Soñador, vago para hacer la tarea, a veces algo ingenuo: Felipe es uno de los personajes más emblemáticos de Mafalda. En una viñeta de la tira de Quino muestra muy entusiasmado un juguete que le compraron, que en la televisión se vende como “¡la felicidad que llegó para todos!”. Pero pronto Felipe se decepciona, porque cae en la cuenta de que no sirve para nada y de que fue víctima de la maquinaria publicitaria de los vendedores.

Como con el juguete de Felipe, los más escépticos creen que el fenómeno de las computadoras cuánticas (y de las tecnologías cuánticas en general) también viene prometiendo más de lo que entregó (hasta ahora) en la práctica. 2022 había sido un año muy movido para este campo: en octubre de ese año la Academia de Ciencias Suecas le dio el Nobel de Física a Alain Aspect, John Clauser y Anton Zeilinger por “sus experimentos con fotones entrelazados, al establecer una violación de las desigualdades de Bell y ser pioneros en la ciencia de la información cuántica”. Diez días antes del Nobel se supo que al multimillonario premio Breakthrough (que da tres millones de dólares a cada ganador) se lo llevaron tres “titanes” de este campo académico: David Deustch, Peter Shor y Charles Bennet. En paralelo, 2022 fue el año récord de lanzamientos de startups en este territorio tecnológico.

Pero 2023 fue un año de una mayor cautela, que sigue en 2024. A pesar de las proyecciones optimistas, todo el negocio factura menos de 1000 millones de dólares al año. Y, aunque a fines del año pasado lanzó un chip con el récord de 1000 qubits, IBM, una de las compañías pioneras y a la vanguardia en computación cuántica, resalta todo el tiempo en sus comunicados que entramos en la era de la “utilidad” y que importa más que llegar a la “supremacía” en varios aspectos (cuando un ordenador cuántico supere a uno tradicional muy poderoso). Y eso es lo que los inversores ansiosos hoy quieren escuchar.

“Siguen apareciendo como hongos las compañías que dicen fabricar computadoras cuánticas, pero ahora aprendieron al menos a no poner objetivos tan ambiciosos para poder reportar que cumplieron con sus objetivos, incluso antes de tiempo”, cuenta a la nacion Christian Schmiegelow, experto en física cuántica, profesor de Exactas y director del Laboratorio de Iones y Átomos Fríos de la UBA. “Seguimos construyendo computadoras de un millón de dólares que están en busca del problema del millón de dólares que podrían resolver. Pero todavía no sirven para casi nada que no podamos hacer con una computadora de escritorio”, resume.

Para Schmiegelow, el premio de cinco millones de dólares que anunció Google días atrás para quien encuentre una aplicación práctica para la computación cuántica (un X Prize) refleja por ahora más desesperación que otra cosa.

¿De qué hablamos cuando hablamos de computación cuántica? A pesar de que ya se especulaba con la posibilidad de aplicar los principios de la física cuántica a la computación desde la década del 70 (hay un famoso discurso del Nobel Richard Feyman al respecto), durante décadas esta hipótesis para muchos científicos se ubicó en el terreno de la ciencia ficción. En los últimos años, empresas como Google, Microsoft e IBM lograron –con distintas estrategias– avances que acercaron ese horizonte a un “mediano plazo”, incluso con muchos desafíos de tipo ingenieril por resolver. Los qubits, que en la computadoras cuánticas reemplazan a los bits tradicionales –que pueden asumir muchos más valores que 0 y 1, e incluso ser ambos a la vez, lo que les da una capacidad exponencialmente más poderosa para representar información– son muy inestables, lo que hace que también crezca exponencialmente la cantidad de errores.

Cultura pop

Pero como muchos de los proyectos aquí son secretos, hay observadores más optimistas que creen que podremos tener un “salto” en cualquier momento (una dinámica similar a la que se da en el negocio de los implantes cerebrales), cuando menos lo esperemos.

Este “secretismo” y los poderes que se le adjudican potencialmente a la nueva tecnología saltaron por estos días a la cultura pop, a partir del estreno de un megatanque de Netflix, la serie El problema de los tres cuerpos, a cargo de David Benioff y D. B. Weiss, máximos responsables de la serie Juego de tronos.

El trabajo de ellos se basa en la novela original de Liu Cixin, una trilogía que fue un super best seller en todo el mundo y que trata sobre intrigas en el mundo de la ciencia y la tecnología cuántica. Fue escrita en 2008 y allí hay viajes interestelares, ciencia ficción, inteligencia artificial, nanotecnología y mucha ciencia.

Damián Galante es un físico argentino que investiga en el King’s College de Inglaterra y está en la frontera de esta agenda de transformación. Para él, “los próximos años parecen ser muy auspiciosos para las tecnologías cuánticas; hay muchísimo fondeo destinado a desarrollar la ciencia y la tecnología cuántica, tanto desde el mundo privado como desde el ámbito público. Por ejemplo, acá en King’s College London, se lanzó la iniciativa King’s Quantum, que tiene como objetivo atacar el problema desde un punto de vista interdisciplinario. Y 2025 está declarado por la Unesco el año de la ciencia y la tecnología cuánticas”.

“En cuanto a lo más técnico –sigue Galante–, creo que se hicieron avances importantes en aumentar la cantidad de qubits de las computadoras cuánticas y en estos años se van a ver aparatos del orden de los 1000 qubits. Creo que el desafío ahora está en lo que se llama la profundidad del circuito, o sea, en cuántas operaciones se pueden hacer sobre esos qubits sin que se pierda la coherencia o sus propiedades cuánticas. Si logran estabilizar circuitos lo suficientemente complejos, entonces la potencialidad es enorme”.

“La teoría cuántica es tal vez la idea científica más exitosa jamás formulada. Nunca nadie la pudo falsear, es increíblemente predictiva, ha clarificado la tabla periódica de elementos, el funcionamiento del sol, el color del cielo, la formación de galaxias y mucho más. Sus tecnologías derivadas van desde computadoras hasta láseres o instrumentos médicos”, escribió en una columna del diario inglés The Guardian el astrofísico y gran divulgador del tema quantum Carlo Rovelli.

Rovelli es un optimista con respecto a esta agenda y, en su momento, publicó un libro maravilloso sobre el tiempo y la cuántica que editó Anagrama con el título El orden del tiempo.

 

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