pronto que tarde, podría terminar llegando a Bruselas.

 

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