La reproducción es una de las fases más importantes del ciclo de vida del reino animal. Con ella, se asegura la continuidad de la especie y la trasmisión de los genes a la descendencia. Bien sea reproducción sexual o asexual, los animales han desarrollado una serie de estrategias para engatusar a la hembra o al macho y que así le elija como pareja reproductiva.

Dichas estrategias reproductivas pueden llegar a ser muy complejas tanto en especies monógamas como polígamas, te dejamos algunas aquí, incluso aquellas que ocurren en nuestros hogares.

La danza más compleja, el ave del paraíso de Pennant

Las aves son conocidas por sus complejos rituales de apareamiento. En estos rituales intervienen desde los caracteres sexuales secundarios de los miembros, hasta realizar bailes para atraer y mantener la atención de la hembra, que accederá a la reproducción si el macho pasa la prueba. Algunos de estos bailes son verdaderas muestras acrobáticas, como en el caso de los colibrís cabeza violeta (Calypte costae).

Durante el cortejo, estos colibrís se mueven rápidamente alrededor de la hembra, exhibiendo sus plumas, y ascienden rápidamente para dejarse caer en un picado que termina a pocos centímetros de la posible pareja. De este modo, muestran su fuerza y agilidad.

Sin embargo, otras danzas son un puro espectáculo con distintos pasos para hipnotizar a las hembras y a muchos humanos que ven los documentales. El ave del paraíso de Pennant (Parotia sefilata) es, sin duda, uno de los mejores ejemplos de lo elaborada que puede llegar a ser una danza de cortejo.

Esta especie de ave muestra dimorfismo sexual. Mientras que los machos presentan un cuerpo cubierto con plumas negras, otro grupo de plumas verdosas iridiscentes en el cuello y una cabeza adornada por 6 plumas largas y finas que terminan en un círculo plano, las hembras son mayoritariamente marrones, sin adornos estrafalarios a simple vista.

Durante el cortejo, el macho prepara un terreno en el suelo del bosque. Para ello limpia cualquier hoja, piedra, o rastros de cortezas que pueda ensuciar su actuación. Si se acerca una hembra, este macho la recibe con una reverencia y procede con la seducción. Para indicar el comienzo del cortejo, el macho parpadea rápidamente para mostrar sus párpados amarillos y coloca las alas envolviendo su cuerpo en un vestido emplumado, lo que crea una forma que recuerda a un paraguas negro.

Pero ese pequeño paraguas negro se desplaza rápidamente por el suelo del bosque, moviendo sus patas en una danza muy estudiada que es una sinfonía de pasos, saltos y giros. En unos tiempos muy medidos, el macho echa rápidamente la cabeza hacia detrás y la devuelve a su posición, mostrando brevemente a la hembra las plumas de su cuello amarillo. Ante este despliegue de medios, la hembra ha de decidir si el cortejo del macho es suficiente o no, y en caso que lo sea, accederá a aparearse con él.

Aunque este artículo podría ir únicamente sobre los cortejos de aves, porque prácticamente cualquiera tiene un comportamiento digno de ser mencionado. Algunas especies de pingüinos ofrecen regalos a sus parejas, los pavos reales hacen temblar sus colas en ritmos hipnóticos, o los avestruces realizan unas danzas increíblemente vistosas. Pero también hay que dejar paso a otros seres vivos.

Modificando el terreno, el pez globo japonés

Cuando las especies no disponen de caracteres sexuales secundarios tan atrayentes como los de muchas aves, necesitan otras formas creativas de atraer a sus hembras. Por ejemplo, la modificación del terreno. En este campo destaca el Torquigener albomaculosus, una especie de pez globo que habita alrededor de las islas Ryukyu en Japón. Este pez, de apenas 13 centímetros de largo, esculpe con su boca y sus aletas una de las estructuras geométricas más impresionantes que se pueden observar en el mundo marino.

Todo comienza en una planicie de arena. A una profundidad de entre 15 y 25 metros. Allí, el pez estudia el terreno minuciosamente y retira todas las posibles conchas o piedras que puedan afectar lo que será su obra magna. Una vez listo, emplea su cuerpo y sus aletas para excavar, durante 10 días, una estructura circular de 2 metros de diámetro decorada con surcos, corales, o conchas en lugares estratégicos.

Una vez lista esta estructura, las hembras que se acerquen la inspeccionarán meticulosamente, y mientras, el macho levantará la fina arena del centro de la estructura para acabar de darle el pequeño ‘toque romántico’.

Si el juicio de la hembra es positivo, depositará los huevos y se irá, dejando al macho para cuidar los huevos hasta su eclosión. Una vez finalizado el ciclo, el macho abandonará el lugar y no reutilizará el nido, si no que construirá uno nuevo cada vez que quiera reproducirse.

Cortejos en nuestra casa, los pececillos de plata

En el interior de nuestras casas viven varias especies de insectos comensalistas de la especie humana. Por ejemplo, en los rincones húmedos, como los muebles o los marcos de madera de las puertas del baño suelen ser los lugares idóneos para los lepismas o pececillos de plata.

La especie más común en Europa es Lepisma saccharina, un verdadero fósil viviente que puede vivir varios años escondido por las casas. Pero sin duda, lo más curioso de estas especies es su forma de reproducirse. Los lepismas siguen todo un ritual de apareamiento que consta de tres fases.

Primero, el macho y la hembra se colocan uno en frente del otro y tocan suavemente sus antenas. Tras esto, el macho se dará la vuelta rápidamente y volverá a la misma posición. Todavía no se conoce con certeza por qué realiza estos movimientos, pero es posible que esta interacción propicie la producción de esperma en el macho. Tras repetir el movimiento, el macho huye de la hembra y esta le persigue hasta una grieta u otro lugar oscuro y húmedo. Una vez llegan a un lugar que cumple sus expectativas se colocan uno al lado de otro y el macho hace vibrar su cola delante de la hembra.

Tras este cortejo, el macho crea un finísimo hilo sedoso y cuelga de él una estructura denominada espermatóforo, que contiene el esperma. El macho adhiere la seda a una superficie y convence a la hembra para que pase por encima. Cuando pasa, las dos antenas posteriores que salen hacia los laterales, denominadas ‘cercos’, entran en contacto con el espermatóforo y activan la estructura genital de la hembra para que lo recoja. De este modo, el semen fecunda a la hembra y el espermatóforo, ahora vacío, es expulsado para ser devorado por la futura madre, que pondrá una nidada de menos de un centenar de huevos.

Una especie singular

Por último, y sin duda el cortejo más extraño del reino animal lo realiza la especie humana. Año con año, el 14 de febrero, las cestas de la compra de las parejas humanas se llenan de bombones, flores, perfumes, o bonos para actividades. Algunas parejas salen a alimentarse fuera del hogar habitual, mientras que para otras, el día pasa como cualquier otro.

Sin duda, este comportamiento suscita muchas preguntas a los expertos, que llevan miles de años tratando de comprender las complejas relaciones que surgen entre los individuos de esta especie.

El amor entre dos seres humanos muchas veces no requiere de complejos cortejos. De hecho, los humanos no han de mostrar sus capacidades atléticas, bailar, ni realizar construcciones gigantescas para atraer a sus parejas. Aunque, en ocasiones, algunos individuos exhiban este comportamiento.

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