Una investigación de la Universidad de California, en Los Ángeles, determinó que, en ciertos casos, las hijas primogénitas tienden a madurar antes, algo que les permite ayudar a sus madres a criar a sus hermanos menores.

En concreto, los científicos encontraron una correlación entre los primeros signos de pubertad suprarrenal de las hijas primogénitas y las madres que durante sus embarazos experimentaron altos niveles de estrés prenatal, según consignó el medio The Independent.

Es decir, las emociones de las madres primerizas de hijas mujeres tienen un efecto a largo plazo en su maduración. Esto sucede, según los autores del estudio, porque perciben los nervios de sus progenitoras en la crianza de los demás hijos, por lo que maduran emocionalmente antes para poder ser de ayuda en el cuidado del “nido”.

Al parecer, el estrés prenatal de las madres se observa en sus hijas a una edad cercana a la pubertad suprarrenal, que es el período en el que producen cambios en la piel y en el vello corporal, pero también en el desarrollo del cerebro y, en especial, en los cambios sociales y cognitivos. Este fenómeno pareciera no incluir a los hermanos mayores que están libres de responsabilidad cuando se trata de este tipo de relación en las familias. En resumen, los investigadores no encontraron el mismo resultado en niños o en hijas que no fueron primogénitos.

“Una de las razones por las que no encontramos este efecto en los primogénitos que son varones podría ser que los niños varones ayudan con menos frecuencia con el cuidado directo de los niños que las niñas, por lo que las madres tienen menos incentivos adaptativos para acelerar el desarrollo de la pubertad social”, explicó Jennifer Hahn-Holbrook, una de las autoras del estudio que fue publicado en la última edición de la revista Psychoneuroendocrinology. La experta aseguró que hay investigaciones anteriores que sugieren que el momento de la pubertad femenina es más maleable en respuesta a las experiencias tempranas de la vida que los hombres.

Los resultados de la investigación no fueron inmediatos: los científicos siguieron a un grupo de familias durante quince años, desde la etapa del embarazo hasta la adolescencia de los bebés. Se midieron los niveles de estrés, depresión y ansiedad de las mujeres y luego se midieron de forma acumulativa. De los hijos nacidos de estas madres, el 48% fueron mujeres y el 52%, varones.

A medida que los niños crecían, se midieron por separado las características de la pubertad suprarrenal y gonadal como el vello corporal, los cambios en la piel, el crecimiento en altura o el crecimiento acelerado, el desarrollo de los senos, el inicio de la menstruación en las mujeres y los cambios en la voz en los hombres, entre otros.

El estudio también midió la adversidad infantil para tener en cuenta otros factores que se sabe que se correlacionan con la maduración temprana o los signos de pubertad en los niños, como la muerte de uno de los padres o el divorcio antes de los cinco años y la ausencia de un padre y las incertidumbres económicas entre los siete y los nueve años.

Con todas estas variables, fueron las niñas mayores las que maduraron más rápido cuando sus madres experimentaron altos niveles de estrés prenatal. “Este es un hallazgo único en su tipo y es fascinante observarlo a través de una lente evolutiva”, precisó Molly Fox, antropóloga de la UCLA y otra de las coautoras del estudio.

 

Facebook Comments