Para los que necesiten una escapada de fin de semana de tranquilidad y desconexión, Carlos Keen es la respuesta que estaban buscando. Se trata de un encantador pueblo del partido de Luján, ubicado a solo 87 kilómetros (una hora y media aproximadamente) de Capital Federal, ideal para despejar del trajín rutinario. En el mismo, se puede disfrutar de algunas construcciones antiguas, rodearse de naturaleza y aprovechar las ofertas gastronómicas con las que reciben a miles de visitantes todos los meses.

Carlos Keen es uno de los pueblos del partido de Luján, el cual puede ser visitado en su totalidad en tan solo un día. Por un lado, cuenta con sus atractivos turísticos de fines de siglo XIX, como la capilla San Carlos Borromeo, la iglesia del pueblo, o la vieja estación de ferrocarril, donde se encuentra El Granero, uno de los lugares más fotografiados por los turistas.

También existen lugares que aportan a que sea un destino especial e inigualable, como el museo de máquinas rurales al aire libre, sus diferentes experiencias de día de campo, con paseos a caballo y en sulky, y la feria de artesanos con productos regionales.

Pero, por otro lado, cuenta con una amplia propuesta gastronómica para disfrutar un fin de semana en familia gracias a sus famosos restaurantes de campo, que invitan a pasar una agradable estadía con exquisita comida y al mejor precio.

Lugares para conocer en Carlos Keen

Cuando abrieron sus puertas a mediados del año pasado, Andrés Fiorito y Agustina Ayala tenían una idea en mente: llevar adelante un proyecto laboral en el que se cree una ambiente familiar con buen servicio y calidad de productos. Experiencia Keen combina el diseño, la naturaleza y una cálida atención por parte de sus dueños, y propone disfrutar de un gran día de campo con relajación y exquisita comida.

Lo primero que llama la atención es el diseño de su salón de madera con forma de vagón, con mesas adentro y afuera y una espectacular vista a las hectáreas de campo que forma una gran postal al atardecer. Cuenta con varios juegos para los más niños, una granja, un pequeño lago y un puente, lo cual genera un ambiente agradable para la estadía y un lugar ideal para tomar fotografías.

Los visitantes pueden optar entre el menú libre, que cuenta con entrada de fiambres, pastas, asado y bebida, aunque también se puede pedir a la carta. Lo único que no es libre es el postre. Cada uno de los comensales puede regular los tiempos en los que quiere disfrutar de la comida o del gran espacio: durante las horas que está abierto el restaurante tendrá su mesa siempre reservada.

“Las tres patas son fundamentales. Creemos que tener un lindo espacio, una comida excelente y una buena atención van de la mano (…) Gusta mucho el lugar y la construcción de madera porque se genera un ambiente muy cálido. La comida la elogian un montón y tenemos mucha gente que vuelve y nos recomienda porque los hacemos sentir cómodos”, explicó Agustina en diálogo con LA NACION.

En este sentido, su pareja Andrés manifestó: “Ser servicial a la persona que viene es lindo. Nosotros queríamos un rubro en el que la gente venga a pasarla bien. Uno también les agradece por la buena energía que te dan porque vienen, se ríen, charlan con vos y están todos contentos”. Este restaurante de campo es ideal para desconectarse y relajarse los domingos al mediodía, aunque en un futuro no descartan abrir también los sábados.

Si de propuestas gastronómicas familiares se trata, otra de las grandes opciones que ofrece el pueblo es Los Abuelos, cuyo nombre es en homenaje a sus dueños originales, Hilda y Roberto.

La casa de este restaurante se construyó en 1890. Una prueba de ello es el gran molino que sobresale a un costado y le da un distintivo único al lugar. Más de 100 años después, la pareja compuesta por Valentina Lúgaro y Leonel González decidió llevar adelante las riendas de este restaurante de campo en el que se busca que los visitantes pasen una estadía tranquila y con buena comida.

Las mesas que están afuera del salón están ubicadas debajo de los árboles, lo que brinda un poco de sombra y una gran vista para desconectar hasta que llegue la hora de la merienda.

“Es un campo de 20 hectáreas donde pasás el día. Se paga un valor por persona y se come un menú compuesto por entrada, pastas y asado. La gente se trae la reposera y el equipo de mate porque a las 4 sacamos las tortas fritas para la merienda”, explicó Valentina en diálogo con LA NACION.

Esta propuesta, por su lejanía al pueblo, es una gran opción para los que buscan la calma de la naturaleza. “No estás en el pueblo donde pasa gente todo el tiempo. Vos venís a nuestro campo y disfrutás todo el día”, continuó su dueña. Además, es una gran oportunidad para sacar a pasear a la mascota, ya que se trata de un lugar pet friendly.

Este restaurante está abierto sábados, domingos y feriados, por lo que se convierte en un lugar ideal para una escapada en familia, con amigos o en pareja.

¿Cómo llegar a Carlos Keen?

Para poder llegar a Carlos Keen en automóvil se debe tomar la Ruta Nacional N° 7 a Luján y bajar por el kilómetro n°72.

 

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