Las últimas dos semanas son de aquellas en las que los despistados -o que básicamente somo más de nuestro club que de fútbol- hemos desconectado de la actualidad. No teníamos claro por qué no había liga, ni muy bien que se jugaban -si es que había algo en disputa- las selecciones nacionales. Lo que sí sabemos es que muchos jugadores habrán vuelto lesionados de sus concentraciones y los clubes habrán perdido unos días para poder planificar la recta final de la temporada. ¿Por qué? Porque hace muchas décadas que los Mundiales y Eurocopas dejaron de ser una actividad sin ánimo de lucro a la que los jugadores acuden por el simple hecho de representar a su país.

Ya nos hemos acostumbrado a que los futbolistas revisen árboles genealógicos en busca de algún argumento para optar a ser seleccionable por algún país que le pueda dar opciones de titularidad en las grandes citas. Las federaciones nacionales, que no olvidemos que son empresas privadas, también se abrieron hace mucho a ese juego. Y no es para menos, ya que Uefa les ha reservado 360 millones de euros sólo por competir en la Euro 2024 de Alemania.

Sólo la Real Federación Española de Fútbol (Rfef) destinará 64 millones de euros a pagar a los futbolistas y el staff técnico que forme parte de las concentraciones de la selección en 2024. La FIFA, en su objetivo de promocionar el fútbol femenino, pagó 270.000 dólares a cada jugadora de la Selección que ganó el Mundial de 2023.

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Es difícil defender -o al menos justificar- que estas competiciones son indispensables para la promoción del fútbol base. Hace tiempo que principalmente son un negocio que mantiene vivo el sistema federativo -y la gente que trabaja en él-, a costa de interrumpir el producto de los clubes: ligas nacionales y campeonatos internacionales. Ellos son los que pagan la fiesta siempre, con sus inversiones en cantera, en instalaciones y en que el fútbol se consuma de agosto a junio.

En el momento en que lo llamamos parón de selecciones o ventanas FIFA es que inconscientemente ya sabemos que es un elemento que estorba, que interrumpe la normalidad con una carga de partidos oficiales y amistosos para justificar su propia existencia más allá de las citas que celebran cada cuatro años.

Y si esos Mundiales, Eurocopas, Copas América es lo que realmente cautiva a los aficionados, no los perdamos. Pero hagamos un ejercicio realista y seamos ordenados con el calendario. No interrumpamos las ligas nacionales e internacionales de clubes y busquemos un momento fijo para las selecciones. Y que el fan tenga claro qué camiseta toca entonces.

 

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