La geografía económica mundial viene cambiando año a año desde ya hace varias décadas. La característica de este cambio es la creciente importancia del Oriente asiático, liderado por dos grandes naciones que tienen la mayor población del mundo. En la actualidad nuestro planeta está poblado por alrededor de 8200 millones de personas, con un claro predominio del Oriente asiático, donde habita nada menos que la mitad de la población mundial. Las dos naciones con más población son la India y China, ya que en estos dos países habita nada menos que el 35% de la totalidad mundial, el resto se distribuye entre más de 190 naciones. En el mundo occidental se destacan Estados Unidos y la Unión Europea, de gran importancia económica en el escenario global, pero con menor significación de su población con apenas 10% del total.

La evolución de la economía mundial en este siglo evidencia el mayor crecimiento de la producción de los dos líderes económicos asiáticos (China e India), comparados con el crecimiento del PBI de los líderes económicos del mundo occidental: Estados Unidos y la Unión Europea. A principios de este siglo, China e India representaban apenas el 11,2% del PBI mundial; esta magnitud ha crecido aceleradamente en los últimos años y ya llega al 26,3%. Un proceso distinto es el de los dos líderes occidentales que, en el año 2000, representaban el 40% del PBI mundial, mientras que en la actualidad representan mucho menos (29,9 %).

El país con el mayor PBI en el año 2000 era Estados Unidos, cuyo PBI era entonces casi el triple que el de China. La situación hoy es distinta, ya que el PBI de China es ahora 22% mayor al de Estados Unidos. Cuando se compara el PBI de la Unión Europea con el de la India, también se evidencia el mayor crecimiento de este país, ya que en el año 2000 el PBI de la Unión Europea era equivalente a nada menos que 5 veces el de la India. Hoy esa diferencia se redujo notablemente ya que es menos del doble. Pero este mayor crecimiento económico no fue solo de los dos grandes países asiáticos sino también de todas las naciones emergentes a partir de la acelerada globalización desde fines del siglo pasado. El crecimiento económico en estos países fue positivo para el nivel de vida de la población de estas naciones emergentes, ya que facilitó una reducción global de la pobreza y la indigencia.

Pero no se pueden dejar de considerar, cuando se reseñan estos importantes hechos económicos de alcance global de las últimas décadas, los fenómenos meteorológicos extremos y los graves impactos que, originados por las crecientes actividades productivas, están afectando negativamente la vida en nuestro planeta. La evolución histórica de las emanaciones del gas CO2, altamente contaminante de la atmosfera, causado por los combustibles fósiles y la deforestación indican que desde la Revolución Industrial la concentración de CO2 en la atmosfera creció 51%.

Año a año vienen creciendo los gases acumulados de CO2 que rodean nuestra Tierra y que durarán por siglos en la atmosfera; también es constante el aumento en las emisiones anuales. En 2023, las emisiones de CO2 fueron equivalentes a nada menos que 6,7 veces estas emisiones en el año 1950. Aumenta la población y también la producción de bienes y aumentan las emisiones que afectan el clima. En el año 2000 el principal contaminador mundial era Estados Unidos, con la cuarta parte de las emisiones totales; en la actualidad es China, que registra nada menos que un tercio de las emisiones mundiales.

Las crecientes concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera están empujando al planeta a un territorio desconocido, ya que en la última década se han incrementado la frecuencia y la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos. Hay que tener presente que el CO2 es un gas de larga vida (alrededor de 1000 años) y, por lo tanto, el nivel de temperatura persistirá durante décadas aunque las emisiones se reduzcan tardíamente. Los recientes eventos climáticos en muchos países evidencian que las actividades humanas están provocando cambios a escala planetaria en la tierra, en el océano y en la atmósfera; estos cambios entrañan repercusiones nocivas y duraderas. Los últimos años han sido los más cálidos de los que se tiene constancia. Tras más de un siglo y medio de desarrollo económico basado en las energías fósiles, la temperatura del planeta ha subido 1,1 º C, multiplicando las sequías, las tormentas y inundaciones.

En este año nuestro planeta ya registra días con calor récord: el último mes de enero ha sido el más cálido de los 175 años de registro climático mundial. Ese mes también fue el segundo enero más lluvioso registrado en el mundo, según datos que evidencian que la temperatura mundial de la superficie terrestre y oceánica fue de 1,27 grados centígrados por encima del promedio del siglo XX . Las temperaturas estuvieron altas en todo el Ártico, la mayor parte del noreste de América del Norte, el centro de Rusia, el sur y oeste de Asia. África y América del Sur registraron los eneros más cálidos de los que se tenga registro. En enero también se registró un récord mensual de temperatura global de la superficie del océano por décimo mes consecutivo. Hay posibilidades de que este año sea el año más cálido registrado.

El clima está cambiando, con efectos sumamente graves para la vida en el planeta, como consecuencia de las actividades humanas, principalmente por la creciente utilización de combustibles de origen fósil (carbón, petróleo y gas) y la deforestación. Los últimos años han sido los más cálidos desde que comenzaron los registros modernos en 1880. Esto significa que la Tierra ya es más cálida que el promedio de finales del siglo XIX.

La realidad nos advierte que estamos agotando el escaso margen disponible de contaminación energética. Las demoras en actuar vienen aumentando desde hace años los costos económicos, ambientales y sociales de la creciente contaminación global; es evidente que en las negociaciones internacionales, convocadas anualmente por Naciones Unidas, está creciendo la incertidumbre sobre la producción energética en el futuro. La realidad nos dice que ya no nos queda tiempo, por eso es importante avanzar sin demoras hacia energías “limpias” sin emisiones contaminantes. Estamos frente a una creciente amenaza global que exige ser encarada mediante acciones implementadas por todos los países, en el marco de eficaces negociaciones internacionales.

Esta amenaza ambiental global, requiere sin demoras una eficaz solución global, con compromisos de todas las naciones, teniendo en cuenta que ya es hora de actuar dejando atrás décadas de estériles negociaciones. Es hora que las negociaciones internacionales asuman la responsabilidad de preservar nuestra casa común para las próximas generaciones.

 

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