Nuestro país ha retomado el diálogo, como miembro del Mercosur, con EFTA cuyas siglas significan “European Free Trade Association”. Sus países miembros son Noruega, Suiza, Islandia y Liechtenstein. El objetivo es avanzar con la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) que permanece congelado desde hace varios años. Si bien existe una diferencia abismal en cuanto a las economías de ambos bloques, no cabe duda que el EFTA, con sus 14 millones de habitantes, tiene importantes ventajas comparativas que bien podrían combinarse y potenciarse con las nuestras para beneficio de ambos bloques.

Por ejemplo, Noruega es líder en exploración de gas y petróleo costas afuera y en el desarrollo de tecnología e infraestructura relativa a esa actividad. Ahora mismo está iniciando actividades de minería costas afuera en Noruega. Si tomamos sólo estas dos grandes áreas y las sumamos a la industria de la salmonicultura para combinarlas con el mar argentino y los lagos del sur, pues allí sólo yace una enorme oportunidad de desarrollo y transferencia tecnológica. Su empresa líder, Equinor, ya está haciendo sísmica a 307 km al este de Mar del Plata junto a YPF en el proyecto Argerich, el cual promete dar novedades de clase mundial más temprano que tarde.

Sólo resta mencionar la operación de Offshore Support Vessels casi autónomos, es decir con escasa tripulación, y sin emisiones al aire que contaminen la atmósfera (¿alguna analogía con el GNL a ser producido por Vaca Muerta tal vez?). Por otro lado, tenemos a Islandia cuya energía geotermal satisface más del 90% de sus requerimientos energéticos, siendo la misma una energía limpia. La Argentina tiene más de 3000 km. de montaña y ni un solo proyecto geotermal.

¿Qué podemos decir de Suiza? Gran desarrollo de la industria farmacéutica, química y equipamiento industrial – todas actividades que emiten lejanamente más CO2 del que capturan y requieren, por lo tanto, realizar alianzas con industrias en países emergentes para mejorar sus economías de carbono y así intentar cumplir con los acuerdos ambientales de París. Por supuesto, ni hablar del acceso al financiamiento internacional.

Los países del EFTA, a diferencia del Mercosur pueden realizar acuerdos bilaterales de manera independiente al bloque, lo cual les brinda agilidad comercial de la cual debemos aprender. Los 4 países tienen unos 29 acuerdos activos con unos 40 países. Resulta clave para el Mercosur que estas reuniones con EFTA no se conviertan en puro “dialoguismo” sin resultados concretos y se materialice en un TLC efectivo, por dos motivos. Uno, para que cada país aporte a la Argentina sus ventajas comparativas y así poder avanzar en el desarrollo de actividades estratégicas; y dos, para demostrarle a la UE que el Mercosur se ha finalmente despertado de un largo e improductivo letargo.

Más acuerdos

Otro paso fundamental, será iniciar diálogos con vistas a la confirmación de un TLC Mercosur con Singapur, país éste último con enorme potencial de desarrollo para todo lo relacionado a industria naval, puertos, plataformas de exploración y explotación costas afuera, químicos y lo que es aún más importante, una puerta de entrada al bloque comercial más grande del mundo (RCEP), que incluye a las grandes economías de Asia y Oceanía. De jugar estas dos fichas efectivamente al corto plazo, seguramente a más de uno le llamaría la atención. ¿A quién en particular? A la UE, cuyo líder principal, el presidente Macron, pareciera no temblarle el pulso al anunciarle a sus socios que deben estar preparados para la guerra en Ucrania, aunque le teme a las protestas de sus agricultores. aduciendo aspectos de incumplimiento ambiental en la Amazonia para demorar cualquier tipo de avance en el TLC oportunamente anunciado.

Resulta difícil de entender que teniendo Argentina todo lo que Europa necesita para la transición energética y para que la UE disminuya su dependencia comercial con Rusia y ahora con China, siga demorando este acuerdo, quel representaría muchos más beneficios que costos. Habrá que esperar, en todo caso, las elecciones en Francia. Aunque la Argentina también, debe iniciar las reformas estructurales y darle más competitividad a su economía.

El autor es el director de programas en Comercio Internacional y Desarrollo Integral de Economías Regionales de la Universidad Austral

 

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