La relación de los escritores con la crítica de cine convoca pasiones. Sobre todo en nuestro país, donde los grandes cuentistas y novelistas acudieron al cine con fruición y entusiasmo. Ni más ni menos que Roberto Arlt, Horacio Quiroga y Jorge Luis Borges dejaron críticas y reflexiones que luego se convirtieron en libros por derecho propio.

Los ojos verdes – Escritos para Cahiers du cinéma recopila todas las críticas de la escritora y cineasta francesa Marguerite Duras (1914-1996) para la revista de cine que a fines de los años 50 revolucionó el pensamiento sobre el séptimo arte (y también las corrientes teóricas que sacudieron la vida intelectual de aquellos años: el estructuralismo, el psicoanálisis o la semiología).

El caso de Duras como crítica es singular: es una escritora y directora que alcanzó la fama, no por sus novelas o films, sino por un guion, el de Hiroshima mon amour. De absoluta modernidad, ese film amalgamó política y amor de tal manera que sigue pareciendo haber sido realizado ayer.

Duras, al contrario de la voz en off de esa película que repite como mantra “no has visto nada en Hiroshima”, ha visto mucho. Y, como los ojos verdes de la protagonista, todo lo ve diferente. Sus artículos y ensayos van desde la reflexión sobre el papel del espectador hasta el estreno de Annie Hall (“la encontré encantadora y luego se difuminó”). Incluso en lo que no le gusta, vislumbra un cine venidero, posmoderno, de fin de milenio, que está por llegar. Cuando escribe “Woody Allen está solamente donde está” no se puede evitar pensar qué hubiera escrito hoy de, por ejemplo, el cine de Wes Anderson.

Acaso porque la autora de El amante haya entendido bien la lección de Italo Calvino: no se trata solo de qué nos ofrecen los clásicos en cada época, sino de lo que tenemos para decirles y conversar con ellos. “Habría que instaurar este tipo de crítica: no hablar de la película de modo intemporal, sino de uno mismo ante la película”. Por eso dice que cuando regresa a La noche del cazador (¡por quinta vez! afirma), Ordet o City Lights, se encuentra renovada. El cine para Duras es algo orgánico, táctil, vivo y que se mueve. Y así es su escritura.

Hay también historias de encuentros felices con Godard (alguien poco ávido de amistades), a quien define como “el mejor catalizador del cine mundial”, pequeñas rencillas con Joseph Losey (el director de El sirviente) y una conversación con su admirado Elia Kazan.

Para el cinéfilo o el neófito de la historia del cine, la lectura de Los ojos verdes empuja la curiosidad. A Jacques Tati lo considera “el cineasta más grande del mundo”. Y de American graffiti, de George Lucas, futuro director de la saga Star Wars, escribe: “Desde que la vi hasta el día de hoy: una alegría. Cine, como se dice: música”.

Los ojos verdes

Por Marguerite Duras

Universidad Diego Portales. Trad.: C. Delmas

176 páginas, $ 19.900

 

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