A tres años de su último lanzamiento discográfico, Wos acaba de publicar Descartable, un álbum que reafirma su talento poético. En un punto, si no sorprende es porque trae un repertorio de 16 canciones de muy buena factura y eso es lo que se debía esperar de Wos. Quizás haya giros estéticos difícilmente justificables más allá de la experimentación en sí misma. Pero el recorrido termina resultando homogéneo porque está amalgamado por los versos bien afilados de este declamador por naturaleza, que más allá de que no todas las estéticas sonoras le sientan del mismo modo, sigue siendo absolutamente original al momento de poner palabra en cada compás y de ponerle nervio a cada una de esas palabras. Veamos un recorrido, tema por tema.

“Nuevas coordenadas”. Es un Vangelis para discoteca (o un Capital Cities modelo 2.2), que simula tener un perfil medio romántico, pero luego se mete en la psiquis a la que Wos suele apelar para muchas de sus canciones. “Con qué mentira vendés tu verdad”, dice y presagia la aparición, algunos temas más adelante, de un invitado muy especial.

La cosa lineal y superficial a Wos no le funciona (o, simplemente, no le sale), quizás por eso es el que, de los de su generación, mejor marca la diferencia. El tema que sigue, “Descartable”, podría ser otro capítulo de su relato, aunque sea una canción ya conocida, porque la anticipó hace unos meses: “Tu recuerdo grabado es un balazo en el pecho. / Un cóctel de plomo y de sueños deshechos. /De ángeles negros que preguntan por vos. / Y cantan recordando quien soy”.

El rock del que Wos abreva con tanta frecuencia aparece ya en el tercer tema, de guitarras crudas (entre Pescado Rabioso y Lenny Kravitz). La voz es un volcán en erupción. Seguramente fue bautizado “7/8″ porque suena en ese patrón rítmico. El que sigue es “Quemarás”, el adelanto más reciente. Lo publicó un día antes de lanzar el álbum, para hacer un poco de ruido, porque cuenta con la colaboración del Indio Solari. Y sí, también tiene ese profundo toque Solari que lo sobrevuela.

“Cabezas cromadas” es la segunda colaboración del álbum que suena sobre un halo pos punk, que se reconvierte con una guitarra acústica. El convidado, en este caso, es Dillom. “Morfeo”, con su más característico estilo declamativo, es otro de los temas que ya había anticipado. Escuchado en este contexto, como disco y su hecho artístico en sí mismo, hay una fuerte posibilidad de conectar este sexto track que inicia el segundo tercio del álbum, con el comienzo. En este caso hay situaciones un tanto oníricas, pero también una especie de sesión de diván muy esclarecedora sobre las líneas que atraviesan esta producción. Wos dice en “Morfeo”: “El tiempo ya no suma ni resta. Solo está orquestando su obra maestra. Cada quien desarrolla su papel en esta puesta. Dudo que alguna vez la vida haya sido nuestra. No molesta, hasta genera alivio. Saber que no se si alguna vez seré yo mismo”.

“Caída libre” es un tangazo hasta el minuto dos. Luego, poesía leída, un réquiem propio que adscribe a un curso de poètes maudits, antes de regresar al tango en una tarde de lluvia. José María Contursi y Enrique Santos Discépolo se han cruzado en alguna esquina gris de este tema. Es una de las más bellas piezas del álbum.

Justo en la mitad llega “Pausa”, que es un sampleo del “La grasa de las capitales” de Serú Girán, atravesado por un harmonizer. “La cochería” es el tema que en otro tiempo hubiera sido la apertura del lado B de un Long Play. Es rock, de tres tonos, es enérgico, bien para arriba, aunque Wos nunca lo sea. Su energía suele pasar por otros lugares que no son, en general, los de la alegría. Quizá, la pátina stone de esta canción sea un respiro, una excepción. Wos es distinto de lo que se escucha últimamente. No solo por la aspereza de su voz y el correlato que tiene en la producción musical que va detrás.

Veamos aquí otro ejemplo: “Melancolía” es una definición de la patología que no pasó por ninguna universidad de psicología sino por la universidad de la calle. Entre la murga, la cumbia y el taquirari, y con el ronroco de Gustavo Santaolalla. Sigamos. Ahora llega “Estímulo”, que se llama así porque de eso habla: “Otra noche más buscando estímulo. Hay que aprender a convivir con lo ridículo, si al fin y al cabo, estamos acá corriendo en círculo”.

“Ermitaño” es como un rap combativo de la década del ochenta. “Que se haga tarde” vuelve al tecnopop de principios del álbum y parece el menos Wos de toda la producción, porque hace una pequeña concesión a los temas que hablan de amor del modo más convencional. “La niebla” es una colaboración con Natalia Lafourcade, un tema romántico sin las cursilerías habituales. Un tema bello y original (no se podía esperar menos de la suma de estos dos artistas).

El rap, el trap o la música urbana en general que se escucha en estos tiempos tiene mucho de ego trip. De las muchas veces en las que Wos se para frente al radiógrafo, surgen algunas imágenes, como las de “Sur”, que resultan un buen autodiagnóstico: “Algunos se exaltaron porque me escapé del podio (…) de los que inventan todo obvio. Por Dios, que fácil ganar si falseo el rostro, pero sería como tener sexo con la piel de otro”. La yapa es “Arrancármelo”, esa que se convirtió en un himno de la Selección Nacional. El imbatible, el hit menos pensado, y el más aclamado. No podía faltar en el disco.

 

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