Cuando Christian Schlatter compró el terreno de su Casa de Piedra lo hizo pensando en una inversión. Ubicada en la cima del faldeo oeste de las sierras chicas, en La Calera, Córdoba, la parcela no parecía un lugar muy prometedor para construir una vivienda. “Todos me decían que era un loco, que el terreno estaba alejado, que era un desierto en el medio de la montaña. Y era cierto. Era un páramo, pero tenía unas vistas impresionantes”, cuenta el arquitecto y director de Schlatter.

Se me ocurrió que las envolventes de la casa fueran de piedra, como una cueva, para que la conexión con el entorno fuera plena. Hacia el horizonte, el frente es mayormente vidriado”, cuenta el arquitecto.

Arq. Christian Schlatter, al frente del estudio Schlatter, y dueño de casa

Decidido a sacar el máximo provecho a ese aspecto único, se animó a trabajar la ladera de la sierra como una cantera. Durante 4 años, diseñó y llevó adelante el proyecto y la obra que resultó en la casa-estudio que hoy comparte con su familia.

Arriba lo social, abajo lo privado

La excavación empezó en 2015, y terminó en 2020 con la mudanza de Christian y su familia. Durante la obra, decidió que también instalaría allí su espacio de trabajo, ya que su estudio había pasado a la modalidad remota. Lo emplazó en la parte más alta de la vivienda, con un sector de lectura, una biblioteca y escritorio, y salida a una terraza privada. “Uso mucho este sector para trabajar, pero también me gusta sentarme ahí y mirar hacia afuera”, cuenta.

Piedra presente

Los límites de la casa que se recuestan sobra la montaña son, literalmente, de roca. Una vez que terminaron el trabajo grueso, trabajaron para lograr los detalles: “Durante un año, se hizo un trabajo artesanal, con martillos, para ir dándole la forma final a cada espacio. Si queríamos mover 30 cm, había que picar durante 2 semanas.”, relata el arquitecto.

Una vez que llegaron a los límites finales, trataron la piedra con un arenado a alta presión. Para combatir las filtraciones naturales de la lluvia, inyectaron hormigón expansivo y algunas pequeñas piedras de relleno en las grietas.

La sensación de ‘cueva’ está llevada al máximo en el ingreso al toilet y en este pasillo de circulación, en el que la rusticidad de la roca natural marca su presencia con fuerza.

“En esta esquina hice una lucera, porque si no todo el sector iba a quedar muy oscuro. Esa abertura da a un techo de vidrio que está sobre la cocina, y que incluso se puede abrir”

Apertura hacia la luz

La planta intermedia aloja los espacios sociales: living-comedor conectada con una cocina y circulaciones muy amplias y despejadas, que marcan el camino hacia la generosa expansión que permiten los ventanales. “Desarrollé los espacios con plantas libres, adaptables a los cambios de funcionalidad, y con mucha versatilidad para diferentes ocasiones”, cuenta Christian.

“De acuerdo a la estación, la luz solar varía y configura diferentes atmósferas interiores. Incluso de día y de noche, la casa cambia y genera sensaciones diferentes. Es algo muy reconfortante, que no deja de sorprenderme»

Generosidad para el disfrute

Para maximizar la postal, el arquitecto eligió carpinterías de piso a techo, y de muro a muro. “Los aleros cubren el sol más pesado, pero acá arriba el sol pega desde las 6 de la mañana, y en verano la casa se tornaba calurosa. Lo aprendí sobre la marcha. Pero lo resolví instalando con toldos exteriores automáticos”, cuenta. Por dentro, instaló cortinas black out, que también ayudan a frenar el impacto del sol cuando es necesario.

La habitación principal tiene algunas piezas vintage que el arquitecto fue comprando a lo largo de los años –la consola mid century y las mesas de noche–, combinadas con obras de arte y objetos más actuales.

 

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