Marina Llaneza, de 77 años, luchó por su vida durante casi dos meses y medio. El 8 de diciembre pasado, un grupo de delincuentes irrumpió en su casa mientras descansaba con Gustavo, su esposo, la golpeó y la dejó al borde la muerte. Los asaltantes se ensañaron con el matrimonio.

Les pegaron patadas en la cabeza, en el rostro y en las costillas para obligarlos a que dijeran dónde guardaban dinero y joyas que ambos jubilados no tenían. La golpiza que le propinaron causó daños irreversibles en la dueña de casa. Marina nunca se recuperó y falleció después de dos meses y medio de agonía.

Durante las cinco horas que los asaltantes permanecieron en la vivienda sometieron a Marina y Gustavo a torturas. Los arrastraron por la casa. Obligaron a uno de los integrantes del matrimonio para que mirara cómo le pegaban a su pareja. Aunque irrumpieron tres delincuentes en la casa, según llegaron a relatar las víctimas, los agresores se comunicaron con algún cómplice fuera de la propiedad.

Igual que Teresa Pepe, una jubilada de 72 años, asesinada en Quilmes, o Jorge Enrique De Marco, el empresario que mataron en Las Lomas de San Isidro hace 48 horas, a Marina la sorprendieron mientras descansaba en su casa.

A pesar de que la casa en la que vivían Marina y Gustavo está en una de las zonas más seguras de Quilmes, en las adyacencias de la esquina de Hipólito Yrigoyen y Brandsen, ningún policía los ayudó. Durante cinco horas los delincuentes revolvieron la casa del matrimonio, amenazaron con matarlos y los golpearon.

Los asaltantes actuaron con la seguridad de que la policía no llegaría, aunque la casa en la que irrumpieron para robar está a cuatro cuadras de la comisaría 3°, de Quilmes, situada en Gran Canaria y 12 de octubre y a 15 cuadras de la Municipalidad de Quilmes.

Marina falleció el 24 de febrero pasado. Estuvo internada en distintos centros asistenciales desde el 8 de diciembre a la mañana, cuando fue encontrada por su familia. Su esposo, Gustavo, sigue convaleciente debido a la cantidad de golpes que le propinaron.

Hasta el momento, ninguno de los tres asaltantes que irrumpió en la vivienda y que se llevaron todos los objetos de valor que podían cargar fue detenido. Todos los ladrones siguen libres y no fueron identificados. Aunque ingresaron tres delincuentes, los allegados a la familia de la víctima abonaron la presunción que indicaría que otros dos sospechosos se quedaron afuera.

Ningún responsable del área de Seguridad de la Municipalidad de Quilmes y ningún jefe policial pudo explicar cómo fue posible que a nadie le llamara la atención el movimiento que hubo fuera de la vivienda, durante cinco horas de la madrugada de un feriado.

Hace casi tres meses, cuando la noticia tomó estado público, se pudo saber que había una grabación de la cámara de seguridad de un edificio cercano a la escena del ataque habría registrado el momento en que los asaltantes huían. Sin embargo, hasta el momento, los agresores no fueron detenidos y, sobre ellos pesa un pedido de captura por el homicidio de Marina y por las lesiones gravísimas que sufrió su esposo, Gustavo. A más de tres meses del ataque, el expediente 13-00-035900-23/00, que se instruye en una fiscalía del Departamento Judicial Quilmes, sigue sin haberse esclarecido. No hay ningún sospechoso identificado ni acusado.

A partir de la reconstrucción del ataque que realizaron algunos allegados, luego de escuchar los pocos detalles que pudieron recordar Marina y Gustavo y, después de revisar la casa, se pudo establecer que los asaltantes irrumpieron por la parte trasera de la propiedad, aproximadamente a las 23. Los delincuentes abandonaron la vivienda minutos después de las 4.

Según los allegados al matrimonio, los asaltantes no eran ladrones comunes que buscaban dispositivos electrónicos o teléfonos celulares. En las cinco horas que estuvieron en la vivienda, la exigencia fue: “Queremos la plata, queremos las joyas”. Pero Marina y Gustavo no tenían ni dinero ni alhajas. Las patadas que los delincuentes les pegaron al matrimonio le causaron una serie de coágulos. Por este motivo tuvieron que ser internados en el sector de cuidados intensivos de una clínica de la zona.

El estado de salud de Marina siempre fue grave. Por este motivo, los amigos y familiares del matrimonio de jubilados realizaron constantes cadenas de oración para pedir su recuperación. Sus excompañeras del Colegio San José, de Quilmes, acompañaron a Marina durante los dos meses y medio que luchó por su vida y los diferentes cambios de lugares en los que estuvo internada.

Actualmente, Gustavo está internado en un centro de rehabilitación. Sigue con dificultades para caminar y con atención permanente. Marina falleció el 24 de febrero pasado en un sanatorio de Palermo. Después del ataque contra Marina y Gustavo, sus amigos y vecinos, convocaron a una manifestación en la plaza San Martín, frente a la Catedral de Quilmes, para reclamar medidas de seguridad y exigir las capturas de los agresores. A pesar de la protesta, nada cambió y los hechos de inseguridad y los homicidios en Quilmes continuaron.

El 6 de marzo pasado, el fotógrafo Gabriel García, de 57 años, fue asesinado en la zona de la Ribera de Quilmes. Había ido en moto hasta uno de los playones de la avenida Cervantes para tomar fotos con su cámara profesional cuando fue interceptado por un delincuente.

En la reconstrucción del homicidio realizada por los investigadores policiales y judiciales, se determinó que García se resistió al robo de su cámara y el asaltante lo apuñaló en el tórax. El homicidio ocurrió a pocos metros de un destacamento móvil de la policía bonaerense y cerca del lugar en el que habían atacado para robarle la cámara a un equipo periodístico de LN+, durante la cobertura informativa de las inundaciones.

“Lo apuñalaron, le robaron y acá está el destacamento policial”, protestó una vecina que grabó un video con su teléfono celular del momento en el que asistían a la víctima luego del ataque. Dos días antes, Teresa Pepe, una jubilada, de 72 años, fue asesinada en su casa. Igual que Marina, fue sorprendida por un delincuente mientras descansaba en la habitación de su vivienda, situada en Intendente Olivieri al 3600, del barrio La Cañada.

Sin embargo, el perfil del homicida que atacó a Teresa era distinto al de los agresores de Marina y Gustavo. En el caso de la vecina del barrio La Cañada, el asesino era su vecino. Un sospechoso, que habría sido identificado por fuentes policiales como Jonathan Molina, fue apresado como presunto autor del homicidio de la jubilada.

Durante la reconstrucción del asesinato realizada por efectivos de la comisaría Quilmes 5°, del mencionado barrio, se determinó que Teresa fue atacada por un muchacho, de 23 años, que saltó la medianera que separa su casa del terreno vecino y la apuñaló para robarle el televisor.

El padre del agresor lo entregó a los policías para evitar que lo mataran en un eventual enfrentamiento. Molina fue apresado en una casa de la villa Itatí, situada a veinte cuadras de la escena del crimen. Ninguna autoridad policial ni del Municipio de Quilmes reconoció que el homicidio de Teresa se podía haber evitado.

Molina era uno de los ladrones del barrio. Adicto al paco, robaba para comprar droga. Los vecinos lo denunciaron, pero ni la policía ni el fiscal que estaba de turno en los primeros días de febrero en Quilmes detuvieron al agresor, a pesar de las denuncias por robos contra los vecinos.

Una semana después del ataque contra Marina y Gustavo, ocurrió el asesinato de Hernán Costa, el cheff de 49 años, que mataron cuando se dirigía al restaurante en el que trabajaba, en Puerto Madero. Costa fue asesinado minutos después de las 16, en la esquina de Calchaquí y Jujuy, en Quilmes Oeste, a cuatro cuadras de la comisaría del barrio La Cañada, situada en Jujuy y Mosconi. A diez cuadras del lugar en el que casi tres meses después mataron a la jubilada Teresa Pepe y a seis cuadras de la esquina de 162 y Zapiola donde habían matado al repartidor Danilo Marcieri.

Tanto Costa como Marcieri fueron asesinados porque los delincuentes que les dispararon quisieron robarles las motos. En el caso de Costa, usaba la moto para viajar desde su casa, en Florencio Varela, hasta Puerto Madero. Mientras que para Marcieri la moto era su herramienta de trabajo. En ambos casos también hubo menores acusados de los homicidios. Por el crimen de Costa, la policía apresó a un adolescente, de 14 años, y a otro, de 18.

Los homicidios de Marcieri y de Costa no aparecen como hechos aislados en una zona en la que no hay patrullaje. En los ocho días siguientes al asesinato de Marcieri, hubo otros cuatro homicidios.

Esos cuatro crímenes ocurrieron entre el 25 de febrero y el 6 de marzo del año pasado. Además del joven repartidor fue asesinado el jubilado Daniel Carrera; un ciclista, apuñalado para robarle en la zona de la Ribera quilmeña y un gendarme que mató a un ladrón que intentó asaltarlo.

 

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